Es un tema muy manido aquel de el amor no tiene edad —tanto en la literatura como en el cine. El amor menos pensado, la última comedia protagonizada por Mercedes Morán y Ricardo Darín, estira este tópico hasta trasladarlo a la era de Skype y Tinder.
Supone el debut en la dirección de Juan Vera, experimentado productor y guionista. El amor menos pensado es una comedia sencilla que cuenta con la brillante actuación de sus protagonistas como punto muy favorable, aunque la trama de la historia cojea por alguna parte. Marcos (Darín) y Ana (Morán) llevan casados más de 25 años y entran en una crisis más caprichosa que existencial que los lleva a separarse.
Todo comienza cuando su nexo de unión desaparece. Su hijo se va a España a estudiar y con su marcha, la pareja argentina decide de forma sorprendentemente pragmática que ya no se ama y, sin un motivo muy concreto, opta por separarse. Mucha rutina, algo de hastío y en ocasiones ausencia de deseo; sin terceras personas en medio ni motivos concretos. De ahí devienen una serie de desenfrenos de nueva soltería que evoca las reminiscencias de una juventud despreocupada. Más tarde, la soledad y las dudas les conducen a cuestionarse si hicieron bien.
La historia cuenta con un guion muy literario, que se inicia con un profesor de literatura latinoamericana, Ricardo Darín, que explica el inicio de su crisis matrimonial basándose en Moby Dick y dirigiéndose al público en busca de su complicidad, olvidando la cuarta pared —una estrategia narrativa que no vuelve a utilizarse.
La sorpresa es la estrella de la cinta, la actriz Mercedes Morán que, desde la primera escena hasta el baile final, roba el carisma y las tablas al actor argentino. El personaje de Ana cobra realidad al dudar sobre su feminidad o cuestionarse su trayectoria y su futuro, siempre desde la objetividad y sin exagerar en la histeria.
Así, lejos del aspaviento y más cerca de la frescura, la película no trata el divorcio como una derrota, y menos a los cincuenta y tantos. Interesan los diálogos inteligentes y algunas de las reflexiones que el director aborda a lo largo del film: el síndrome del nido vacío, la crisis de los 50, la diferencia generacional entre padres e hijos… Resulta ser una comedia liviana, elegante, nostálgica y fantástica, como si de una película de Woody Allen se tratase, a la que le sobra metraje y un exceso de réplica de una asentada filosofía burguesa nada revolucionaria —incluido ese tópico de no hay nada más pornográfico que la felicidad.
El amor menos pensado ya ha sido un éxito de taquilla en Argentina y ahora se estrena en España, donde fue la encargada de inaugurar la sección oficial del último festival de San Sebastián, donde sorprendió la elección de una producción eminentemente comercial abriendo paso a una programación que prometía emociones fuertes (Claire Denis, Peter Strickland, Naomi Kawase o Isaki Lacuesta).
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