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Cuenta atrás para Kirk

En Cine y Series 8 diciembre, 2016

Ángel Pontones

Ángel Pontones

PERFIL

A este 2016 irreverente y entierra-símbolos es posible que se le escape una pieza importante, Kirk Douglas, uno de esos escasísimos pasadizos que comunican al Hollywood clásico con nuestra vorágine actual. Que Issur Danielovitch, el actor que conocemos como Kirk Douglas, llegue a los 100 años este 9 de diciembre habla tanto de su condición de superviviente nato como de la desaparición física de todos los rostros reconocibles que dieron nombre a una época, alrededor de la cual generaciones enteras de espectadores aprendieron a amar unas historias servidas a través de un cine que hoy es carne de estudio y mitomanía.

Kirk Douglas

Kirk Douglas

En lo que llevamos de siglo, el hijo de inmigrantes rusos, llegados con lo puesto a la tierra de las oportunidades, ha visto apagarse a jóvenes promesas del primer sonoro, como Kate Hepburn, a contemporáneos (Gregory Peck, Anthony Quinn, Charlton Heston), al triángulo mágico de la comedia inteligente  (Lemmon, Matthau, Wilder), a estandartes del Actors Studio, sin cuya presencia sería imposible explicar la historia del séptimo arte en la segunda mitad de siglo (Brando, Newman) y a toda una pléyade de secundarios roba-escenas como Coburn, Malden, Borgnine, Wallach o el recientemente desaparecido Robert Vaughn.

El “Hijo del trapero” no solo se ha mantenido en la brecha hasta un no tan lejano 2004, con ese extraño y casi desconocido film-experimento llamado Illusion. Hace apenas 5 años que puso patas arriba con su resto de carisma la entrega de los Oscars. Genio y figura.

La carrera de Douglas ha seguido paso por paso la agenda de muchos otros mitos de su generación, que surgieron a mediados de los años 40, como sangre fresca frente a reyes del momento como Cooper, Gable o Grant, cuyas carreras habían entrado en impasse con la Guerra. Kirk no destacó especialmente en sus comienzos pues los papeles que le venían en suerte correspondían más a individuos pusilánimes que al torrente de energía y empuje que llevaba dentro.

Espartaco (Stanley Kubrick, 1960)

Espartaco (Stanley Kubrick, 1960)

El ídolo de barro (Mark Robson, 1949) terminaba con su purgatorio mostrando un potencial que confirmaría en los años 50, donde acabó por convertirse en el todoterreno ideal que saltaba de género con una facilidad asombrosa, para dotar de un lado oscuro y cínico a los personajes que interpretaba, lo cual le valió coleccionar hasta 3 nominaciones para un Oscar que siempre se le escapó hasta obtener el honorífico en 1996, de manos de Steven Spielberg, en el cincuenta aniversario de su primera aparición en la pantalla.

Kirk Douglas fue uno de los abanderados en desligarse del metomentodo sistema de los estudios, para formar su productora Bryna, e iniciar, sin ser muy consciente de ello, un proceso de demolición controlada del antiguo régimen. Pudo compatibilizar el gran espectáculo (20,000 leguas de viaje submarino, 1953; Ulises, 1953; Duelo de titanes, 1957) con apuestas de riesgo como sus colaboraciones con Vincente Minelli o el entonces desconocido Stanley Kubrick. Con el primero, realizó el mejor biopic imaginable sobre la figura de Van Gogh (El loco del pelo rojo, 1956); con el segundo, uno de los alegatos antibélicos más impresionantes de todos los tiempos (Senderos de gloria, 1957).

En 1958, arruinado por su amigo y contable Sam Norton, se embarca en producciones históricas tan ambiciosas y gratificantes como Los Vikingos (Richard Fleischer, 1958) o la monumental Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) que le llevan a la cumbre de su popularidad. La historia de la gestación de esta última, realizada contra viento y marea, con cambios de director, actriz y contratando a un guionista perseguido por comunista (Dalton Trumbo) hablan bien a las claras de lo inasequible al desaliento que podía ser nuestro hombre y de su compromiso al «rehabilitar» en los títulos de crédito al blacklisted.

Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957)

Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957)

Los años 60 muestran a Douglas en su más difícil todavía, intentando compartimentar el tránsito a la madurez con su proyecto más estimulante Alguien voló sobre el nido del cuco, adaptación de la novela de Ken Kesey. El fracaso de esta obra en Broadway, que él protagonizó en 1963, y sus intentos de adaptarla a la gran pantalla le obsesionarán durante toda una década, y todo para ver como su papel soñado pasa a interpretarlo en el cine Jack Nicholson, dejándole el único consuelo de un taquillazo espectacular para su productora y su hijo Michael (Me dijeron entonces que era demasiado viejo para interpretarla. Quizá entonces lo fuera pero hoy no. Aún podría hacerlo –confesará Kirk Douglas años después).

Kirk Douglas y Billy Wilder durante el rodaje de El gran carnaval (1951)

Kirk Douglas y Billy Wilder durante el rodaje de El gran carnaval (1951)

Dos semanas en otra ciudad (Vincente Minelli, 1961), Los valientes andan solos (David Miller, 1962), y esa joya tardía de Joseph Mankiewicz que es El día de los tramposos (1970), marcan los últimos hurras de Kirk Douglas como actor. En los 70, y ya cargando el estigma de vieja gloria, intenta dos aventuras en la dirección (Scallywag y Los justicieros del oeste), que no pasan del aprobado, y se ve metido en todo tipo de producciones que desde luego no están a su altura. En 1985, une fuerzas con su inseparable Burt Lancaster para una simpática aventura otoñal (Otra ciudad, otra ley, Jeff Kanew) y en 1991 podemos verlo acompañando a Imanol Arias en Bienvenido a VerazXavier Castano).

El día de los tramposos (Joseph L. Mankiewicz, 1970)

El día de los tramposos (Joseph L. Mankiewicz, 1970)

En el intermedio, inicia una interesante carrera literaria con una (primera) autobiografía tan redonda como El hijo del trapero (1987) que visto el punto donde nos encontramos, se le ha quedado corta. En este larguísimo epílogo ha sobrevivido a un terrible accidente de helicóptero, a una apoplejía severa, a la muerte por sobredosis de su hijo menor Eric, al encarcelamiento de su nieto y al cáncer casi terminal del mayor, Michael. Con cerca de 90 años ha logrado incluso reunir a tres generaciones de Douglas en una amable aventura de sábado de sobremesa (Cosas de familia, 2003). Un superviviente, este Espartaco de origen ruso y final impredecible.

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