Hay ciudades del mundo que, en manos de algunos directores de cine, brillan y son especiales. Para mí, hay dos en concreto cuyo nombre inevitablemente va ligado al de su director. Estos son los casos de Nueva York, con Woody Allen y de Londres, con Guy Ritchie.
Nadie como Allen ha sabido transmitir la grandeza de Manhattan a través de los pequeños detalles, así como captar su esencia. Una ciudad cuya historia se escribe en sus bares, en sus restaurantes, en las callejuelas de sus barrios, o en sus parques. Sus películas son un auténtico canto a la belleza de la ciudad, una radiografía de sus habitantes y de su estilo de vida.
Ritchie consigue retratar las calles y los barrios más periféricos de la urbe del Big Ben de una forma muy cool. Los bajos fondos londinenses y los pubs de cervezas y juergas de sus películas son tan pulcros que parecen extraídos de una revista de tendencias.
Si con Allen disfrutamos de esos hermosos paseos por el Greenwich Village, Chelsea, el Soho, Central Park, el puente de Brooklyn, etc. con Ritchie lo hacemos con sus persecuciones a un ritmo frenético por los bajos fondos y suburbios de Londres.
Si analizamos urbanísticamente ambas ciudades observaremos que el mapa de Nueva York es una cuadrícula perfecta frente al caos que presenta a primera vista el mapa de la ciudad de Londres.
Originalmente, el mapa de Nueva York era muy similar al existente en la actualidad, aunque no contaba con Central Park ni con las avenidas Madison y Lexington. El planeamiento urbanístico de Manhattan tiene su base en los diseños griegos, en lo que se conoce como trazado hipodámico, según el cual se organiza una ciudad mediante el diseño de sus calles en ángulo recto, creando manzanas rectangulares. Su cuadrícula está compuesta por once avenidas que recorren de norte a sur la isla y que son cortadas en ángulos rectos por 155 calles, ya que en aquella época los urbanistas consideraron que los ángulos rectos eran los más económicos para edificar y los más cómodos para vivir. Al mismo tiempo, las vías eran suficientemente anchas como para facilitar “la libre y abundante circulación de aire” y evitar así alimentar la propagación de epidemias, una prioridad por entonces, pero que luego también serviría para acomodar el tránsito de automóviles.
Este tipo de planeamiento tenía la ventaja de que su parcelamiento es más fácil por la regularidad de la forma de sus manzanas,y pero presentaba algunos inconvenientes, porque los trayectos eran muy largos, y para evitarlo se completó con calles diagonales como, por ejemplo, Broadway.
Sin embargo, el mapa de Londres nos muestra una ciudad de escala humana, a pesar de su carácter de ciudad global, metropolitana, con límites difusos cuya especial configuración urbana y un espacio arquitectónico singular, la hacen única.
Londres es una ciudad descentralizada, dispersa, sin centro, pero que combina la perfección la escala doméstica de su arquitectura residencial con la ausencia de monumentalidad que caracteriza a otras ciudades, creando un equilibrio entre suerte e intención, crecimiento espontáneo y planificado, confusión y orden. A todo esto debemos añadir la originalidad y personalidad de sus barrios y sus distritos, que tienen una extraordinaria variedad de usos, muy bien conectados entre sí por transporte público.
Sus parques y jardines son un hermoso cinturón verde que ha permitido contener el crecimiento disperso y contribuir a una compactación de la ciudad, que sigue creciendo en el interior del mismo y un río que se convierte en el eje de referencia imprescindible para entender su concepción.
Elegancia y estilo es lo que define a estos directores. Allen, en su extensa filmografía (47 películas) es un maestro a la hora de tratar esos temas eternos que en manos de otro serían aburridos, porque son los típicos de los que la humanidad lleva siglos hablando. Él consigue divertirnos con su galería de personajes raros, hipocondríacos, excéntricos y algo snobs, al tiempo que realiza un completo estudio social y antropológico del ser humano.
Ritchie también es un maestro, en lo suyo. Su estilo extremadamente callejero retrata tramas de enredos, de ajustes de cuentas entre personajes que no se cuestionan nada más allá de ganar dinero, pasarlo bien, sobrevivir y subsistir bajo el control de distintas mafias rusas, chinas, dirigidas por otros personajes más ricos y corruptos. Sus escenarios son los barrios empobrecidos, repletos de violencia, siendo esta una constante en sus obras, entre diálogos acelerados, vulgares, absurdos y llenos de humor.
El humor es algo que tampoco falta en la mayoría de las películas de Allen, pero el humor del neoyorquino está basado en la ironía y el sarcasmo, particular y sutil. En ocasiones, en sus diálogos, mezcla temas, en apariencia cotidianos como el sexo, con otros más profundos a los que añade cierto aire de intelectualismo, gracias a sus múltiples referencias a escritores, filósofos o directores de cine.
Las películas de Woody Allen reflejan las inquietudes, los miedos y las inseguridades de la clase media alta y cosmopolita de la sociedad neoyorkina. Se vale de sus personajes para criticar una sociedad que él considera decadente.
Sus historias de amor son actuales porque tratan el matrimonio, las infidelidades y el sexo, de manera natural. La religión es otro tema que suele aparecer con frecuencia en los diálogos de sus películas, porque sus personajes psicoanalizan todo y eso les lleva a enfrentarlos con la fe. Sin embargo, en otras ocasiones, la religión se presenta como una salida fácil a las crisis existencialistas y dramáticas y a todos los conflictos que la vida les plantea. Estas reflexiones aparecen indistintamente en momentos dramáticos o cómicos. La muerte también suele estar presente en sus obras y aparece como posibilidad permanente, pero también como una forma de justicia Irrational Man (2015) o de solucionar problemas, Match Point (2005).
Si bien Ritchie no trata temas tan trascendentales como Allen sí que intenta ennoblecer o educar a sus personajes dotándolos de cierta “clase” y sofisticación gracias a la elección de una cuidada escenografía, vestuario y elementos artísticos. Un rasgo indiscutible de la obra de Ritchie es ese estilo tan british capaz de convertir lo vulgar en elegante, como así lo demuestran tres de sus mejores obras: Lock, Stock and two smoking barrels (1998), mi favorita Snatch: Cerdos y diamantes (2000) y RocknRolla (2008).
La elegancia y el estilo es rasgo común en las películas de ambos directores, si bien el británico da quizás mayor importancia a la moda que el neoyorquino. Los personajes de Ritchie de la última película, The Gentlemen, parecen sacados de Esquire.
Su última película es un entretenido thriller de acción protagonizado por mafiosos que ejercen la extorsión y violencia, pero con clase. Sus protagonistas, un capo de la marihuana, Matthew McConaughey, su brazo derecho Charlie Hunnam, su esposa Michelle Dockery, el tipo al que quieren vender el negocio Jeremy Strong y el periodista de dudosa ética profesional interpretado fabulosamente por Hugh Grant, un sinvergüenza divertido e ingenioso que se encarga de relatar toda la historia del protagonista y de todos los personajes que lo rodean. He de reconocer que nunca he sido muy fan de este actor, pero he decir que Ritchie es el único director que sabe sacar lo mejor de él, en sus películas brilla.
Por último, al reparto se une un estupendo Colin Farrell, el propietario de un gimnasio con un método muy personal de enseñanza, basado en sus propios códigos morales, aunque estos muchas veces no sean los más adecuados, pero que tienen un objetivo claro, la integración de los chicos del barrio.
Y aquí es donde Ritchie consigue que estos gánsteres y personajes de poca monta logren tener clase y moverse por el Londres de los nuevos ricos sin desentonar, gracias a un exquisito y selecto vestuario y accesorios: visten trajes de Hackett, gafas de sol, las clásicas Wayfarer de Ray-Ban o Persol.
Lo mismo ocurre con la pandilla de boxeadores de barrio liderada por Colin Farrell. Su vestuario es sencillamente espectacular: logra conseguir que un chándal, la ropa con menos glamour del mundo, se convierta en una prenda con cierta clase. El clásico chándal de Adidas se renueva y resulta elegante, gracias al ingenio de Michael Wilkinson cuyo diseño aúna el estampado de las clásicas telas de cuadros ingleses con la modernidad al emplear una tela técnica acolchada.
Sin embargo, Allen deja de un lado la moda para centrarse en los apartamentos y casas de sus protagonistas que parecen sacados de la revista A&D, Architectural Digest. Por citar algunos inolvidables:
El apartamento en el Upper East Side de Diane Keaton en Annie Hall (1977), el que comparte con el propio Allen en Misterioso asesinato en Manhattan (1993); el loft en el que vive la pareja formada por Chlöe Sevigny y Jonny Lee Miller; la vivienda del Upper East Side, en la que viven la pareja formada por Amanda Peet y Will Ferrrell; el estupendo ático en el que vive Chiwetel Ejiofor, con esa fantástica cristalera a modo de invernadero, la escalera de acceso al mismo, el altillo al fondo vinculado al amplio espacio central. Estos tres últimos pertenecientes a la película Melinda y Melinda (2004). Todos tienen en común un cierto aire francés con suelos y cocinas de madera, incluso su bancada, con zócalos y frisos en pasillo de madera lacada en blanco combinados con paredes decoradas con cuadros, libros… y con el uso que hace del mobiliario para compartimentar el espacio.
A la hora de programar un viaje a una ciudad, además de consultar la guía de viajes, folletos e internet os recomendaría ver alguna de las películas que la hayan conseguido retratar, además de su tejido urbanístico y arquitectónico, la idiosincrasia de sus personajes, su cultura y sus costumbres, como es el caso de estos magníficos directores.
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