Si recordar es volver a recrear algo que fue, Mi 15-M (Un recuerdo y algo más), el ensayo del escritor Gerardo León editado por Contrabando, cumple sustancialmente con ese estado de cosas que supone la reordenación de un pasado que poco a poco se aleja. Imagino que, ante la velocidad de los acontecimientos del tiempo presente, todavía con la mirada hastiada después de la COVID-19 y alarmado por la enorme avería de la política actual, León toma la decisión de ordenar materiales que conoce bien, clasificarlos de modo muy coherente, para que entendamos la evolución de la democracia española, imperfecta, llena de baches como una carretera sin mantenimiento, pero no por vieja, sino por mal construida.
Lo hace desde el presente que es la atalaya que permite comentar y juzgar las actitudes y los hechos desde la distancia; punto de contacto entre la sucesión cronológica y la reflexión comentada sobre los orígenes que llevan al 15-M, sobre el mismo ser del movimiento, la esencia, las razones que lo impulsaron y aun sobre éste después de su disolución.
Tiene conciencia crítica, brillantez e ironía como podrá comprobar el lector, y la autoridad que le otorga haber formado parte de aquel movimiento; haber vivido en directo los acuerdos y desacuerdos, las contradicciones y disparates de este; también fue como en los viejos tebeos de Astérix, como bien nos dice, uno más que miró el cielo en largas noches de acampada y dialéctica.
Siente la necesidad de frenar el avance implacable del olvido y tal vez sea ese uno de los fines más evidentes del acto de escribir, evitar que todo se diluya, dejar constancia de ese pasado que quiere el escritor que ilumine este desmemoriado presente.
Puede dar la sensación de que, en estos tiempos, la política nacional se diluye en el mar proceloso de la escena global y sus abrumadores imperativos, pero no olvidemos que la política real, la que percibe el ciudadano, es la que se hace en cada territorio, alentada y empujada por ciudadanos que se organizan colectivamente para exigirla. Tenemos la sensación de que nada de eso ocurre, que la ciudadanía española hoy vive resignada a la evolución de lo inmediato, parece que la palabra futuro haya desaparecido de nuestro vocabulario.
Me parece que al hablar del 15-M estemos todavía en el siglo pasado, y tan solo han pasado doce años.
Creo necesario decir que León sintió una necesidad inaplazable de escribir este texto, de reflexionar en voz alta sobre lo acontecido para también tirar del hilo de la historia reciente y demostrarnos a los lectores que, en España, con la democracia, el país se había llenado de “perdedores”, de ciudadanos que habían visto poco a poco la degradación de su calidad de vida y también de sus ilusiones.
¿Era esta la identidad de la débil democracia española? ¿Era esto la democracia o era, tal vez, otra cosa a la que tendríamos que darle un nombre?
¿Fue el 15 de mayo una ilusión de que se podía subvertir un horizonte más que oscuro, es decir, un no futuro?
Es oportunísimo este ensayo por el delicado momento que vivimos como nación en permanente desajuste, bajo un “ruido“ permanente que no permite dar solución a los graves problemas que nos asolan. He entrecomillado la palabra ruido porque León la utiliza como sinónimo de confusión, falta de rigor, herramienta para oportunistas que eluden cualquier forma de objetividad en el discurso político.
León no quiere renunciar a decirnos que hubo ilusiones, esperanza; no quiere dejar que aquella revuelta, que floreció con la misma rapidez que se extinguió, sea vista hoy como una mera escaramuza de jóvenes rebeldes, sino como una referencia en cuanto a movimiento social basado en una más que oportuna reivindicación de la verdad, en un dar valor a la palabra, y en la consecución de una verdadera democracia directa y participativa basada en la justicia y la igualdad. En su ensayo está haciendo política de la realidad, empírica, y apela a principios, a valores, y consecuentemente, a una más que necesaria transversalidad. En su mirada atenta descubrimos que las incompatibilidades no son tan fieras como las pintan si se quiere, de verdad, hacer política, algo que, por desgracia, no es así. Mi 15-M está lleno de observaciones sobre la vida real y de análisis certeros sobre la vida política. León analiza atentamente al “bicho humano” y parece querer decirnos que sin una vuelta a la racionalidad que implican los valores no hay democracia y, por ende, no hay política.
Pero también se contradice, como quien habla de un hijo, y su propio análisis de los hechos nos lleva a pensar que el 15-M en muchos aspectos no pasó de ser una serie de pacíficas reuniones en espacios públicos, donde muchas veces las emociones se adueñaron de los argumentos. En algún momento del libro nos dice que allí nadie habló nunca de empleo. No hubo ningún acto de violencia, como sí en Francia, en las recientes manifestaciones de los chalecos amarillos o en las protestas antiglobalización de Davos. España es un país pacífico, donde la sangre, en tiempos recientes, pocas veces llega al río, y a muchos de los que participaron, pronto, se les cayeron los palos del sombrajo, pues luchar significa también renunciar y una revolución es algo muy serio.
El 15-M no fue tampoco una revuelta ilustrada y el partido que salió de aquellas reivindicaciones, Podemos y asociados, ha resultado ser uno más en esta partitocracia y los hechos, así como sus líderes, desmienten su proyecto inicial. Y además, dónde situar esas complicidades con regímenes no precisamente democráticos…
No olvidemos, por otro lado, que el movimiento llegó a ser transversal, que recibió el apoyo, aunque fuera indirecto, de amplias capas de población, que tuvo un lado humano muy importante en un país arruinado tras la crisis de 2008. Que hubo mucho de emociones y poco de soluciones y, como suele pasar, mucho oportunista se subió al carro.
El tercer capítulo: El 15-M y los medios de comunicación, resulta esclarecedor a este respecto. Cada uno arrimaba el ascua a su sardina y nadie supo ver que el movimiento más allá de beneficiar a tal o cual formación, de partir inequívocamente desde el movimiento ciudadano tradicionalmente en la izquierda, ponía de manifiesto el enorme descontento de una ciudadanía que se sentía engañada y esto no era solo culpa de las llamadas derechas. Pero esta señal de alarma, que nos advertía de que algo profundo no andaba nada bien, no la quiso ver nadie. Y a los medios se les vio la hilacha; que su fin principal, informar, opinar, era algo secundario, y que todos debían obedecer a los espurios intereses de sus amos.
Una cosa era reunirse, primeras sonrisas, abrazos y flores y otra muy distinta ordenar el pupurrí de ideologías, todas, sin duda, bajo el ecléctico paraguas de una izquierda al rescate de los ideales subvertidos por el PSOE de Zapatero, que llevaba, con notables desaciertos, las riendas del país.
Otra cosa era establecer un programa, diseñar una estrategia. Avanzar hacia algo real, con objetivos a medio plazo. Pero no fue. El “por qué no fue” es el argumento principal de este libro, pero como todo libro importante bucea en aguas profundas, analiza los problemas de la izquierda, su deriva a veces reaccionaria, su presbicia intelectual.
Parecía evidente, una vez más, que la democracia no le debía nada a la burguesía, al liberalismo, al mercado. El alud de contradicciones estaba servido.
¿Qué papel debía desempeñar el estado y el gobierno en manos de la izquierda?
¿Había que arrasar con todo y partir de cero?
León insiste, desde la ironía, y viene a decirnos que la política es un saber complejo, que no es algo que pueda estar en manos de corruptos ni tampoco de aficionados. Que no es un juego sino todo lo contrario.
El 15-M fue algo real. Existió. Otra cosa fue lo que las distintas recetas hicieron de aquel guiso heterogéneo y no cocinado, precisamente, a fuego lento.
León carga las tintas, plantea un análisis bien cimentado de lo que aconteció en la primavera de 2011 cuando las plazas de las ciudades más importantes de España se llenaron de gente joven. Y se pregunta si más allá de la euforia de las asambleas, lo planteado allí hubiera sido mínimamente atractivo para los mismos participantes.
Su análisis es certero y su evolución intelectual lo sitúa muy lejos de aquellos que tras el 15-M solo se han caracterizado por “pensar a la contra”, sin aportar soluciones viables que puedan mejorar la salud general del país en los distintos ámbitos que gestiona la política.
Libro que nos abre el apetito intelectual hacia la política, que explora desde una perspectiva de izquierdas el desmoronamiento de los valores que caracterizaron a ésta y los males que aquejan a la débil democracia española, que indaga en las causas que nos han llevado a un perpetuo ruido que hace a día de hoy inviable cualquier mejoramiento.
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