Los artesanos de la belleza han establecido aquí un próspero asentamiento.
Debo reconocer que, hasta hace pocos años, solo alabé del diseño -o de lo que entendemos como tal a pie de calle- su capacidad para encontrar soluciones y para convertir elementos en nuevas versiones de sí mismos más funcionales. Hasta hace no demasiado no terminé de apreciar el hecho de que lo bello, lo armonioso, genera paz y felicidad. No es que fuese partidario del feísmo ni mucho menos, pero ha sido ahora, como decía, cuando he empezado a valorar la relajación mental que lo bonito aporta. Sé que considerar algo bonito o de buen gusto admite opiniones, no obstante, creo que hay consenso en muchos casos. ¿Quién podría juzgar pasear por un jardín extenso y bien cuidado, o pasar la tarde en una cabaña frente a un lago como experiencias desagradables? O contemplar el océano o o un cielo nocturno despejado y claro. O pasar unos días en una casa integrada en mitad de un bosque. O ver desde la calle un balcón repleto de flores en mitad del casco urbano.
Digo todo esto porque Ruzafa se ha convertido en uno de los lugares de residencia favoritos para los profesionales de lo estético. Simplemente echando un vistazo a los carteles de los comercios uno se hace una idea rápida de la importancia que se le da aquí no únicamente al contenido sino también a la forma. Entro un momento en Gnomo, un claro exponente de esta tendencia, porque quiero que Álvaro Zarzuela -uno de los creadores del espacio-, me dé alguna clave de por qué aquí y no en otro lugar, para que me explique la relación que mantienen Ruzafa y el diseño. El motivo no es nada misterioso: es un barrio cerca del centro, del tren, que por entonces (año dos mil diez) disponía de alquileres baratos. Un buen sitio para la gente con poco dinero y buenas ideas. De hecho, me cuenta, su local era antes la sede de la Asociación de Magos. La casa de los ilusionistas de la ciudad.
Le pregunto si cree que la zona está tocando techo y me responde que lleva cuatro años pensando eso y sin embargo siguen naciendo nuevos proyectos. Todavía quedan muchos locales fantásticos por explotar; empezamos abriendo todos cerca de la calle Ruzafa, pero hacia las vías están apareciendo espacios de “coworking” a los cuales les interesa menos el tráfico de público, pero sí estar inmersos en el movimiento cultural. ¿Han subido los precios con el reciente auge del barrio? Siempre hay quien intenta aprovecharse de que esté de moda, pero esto no es la calle Colón, los negocios dan lo que dan, no abres un grifo y te cae dinero. La supervivencia de las buenas ideas, como todo, sigue sujeta al dinero que sean capaces de generar. De momento, parece que la cosa funciona.
En su obra El gran diseño, Stephen Hawking levantó una buena polémica al asegurar que, dada la existencia de la gravedad, el Universo pudo y podría generarse a sí mismo mediante un proceso de creación espontánea. Que no era necesario un demiurgo para ello. En el caso de Ruzafa parece que han actuado leyes similares: la atracción que ha generado el núcleo ha sido irresistible para la construcción de este pequeño cosmos.
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