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Cine y Series

“Disco Boy”, en el corazón de las tinieblas

En Director's Cut, Cine y Series sábado, 23 de diciembre de 2023

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

El primer largometraje de Giacomo Abbruzzese, Disco Boy, fue uno de esos estrenos de atractivo instantáneo que se recomienda apasionadamente en el curso de un festival de cine. El pasado Festival de Berlín acogió el brillante debut del director italiano con un eco que se transmitió entre los críticos, confiando en que el palmarés le fuera propicio y sellara ese nuevo descubrimiento. Finalmente, el Oso de plata a la Mejor contribución artística para Hélène Louvart reconoció, al menos, uno de los aspectos que más sedujeron a público y jurado.

Tras diez años, cuatro productores y la participación de cuatro países, Abbruzzese consiguió llevar a la pantalla esta historia tan particular, protagonizada por Franz Rogowski, actor fetiche de Christian Petzold e imprescindible en el  cine europeo reciente, quien estuvo casi desde el principio a bordo del proyecto. Disco Boy, a pesar de sus influencias —desde Buen trabajo de Claire Denis a Pedro Costa—, es tan inclasificable como su personaje principal. Es una aventura bélica postcolonial, una búsqueda de identidad, un nuevo comienzo, un viaje de descubrimiento, pero al final resulta un periplo sensorial tan circular e infinito que solo podemos entregarnos al viaje sin cuestionarnos su destino. Todo ello vehiculado a través de  un diseño visual y sonoro fascinante.

Disco Boy

Aleksei (Rogowski) y Mikhail (Michal Balicki) salen de Bielorrusia camuflados en un autobús de hinchas de fútbol, con la esperanza de empezar una nueva vida en Francia, país por el que sienten fascinación (su canto de guerra es ¡Camembert!, ¡Crème caramel!). El primero consigue llegar a su destino, pero el segundo muere en el intento. El realismo de este arranque y el enrolamiento de Aleksei en la Legión extranjera como medio para obtener la ciudadanía francesa, su entrenamiento y primera misión nos llevan hasta el delta del Níger, donde las imágenes de infrarrojos nos empiezan a sumergir en una sugestiva visión, en el corazón de las tinieblas. Aquí se establece ya el contraste que impera en la película, donde las expectativas se modulan sin reglas. La Legión extranjera, cuya labor fue fundamental en la protección del imperio colonial del siglo XIX, recluta a sus soldados con el reclamo de unirse a un cuerpo de élite y a una familia. Sin pedir explicaciones, se borra el pasado y se ofrece un nuevo comienzo a los voluntarios, que provienen de cualquier país, para Aleksei es un destino providencial, que le salva de la deportación.

Abbruzzese nos muestra la presentación escenificada del líder ecoterrorista Jomo (Morr Ndiaye) ante los reporteros de VICE, en una actualización postcolonial de un conflicto abierto, así como el regreso del soldado a la metrópoli tras una exitosa operación de rescate, pero lo que dispara nuestros sentidos en ambos escenarios es la música, la danza de Jomo y su hermana Udoka (Laetitia Ky). El trance del éxtasis propio y provocado en Aleksei y en el propio espectador recorre el resto de la película, en una realidad alterada y espectral.

https://www.youtube.com/watch?v=ksxbQsTvTMY

El contraste y el desconcierto que instaura Abbruzzese con nuestra aprobación son parejos a la inescrutabilidad de su protagonista, magnífico Rogowski en su quintaesencial orfandad, aquí de un mundo desaparecido del que escapa en pos de un sueño igualmente extraño. El paraíso occidental no es Alemania ni Norteamérica, es una Francia de atractivo dudoso en nuestros días, la propia autodefinición de Aleksei cuando declara haber aprendido francés en las películas es poco verosímil, pero aceptamos que beba Burdeos y no cerveza como símbolo aspiracional, porque la elección de director de Disco Boy es tan bizarra como sugestiva.

Disco Boy

La realidad y la ensoñación de un universo tan particular, la fascinación hipnótica que desencadenan la música (fabuloso synth de DJ Vitalic) y la danza, tribal o sensual, representada por ese vestido a lo Rabanne de Udoka, con su reflejo múltiple, consiguen que los dos mundos aparentemente distantes, África y Europa, los paramilitares y legionarios del delta del Níger, los franceses que abarrotan el club nocturno, el cuartel y la pensión, las identidades borrosas, acaben siendo un viaje igual de fantasmal y, a la vez, lisérgico.

Disco Boy es una película audaz y personal que reflexiona sensorialmente, sin prejuicios, sobre nuestra vieja y nueva Europa desde el cuestionamiento de su posibilidad, del lastre del pasado y sus huellas, con un protagonista carismático a su pesar.

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