Imagina por un momento el caos. El caos en persona como un despliegue de sucesos constantes y ensordecedores. Una pasarela de acciones ocurriendo en un tiempo y lugar determinado pero que en su totalidad presenta la más regia y rebosante telaraña de disparates nunca antes tejida y en la cual, estratégicamente y en contraposición a ese caos, no solo tiene sentido todo aquello a lo que da cabida sino que también recolecta, de un brochazo (o a través de cientos de ellos, ya puestos), a toda una generación. Una exposición, exaltación, idolatrización y crítica suspicaz de todos y cada uno de los momentos, a lo largo de la generación de la cultura pop que se coronaron como icónicos, que se consolidaron como canónicos y que prevalecerían como meme para la posteridad, desde ese primer segundo de su existencia e inmediato paso por internet. Directo a nuestras pantallas y en este caso al lienzo, con el simple y puro objetivo de hacernos disfrutar de todo ello.
De esto trata precisamente la obra del joven pintor español David Macho (Cantabria, 1994), quien tras licenciarse en Bellas Artes en la universidad del País Vasco y establecer su residencia y taller artístico en Barcelona, comienza a tener una presencia cada vez más notoria en las salas de exposiciones, galerías, proyectos de asociaciones y colectivos del país. Su obra, guste más o menos, llama la atención y esto son factos. Ya no solo por el contenido que presenta, sino porque el propio cuadro (cualquiera de ellos) obliga al espectador a aproximarse, dado el tamaño de los elementos que lo forman, planteando también una necesidad para todo el que lo mire, que es la de querer comprender y ser entretenido.
Un despliegue de sensaciones e ideas que invitan a querer refugiarse dentro de este, como si de una mansión de 40 habitaciones de uso privado se tratase. ¿Quién no querría abrir las puertas de cada una de las estancias y lanzarse en cada uno de los colchones en plancha solo por la emoción de abarcarlo todo? ¿Quién en este mundo no ha querido encontrar a Wally? ¿Acaso no nos quedábamos todos fascinados con el amplio mundo que se nos presentaba ante nosotros en los cuentos ilustrados de Teo? Teo va al parque: y de pronto tenías un parque entre tus manos; Teo va al supermercado: bum, un mundo adulto a tu alcance; Teo va a al circo: elefantes, leones, mujeres barbudas y fortachones desfilaban entre tus dedos, planeados con todo detalle y minucia para entretener, explorar, aprender y disfrutar de todo lo que se te ponía enfrente.
Lo que David Macho nos presenta es el metaTeo a lo grande. Si buscamos similitudes en la historia del arte (por fantasear un poco) nos vienen a la cabeza artistas como Pieter Brueghel en obras como Los cazadores en la nieve (1565), La boda campesina (1567) o la mismísima La torre de Babel (1563); William Hogarth en El progreso del libertino (1735), Marriage À-la-Mode (1743) o La carrera de una prostituta (1732); Joachim Patinir en Paisaje con san Jerónimo (1516) o Paisaje con Cristo como Varón de Dolores (1522); o el mismo Bosco con su Jardín de las Delicias (años 1500-1505), El carro de heno (1500-1516), Las tentaciones de San Antonio (1501) o el Tríptico del Juicio de Viena (1482), entre otros tantos.
Pero, a pesar de que Macho no haya inventado nada y definitivamente no sea un pintor flamenco o inglés de los siglos XV al XVIII (¿te imaginas?), no deja de ser excitante y sobre todo familiar esta aproximación que nos presenta en sus obras de momentos tan interiorizados de la década de los noventa y la primera del siglo XXI, como el estudio de Jordi Cruz en Art Attack, la familia Simpson en diversos episodios que todos conocemos y replicamos hasta la saciedad de la serie, algunos momentos icónicos de la televisión española (muy enfocados a Tele5 en su gran mayoría), con apariciones de personajes de Sálvame, el mismísimo Ecce Homo de Borja, referencias a la saga de Crepúsculo, a la familia Addams, a Bob Esponja o a la ciénaga de Shrek. Así como regresiones a nuestras infancias, con el clásico juego de los noventa, Hotel, el elenco de Friends, Las tres mellizas y la bruja aburrida, Doraemon, escenas de peleas de Matrix, el Sol de los Teletubbies, las manos del Grand Prix o la recientemente fallecida Concha Velasco(1939-2023) en el programa Sorpresa Sorpresa. No podían faltar tampoco Ana Obregón saliendo del hospital de Miami en silla de ruedas y con su bebé comprado en el regazo, el meme de Vladimir Putin cabalgando encima de un oso, artistas como Pablo Picasso, Joan Miró y Andy Warhol (a quien Macho públicamente confiesa amar) o incluso titular una de sus últimas obras, como ocurre con These Gays Are Trying to Murder Me (2023), con la icónica frase de aquella escena de White Lotus representada por el personaje de Tanya (Jennifer Coolidge), gran estrella de la serie, la cual también tiene cabida entre los invitados que forman parte del universo pictórico de Macho.
Todos ellos se encuentran recogidos en un mismo lienzo de gran tamaño, generalmente, en el que el pegamento de unión entre tantas contrariedades resulta la mayoría de las veces algo tan original como diferentes platós de televisión y cine, como si del Hollywood de los años 20 se tratase. Quien haya visto recientemente Babylon (Damien Chazelle, 2022) sabrá a lo que me refiero. Una construcción de sucesos semejante a la antes mencionada Torre de Babel de Brueghel o incluso a una gran parcela del videojuego Los Sims, donde puedes cortar la casa por la mitad y ver desde un amplio plano qué ocurre en cada una de las habitaciones que contiene la mansión en la que juegas. En definitiva, un universo de posibilidades, particularidades y disparates que hacen en última instancia humor, por qué no decirlo, como el grupo de veterinarios masturbando a unos toros en la plaza para sustraer Red Bull de sus testículos (una gran leyenda urbana de los 90), ejemplo del ingenio de sus pinceladas.
Pinceladas a su vez que no son fáciles de llevar a cabo, ya que necesita unas gafas de relojero al uso, las cuales le añaden al look del autor todavía más personalidad y singularidad si cabe, que le ayudan a introducir todo aquello que pasa por su mente en un micro espacio. En una entrevista a Metal Magazine en plena Covid-19, Macho confesaba que dibujaba todo lo que pensaba, No desecho nada, mi práctica artística son los ‘flash-backs’ al pasado, algo que cobra sentido nada más fijar la vista en cualquiera de sus cuadros. Pienso en aquello para lo que el mundo no está preparado y lo pinto, confesaba para la revista a finales de 2020. Y esto no hace más que llevarle a una a pensar en un nombre: El cineasta americano John Waters (Pink Flamingos, Female Trouble, Hairspray…). ¿Está la sociedad preparada para disfrutar la obra de Macho? ¿Lo estaba para sumergirse en la de Waters? ¿Acaso Waters no buscaba el escándalo? ¿El disparate? ¿El rechazo, pero a su vez el hacer de nosotros los más pervertidos voyeurs? ¿Entretenernos como nunca nadie lo había hecho antes, rozando o sobrepasando los límites de la realidad, la decencia y lo moralmente establecido como correcto? La intencionalidad de Macho parece que sigue la misma estela que perseguía el excéntrico director de Baltimore y, nos guste más o menos, nos pone frente a las situaciones más divertidas, incómodas, rocambolescas y picantes, invitándonos a bucear por una mente de delirantes posibilidades.
Pero este ingenio no solo se queda capturado en el lienzo. David Macho también se mueve como pez en el agua por los submundos de Tik-Tok e Instagram, plataformas que son altavoces y proyectores de un arte que durante muchas décadas ha estado dentro de museos, círculos artísticos y residencias privadas, pero que ahora, durante unos minutos de video, entra en nuestras casas a través de las pantallas. Él mismo en sus redes sociales expone y desglosa sus cuadros, mostrando a sus seguidores con explicaciones detalladas ese carnaval al que nunca acudiremos, pero que podemos disfrutar a través de una pequeña ranura u ojo de cerradura. Y honestamente, se le da de cine hacerlo. No teniendo el poder adquisitivo de celebridades del mundo de las artes como Rosalía, Rigoberta Bandini, Neil Harbisson o Luis Venegas —algunos de sus tantos compradores y mecenas, o la casa de moda Gucci, con quien hizo una colaboración en 2020—, la posibilidad de acceder no solo a su obra, sino al desarrollo de esta, a través de redes, mientras él está sumergido en su creación es tan emocionante como divertido.
En los pasados años, la barcelonesa Alzueta Gallery ha sido una de sus últimas casas y ha expuesto en su galería durante 2023 la recopilación de algunas de sus obras más emblemáticas. La muestra se titula Como pollo sin cabeza. Actualmente y hasta el 10 de enero de 2024 podemos disfrutar de dos de sus obras (These Gays Are Trying to Murder Me y Andy Warhol te quiero) en Alzueta Gallery de Madrid (Marqués de Monasterio 1), dentro de la exposición colectiva La Terre est bleue comme une orange, la cual está compuesta por artistas que, como describe la propia galería Han trabajado previamente con papel y que ven en este un medio una amplia gama de posibilidades técnicas e intelectuales. Yo de vosotros y vosotras, no me la perdería. El mundo interior de Macho al que nos da acceso a través de su obra no tiene desperdicio.
Lisa 10 diciembre, 2023 5:41 pm
Me ha encantado el artículo sobre David Macho. Felicidades a la periodista.
jonlittlejon 14 diciembre, 2023 12:25 pm
Qué buen artículo! Dan ganas de comprarse un cuadro de este maestro. Geniales las referencias pictóricas y toda la cultura que tiene la periodista a la hora de encontrar puntos en común con otros artistas, películas, directores y obras de la historia de la humanidad, pasada y presente!
Eva Peydró 27 noviembre, 2024 9:39 pm
Gracias por seguirnos.