Desde la muerte de Gorbachov el pasado 30 de agosto, el siglo XX parece haberse escurrido por el desagüe. También desde sus reservas de arte y cultura después de las 72 horas que separan el óbito de William Klein (1926-2022), con el de Jean-Luc Godard. Dos baluartes de la imagen que con su marcha dejan un vacío irreemplazable; una línea temporal, la de la segunda mitad del siglo XX, a la que se le desvanecen sus marcas autorales.
William Klein fue además un autor multidisciplinar, un espíritu renacentista removido por las turbulencias políticas de su tiempo y apegado al asfalto (primero el neoyorquino y hasta su muerte el parisino). También fue un artista consagrado a una lente; desde la que logró articular una mirada transversal que traspasaba la fotografía, el arte donde adquirió mayor notoriedad. Todas sus facetas quedaron recogidas recientemente en William Klein: YES, una exposición organizada por el ICP (International Center of Photography) de Nueva York. La última que pasó por nuestro territorio fue William Klein: Manifiesto, en la Pedrera de Barcelona, antes de que la COVID-19 tergiversara el planeta.
El verdadero fotógrafo tiene ojo, cerebro e intuición.
Nacido en Manhattan en 1926, su rastro artístico empieza a vislumbrarse en París. A los 20 años se instala en la Sorbona para trabajar brevemente como ayudante del pintor Fernand Léger. Periodo en el que entra en contacto con la bohemia y conoce al amor de su vida, Jeanne Florin. Decide ya por entonces regresar solo a su país natal por cuestiones laborales. Su residencia quedaría fijada en la ciudad del Sena.
Su primer logro artístico le llega desde el campo de la fotografía. Life is Good and Good for You in New York: Trance Witness Revels es su primer libro fotográfico. En este predetermina la calle como su campo de batalla artístico y Nueva York como el mejor de los escenarios posible. Tenía la sensación en ese momento de que la ciudad de Nueva York explosionaba ante mí y que toda esa gente, ese movimiento, venía hacia mí. Al verlo podía utilizarlo para fotografiar porque me transmitía emociones, sentimientos. Para mí, todo son sentimientos, declaró Klein sobre esa etapa primeriza.
Ahí empieza facturando un estilo bruto, sin refinar, con mucho grano, desenfoques, encuadres desestabilizados, figuras que se entrecruzan. En general imprime a sus fotos en blanco y negro una urgencia feroz; intuición antes que planificación y sienta, de paso, un marco referencial para la fotografía callejera y urbana que le siguió y le encumbró como uno de sus popes. El verdadero fotógrafo tiene ojo, cerebro e intuición, declaraba el fallecido artista, y así quedó reflejado en su obra.
Un estilo distanciado al que desempeñó en su vertiente como fotógrafo de moda con importantes encargos para la revista Vogue. Con un estilo más matizado, menos intuitivo y más cerebral, Klein logró aportar dinamismo y experimentación al encorsetado campo de la fotografía de moda y publicitaria, donde también aceptó varios encargos como fotógrafo y director.
Desde la disciplina cinematográfica desarrolla Broadway by Light (1958), una sinfonía urbana donde el color acapara la pantalla. Bajo la lluvia lumínica de Times Square, y filmada con la ayuda de Alain Resnais y Chris Marker, esta pieza audiovisual sublima el bombardeo publicitario en un continuum de luz y color que se convertiría en referencia para estetas como Nicolas Winding Refn.
https://youtu.be/GlMOsSLBvp4
Expandiría su marca como cineasta en años posteriores, especialmente en las décadas de los 60 y los 70, con incursiones a la ficción y al documental, ambas desde una faceta politizada. Entre las primeras destaca ¿Quién eres tú, Polly Magoo? (1966), su debut en el largometraje y Grand Prix en el Festival de Cannes. Junto a Mr. Freedom, de la que el crítico Jonathan Rosenbaum llegó a decir: Posiblemente la película más antiamericana jamás realizada, pero sólo un estadounidense podría haberla hecho, configuran su díptico revolucionario. Estrenada en 1969, el film se establece como una sátira antibelicista alrededor de un superhéroe fascista que actúa en nombre de Dios y su patria para evitar la propagación del comunismo en Francia.
También el film colectivo Lejos de Vietnam—ya desde la parcela del documental— abrigaba ese espíritu crítico y combativo, realista y agudo, que imprimía también en su fotografía callejera y en sus retratos urbanos. Quizá su obra documental más conocida resulte Muhammad Ali, the Greatest (1969). Más que el esbozo del perfil biográfico o celebratorio del boxeador, prevalece aquí el retrato en claroscuro de su entorno; los intereses de managers, abogados y representantes en su éxito profesional. Planteamiento parecido al que adopta en The French (1982), su obra de no ficción alrededor del backstage de Roland Garros. Asistente de Fellini en su etapa en la capital italiana, Klein sigue desarrollando carrera como cineasta con los cortometrajes Eldrige Cleaver (1979), retrato del líder de las Panteras Negras en su exilio en Argelia, May Days (1978), sobre Mayo del 68, o en The Little Richard Story (1980), un acercamiento a uno de los padres fundacionales del rock durante su segundo alejamiento de los focos.
https://youtu.be/ij1lQdqV9wQ
Galardonado en 1990 con el prestigioso Premio Internacional de la fundación Hasselblad, Klein no decayó en su empeñó por capturar la realidad caótica de su entorno. Ya no lo haría ni con la vitalidad, ni la agudeza, ni el impacto de las décadas anteriores, pero se mantuvo conectado al presente desde su gran angular.
William Klein fue un animal todoterreno. Se adaptó a muchos registros y asfaltos; además de Nueva York y París, capturó la electricidad de las calles en Roma (1958), Tokyo (1964) y Moscú (1964) —todas esas experiencias están editadas en libros fotográficos. Combinó su inquietud política y social con encargos alimenticios sin perder su impronta estilística. Un estilo que basculó con maestría entre el arrojo, la visceralidad, la intuición del retrato urbano con el uso expresivo del color, lo abstracto y cierta estética más depurada saliente de su experiencia como pintor, diseñador gráfico y sus trabajos en moda y publicidad. Klein absorbió mucho, y lo expulsó con maestría. Por eso duele despedir a una de las miradas más privilegiadas del último siglo.
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