El anuncio de las nuevas candidaturas de los países que serán sede de los próximas Olimpiadas siempre viene acompañado de una gran expectación en el ámbito de la arquitectura. ¿Qué nuevas instalaciones se construirán para acoger las diferentes disciplinas? ¿Quiénes serán los arquitectos elegidos para proyectar las nuevas instalaciones? ¿Cómo será la villa olímpica, las infraestructuras…?
La verdad es que un aplazamiento inesperado por culpa de la COVID, un futuro incierto en cuanto a la gestión y resolución de un problema que ha afectado al mundo entero, ha hecho que tras un año y medio de pandemia muchas de las instalaciones y edificios inicialmente proyectados hayan tenido que adaptarse a las nuevas exigencias y protocolos sanitarios. Además, las dudas e inseguridades sobre si sería posible la celebración o no de este evento deportivo a nivel mundial han provocado que sus obras arquitectónicas no hayan tenido tanta repercusión en los medios como se esperaba.
Recordemos que, en lo que a nivel arquitectónico se refiere, tanto China 2008 como Londres 2012 dejaron el pabellón muy alto en cuanto a la espectacularidad de instalaciones y la intervención de arquitectos de reconocido prestigio internacional. Teniendo en cuenta esto, la verdad es que Tokio no lo tenía nada fácil. La omisión de Brasil 2016 es intencionada porque, en mi opinión, no hubo nada que llamase mi atención. Vamos a hacer un repaso arquitectónico por esas ediciones, destacando los proyectos más llamativos, sin desmerecer a otros.
Comenzamos por China 2008
Si algo brilló en esos juegos olímpicos fue el estadio olímpico de Pekín, conocido como el Nido de pájaro, obra de los arquitectos suizos Herzog & De Meuron, en colaboración con ArupSport y China Architecture Design & Research Group. Este estadio fue el escenario principal de las pruebas olímpicas de atletismo, las ceremonias de inauguración y clausura, y algunos partidos del Torneo Olímpico de Fútbol.
El diseño, inspirado en los nidos de las aves, no sólo a nivel estético sino también estructural, consiste en una maraña de piezas de metal retorcidas que forman una estructura, en apariencia y en ejecución compleja, que imita las ramas entrelazadas de los nidos donde cada una de las piezas trabaja en conjunto logrando resistencias inimaginables. Lo que hace todavía aún más complejo este proyecto es el hecho de que esta malla no es solo envoltura y cubierta, sino también fachada, alojando en su interior las escaleras de comunicación en los diferentes niveles de graderío.
Pero si algo caracteriza la obra de Herzog & De Meuron son los revestimientos epidérmicos empleados en sus fachadas, realizados siempre con materiales que abrigan y abrazan la aparente frialdad de sus monumentales obras, haciendo que el conjunto resulte una auténtica maravilla tanto a nivel espacial como visual.
En este caso, los auténticos protagonistas del estadio son el acero, del que están constituidas las diversas ramitas del nido, y los “cojines” hinchables de ETFE (copolímero de etileno-tetrafluoretileno), un teflón transparente y liviano muy resistente, situados entre ellas, que hacen que desde el exterior el estadio proyecte una imagen acolchada, como si se tratara de un plumífero o anorak.
En el interior del estadio, los arquitectos suizos emplearon materiales como la pizarra para señalizar los recorridos interiores, combinados con bambú, con bloques de piedra y pequeños jardines cubiertos, todos ellos símbolos de la cultura china.
Una auténtica maravilla que brilla por la noche y que comparte aspecto y material en su luminosa piel compuesta también por burbujas de ETFE, que nos remite al fantástico Estadio Arena Allianz de Múnich, que acogió el Mundial de Fútbol celebrado en Alemania en 2006, otra de sus grandes obras.
Pasamos ahora al centro acuático de Londres 2012, obra de la fallecida arquitecta Zaha Hadid: Una arquitecta cuyo lenguaje arquitectónico posee una indiscutible personalidad. Sus propuestas rompen con lo común, lo lineal. Sus edificios con formas curvas, tridimensionales, nos trasladan, en este caso, a las geometrías fluidas del agua en movimiento. Elementos todos ellos fácilmente reconocibles de su obra.
La maravillosa cobertura ondulada del Centro Acuático de Londres parte del suelo como una onda, como un nadador a punto de lanzarse al agua para reproducir el movimiento ondulatorio, en forma de “S” del estilo mariposa, el más difícil de los estilos de natación, porque requiere unos niveles de fuerza, coordinación y condición física muy elevados que comparte complejidad y técnica con la estructura de nuestra construcción.
Este edificio fue diseñado sobre un eje perpendicular, que actúa como la columna vertebral de un nadador, pero que no trabaja sola, sino que necesita de los grandes núcleos articulares del cuerpo y de un importante volumen de masa muscular que dé estabilidad al conjunto.
En nuestro caso, esos elementos unificadores de fluidez son las tres piscinas: entrenamiento, competición y buceo que componen el centro, cuyas conexiones y comunicaciones interiores forman ese “volumen muscular” que da solidez al conjunto.
Su estructura está formada por una serie de cerchas de acero apoyadas en tres grandes machones de hormigón armado. La cubierta, una estructura de arcos parabólicos, se orienta según el eje principal de las piscinas, variando su inclinación y altura hasta transformarse, en su extremo noroeste, en un impresionante voladizo de 30 metros, siguiendo el ciclo de brazos antes de entrar las manos en el agua.
Entre sus materiales cabe destacar que el techo realizado en acero y cubierto de aluminio está hecho con material 100% reciclado.
Dejamos de lado a Brasil 2016 para llegar a Tokio 2020
El hecho de que la ciudad ya contara con alguna que otra infraestructura deportiva, proveniente de los Juegos de Tokio 1964, sumado a la situación actual que se está viviendo a nivel mundial, la crisis sanitaria, la económica y muchos otros factores derivados de la pandemia, habrá influido para que Tokio haya optado por la discreción y, en cierta medida, por “la austeridad” y aunque muchos de los proyectos planteados seguramente hayan supuesto un alto coste económico, han decidido que todo quede en casa y plantear una arquitectura olímpica más bien discreta, pero no por ello indiferente.
Los nuevos equipamientos que se han construido en la bahía de Tokio, en el distrito de Ariake y las islas artificiales de Odaiba son obra de estudios de arquitectura japoneses. Todos los proyectos están basados en la sostenibilidad, la reutilización y adaptación de las infraestructuras con el fin de que estas tuvieran continuidad y uso en el futuro, encontrando y mostrando el equilibrio entre innovación y sostenibilidad.
Entre las ocho proyectadas, merecen especial atención:
Plaza Deportiva polivalente Musashino Forest, obra del estudio de arquitectura de Nihon Sekkei. En ella se han celebrado los encuentros de bádminton y las pruebas de esgrima del pentatlon moderno y será también una de las instalaciones de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Se prevé que en el futuro dará servicio a las numerosas necesidades deportivas que se han desarrollado en los últimos años, cumpliendo uno de los objetivos principales del gobierno metropolitano de convertir a Tokio en Sports Metropolis.
Su uso polivalente hace de ella una instalación integral y multifuncional. Lo más destacado de ella es el gran alero de entrada que se fusiona con el Estadio Ajinomoto creando un singular espacio y su espectacular cubierta que se asemeja al caparazón de una tortuga gigante. En la simbología japonesa este animal se asocia con la longevidad. Un símil muy acertado para una instalación que se pretende que en el futuro albergue una amplia variedad de eventos tanto deportivos como culturales.
La segunda es el Centro deportivo Arena Ariake, obra del el arquitecto Kume Sekkei. Una imponente estructura, sede del vóleibol olímpico, inspirada en la arquitectura tradicional nipona, compuesta por una cubierta convexa, sobre una superficie plana que en realidad es una isla artificial. El espacio está rodeado por plantas y agua, una referencia directa de la tradición japonesa. Tras los juegos, esta imponente estructura se convertirá en un espacio recreativo y cultural. Será la sede del baloncesto en silla de ruedas durante los Juegos Paralímpicos.
Esta edición de las Olimpiadas pasará a la historia por su discreción, austeridad y sobriedad, junto con la ausencia de espectadores: Una inmerecida medalla de bronce para unos Juegos Olímpicos que, a nivel de arquitectura, podrían haber estado en lo más alto y haber sido recordados como unos de los mejores, ya que en la historia de su arquitectura cuentan con arquitectos de la talla de Tadao Andao, Kenzō Tange, Toyo Ito, y la pareja formada por Kazuyo Sejima y Ryūe Nishizawa (SANAA), entre otros.
El carácter de los japoneses (nobles y honrados), excesivamente perfeccionistas en su trabajo, minuciosos, rápidos, detallistas, prácticos, respetuosos con la tradición, pero fascinados por la innovación, ha quedado exquisitamente reflejado en los spots y videos promocionales de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Los ejemplos más claros son el spot de la televisión francesa (y revista cuatrimestral para los amantes de la cultura japonesa Eikyō). Un luchador de sumo practicando algunas de las nuevas disciplinas olímpicas: skate, escalada…con las puertas Torii de fondo. Y el anime promocional de las Olimpiadas, que muestra a su mascota en acción compitiendo sin descanso. Ambos, una auténtica maravilla.
Sin embargo, estas Olimpiadas no han brillado como se esperaba. El esfuerzo, el mimo, la imaginación y el buen hacer se han visto eclipsados por un maldito virus que nos ha alterado las costumbres, los protocolos y los hábitos. Pese a ello, la llama olímpica ha permanecido en todo lo alto y los deportistas han dado todo de sí para alcanzar la gloria reservada a unos pocos, a los mejores.
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