En 2017 Colson Whitehead penetró en la esfera de los literatos ilustres estadounidenses al ser condecorado con el premio Pulitzer y el National Book por una misma novela. Ingresó así en un selecto grupo de escritores en los que figuran nombres como William Faulkner, John Updike y A.Walker. El revuelo, convertido y empaquetado como el acontecimiento literario del año, respondía al nombre de El ferrocarril subterráneo.
La novela de Whitehead clavaba su mirilla en la esclavitud que azotó su país de origen en el siglo XIX. Una denuncia edificada mediante una ucronía que partía de un pedazo atroz de su historia para ser reimaginada bajo un matiz realista con fugas fantásticas. El ferrocarril subterráneo al que alude el título fue en realidad una red clandestina en los Estados Unidos y Canadá articulada para ayudar a los esclavos afroamericano a huir de las plantaciones de algodón del sur y del insoportable yugo racista en el que se amparaban estas. A través de este acontecimiento real Whitehead reintepreta la historia, convirtiendo lo simbólico en literal; mediante una red de ferrocarril subterránea por la que huye Cora, la valiente y sufrida protagonista de la novela. A partir de ese punto el lector asiste al angustioso y desesperado trayecto por el paisaje racista que encuentra ahora acomodo en el brillante traslado a la pantalla orquestada por Barry Jenkins bajo el apoyo logístico de Amazon.
Dividida en diez bloques de generosa extensión, exceptuando el episodio 7, el trabajo desempeñado se muestra estrechamente fiel a la fuente original. Si bien se permite algunas licencias argumentales y formales, que no desdibujan para nada el espíritu de la obra original, por lo general la obra televisiva rezuma un respeto caudaloso con la ingeniería narrativa y temática de Whitehead. El logro mayúsculo que se puede atribuir al director ganador del Oscar es el de vehicular mediante las imágenes el pulso taquicárdico y angustioso que recubría las páginas de la novela, sus pasajes oníricos y fantasiosos en choque con el realismo crudo generalizado, y por haber ampliado, incluso, la dimensionalidad de algunos de sus personajes —en especial el inolvidable Ridgeway, el cazarrecompensas tras los pasos de Cora que interpreta un descomunal Joel Edgerton. Esta apuesta televisiva se coloca en las antípodas de Them, otra revisión en clave de terror racial alojada recientemente en la misma plataforma.
También ayuda a apuntalarla como una de las apuestas más firmes del curso televisivo la fascinante carcasa visual desplegada, sin temores, dentro de su contemplativo ritmo. Jenkins coloca el tenso y crudo relato en un marco stendalhiano. Concibe la puesta en escena y todos los elementos que entran en juego como un lienzo de efecto subyugante. La mayestática fotografía de James Laxton —con un uso inteligente del color, los encuadres y los movimientos de cámara— suman en este visionado hipnótico en que brota belleza estética de los rincones más oscuros y pérfidos del alma humana. El director de Moonlight vuelve a cubrir su paleta de referencias con su predilección por cineastas autores: Claire Denis, Wong Kar Wai, Paul Thomas Anderson o Terrence Malick parecen ser invocados en el ambiente pictórico y arrebatador que impera en el apartado formal de este laborioso y detallista trabajo.
También sobresale un casting compuesto por nombres irrefutables del séptimo arte para dar vida a los personajes blancos, así como rostros desconocidos para los de tez más oscura. Entre los primeros, junto a Joel Edgerton en la piel del impecable y torturado (y torturador) cazarrecompensas, el siempre fiable Peter Mullan en el rol del padre de este. En el otro polo racial, Thuso Mbedu carga con el cuerpo molido y la piel descuartizada de Cora, Chase Dillon da forma al inquietante ayudante de Ridgeway y Aaron Pierre es el valeroso Caesar.
En resumidas cuentas, Jenkins ha levantado una magnífica red ferroviaria que mantiene, durante la mayor parte de su trayecto, el ancho de vía implantado por Whitehead, pero abierta a tramos de mayor extensión y profundidad. Una miniserie que revive los demonios y fantasmas de las lacras no erradicadas del país del dólar mediante una arrebatadora historia sobre horror, herencias familiares inextirpables, libertad y esperanza en medio de un infierno avivado por lo más bajo de la condición humana cuando se cree superior a otros.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!