Alastair Bonnett nos lleva fuera del mapa, nos extraña a no lugares inexplorados, que parecen extraídos de una deep web geográfica. Cuando los sitios no parecen reales sino fruto de la ensoñación idílica o perversa nos acordamos de imaginativos novelistas y de antiguos exploradores, que llegaron a hacernos dudar de la veracidad de sus crónicas. Si hay otros mundos y están en este, la prueba irrefutable es el apasionante recorrido que el geógrafo británico despliega ante nuestros ojos incrédulos y fascinados –y si alguien aun duda, el autor añade las coordenadas de Google Earth, donde ha sido posible.
Dudamos si se habla de geografía o experiencia, si lo que algunos privilegiados han hollado con sus pies es un lugar real o una lúcida distopía de Tarkovsky, y baste con repasar los títulos de los capítulos de Fuera del mapa (Blackie Books, 2017) para desear salir sin equipaje tras sus pasos o quedarnos paralizados ante el pasmo del descubrimiento. A lo largo de esta no guía de viajes de no lugares, hallamos ciudades invisibles, cementerios habitados, islas artificiales, estados sin territorio, rotondas apátridas, aeropuertos-ciudades o festivales paradisíacos. Como reconoce Bonnett, los cuarenta y ocho lugares que componen el libro fueron elegidos porque le obligaron a repensar lo que él sabía sobre la noción de lugar: No se han elegido por ser meramente extravagantes ni espectaculares, sino porque poseen el poder de provocar y desorientar.
¿Qué sitios poco explorados y casi desconocidos podemos recorrer en las páginas de esta obra? Islas que figuran en los mapas desde hace cientos de años y que recientemente se descubrió que no estaban allí. Junto a las islas fantasmas como Sandy Island, hallamos urbes antagónicas como San Petersburgo y Leningrado que, pese a ser rebautizada, nunca ha llegado a desaparecer –la primera estatua de Lenin sigue allí. El boom constructivo de La Meca –que ha destruido el 95% de la antigua ciudad, incluso su nombre ha cambiado a Makkah–, sumado a la llegada de tres millones de peregrinos al año, nos habla de un flujo económico descomunal que ha atraído a las marcas de lujo y franquicias internacionales, según la ciudad se aleja de la realidad, también va emergiendo como lugar de fantasía y crítica […] una presencia que nunca podrá extinguirse del todo.
¿Os suena el desierto de Aralkum? Es un lugar antinatural que muestra que la adaptación orgánica ya no puede seguir el ritmo del impacto humano. Una pista: El suelo está tapizado de conchas descoloridas y barcos en ruinas, bordeado de piscifactorías y pueblos abandonados… La sorprendente revelación de Bonnet nos pone sobre la pista de los secretos que empieza a desvelar su identidad geográfica, confirmando leyendas que se remontan a la Edad Media.
¿Ciudad de los vivos o de los muertos? Una de las atracciones turísticas de El Cairo es la Ciudad de los muertos, en la que viven cincuenta mil personas en tumbas y medio millón en casas construidas entre ellas. Siempre hemos creído simplemente que se trataba de una opción low cost, hasta que nos adentramos en una historia que va más allá de la miseria: la reformulación de la relación espacial que tiene la gente con los muertos, ya que en sus orígenes los cementerios egipcios no se diseñaron solo para estos. Los antropólogos refutan la idea de un escenario de desesperación y en Fuera del mapa descubrimos una auténtica estructura social y urbanística, en la que incluso se puede prosperar. Por otra parte, la mayor ciudad muerta del mundo sí existe y fue víctima de la guerra entre Azerbayán, Armenia y sus aliados, por el enclave de Nagorno-Karabaj, se llama Agdam y la escala de su destrucción es apocalíptica, en testimonio de los escasos visitantes que han desafiado a las minas terrestres.
Otro ejemplo interesante de no lugar es la tierra de nadie, ese limbo burocrático que parece destinado a funcionarios corruptos y aventuras agotadoras y que puede ser una carretera, una isla o un paso fronterizo que intensifica en el viajero la excitación del recorrido; Es el caso descrito de Paso Canoas –entre Panamá y Costa Rica– uno de esos sitios crepusculares, huidizos, de atmósfera turbia, que igual son objeto de guerras seculares que se abandonan y olvidan, en cuanto pierden su interés económico o geoestratégico. Como afirma Bonnett, la ferocidad y el ingenio con que la gente se aferra a los lugares que les importan demuestra que estos son un rasgo definitorio de su identidad, aportando ejemplos de topofilia como el de Twayil Abu Jarwal, una de las cuarenta aldeas beduinas no reconocidas en el desierto del Néguev. Estos asientamientos son descritos por el planificador urbano Steve Graham como urbicidios, es decir, intentos de aplastar toda resistencia política destruyendo las infrastructuras físicas y sociales de la vida urbana.
Zona muerta, espacio sin nombre, espacio en blanco, espacio liminal, vacío urbano… la imaginación creativa ha generado neologismos que lo mismo se aplican a lugares deshabitados, construidos con fines políticos, evacuados por conflictos o desastres medioambientales. Los mapas morales de antaño ayudaban a situarnos en un paisaje ético, como analiza el autor, y propone –en lugar de borrar de las cartografías– conservar como manifestaciones de la codicia y la ignorancia lugares como la ciudad fantasma de Kangbashi o el pueblo empapado en amianto de Wittenoom (Australia). Por otra parte, son numerosos los casos de proyectos de futuro fallidos y abandonados, consecuencia de un estado de permanente transitoriedad y falta de consenso, a la manera del Parque arqueológico de la inconclusión siciliana, el nombre con que un grupo de artistas italianos bautizó al pueblo siciliano de Giarre en su intento de reclamar el paisaje contemporáneo, de encontrar tanto belleza como dramatismo dentro de una espectacular lobreguez.
¿De quién es el espacio aéreo? El nacional se extiende hasta veinte kilómetros mar adentro, así que queda mucho espacio por reclamar. ¿Pueden comprarse los retazos de suelo que quedan entre edificios contiguos o espacios residuales? Sí, el proyecto de Gordon Matta-Clark Fincas falsas (Fake States) es un referente per a los artistas psicogeográficos, ya que con su crítica reduce al absurdo la obsesión por la propiedad privada.
Fuera del mapa expone cuestiones que raramente nos planteamos y al margen de ofrecer o no respuestas, sus reflexiones extraordinarias avanzan más allá de la curiosidad de Diez cosas que no sabías… para desvelar la relación entre historia, política, ecología, derechos humanos, codicia y antropología, obligándonos a dudar de si lo leído ha sido un viaje simbólico o vital.
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