Emma Suárez (Madrid, 1964) no necesita mucha presentación a estas alturas. Con uno de los recorridos más sólidos de la cinematografía española, ha jugado con el teatro, el cine y la televisión. Una actriz que siempre ha optado por proyectos poco convencionales y con directores jóvenes o noveles como Julio Medem, Isaki Lacuesta o Ana Rodríguez Rosell; también ha formado parte del club de Almodóvar. Ahora se atreve con el mexicano Michel Franco, que estrena en España Las hijas de Abril, film que le ha procurado a su director el Premio del Jurado en la categoría Un Certain Regard del Festival de Cannes 2017, la segunda sección en importancia del certamen y que acoge las películas más innovadoras y atrevidas de cineastas habitualmente menos conocidos o noveles.
Emma Suárez interpreta a Abril, una madre de aura bohemia y fiel seguidora del Namasté, que visita a sus hijas, Valeria -que tiene 17 años y está embarazada- y Clara, de 34 años, que viven juntas en Puerto Vallarta.
Rodada en orden cronológico y con el sonido ambiente como banda sonora, como la vida misma, la historia se presenta como una suerte de tragedia clásica griega, donde el instinto maternal ciega a Abril hasta desbancar a su joven hija. Una drama femenino que la misma Suárez califica de duro, pero también sorprendente.
INÉS CALERO: Cuando comenzaste el rodaje de “Las hijas de Abril”, venías de interpretar a Julieta, ¿cómo se encara un proyecto así después de ser chica Almodóvar y ganar dos Goya a mejor actriz de reparto y a mejor actriz protagonista?
EMMA SUÁREZ: Eso son circunstancias que tampoco afectan a la composición del personaje y al desarrollo del carácter y del trabajo. Sí que es cierto que Michel Franco había visto Julieta (2016) y le había gustado mucho. Yo estaba en plena promoción de Julieta cuando Michel me ofreció este proyecto. Lo leí y me pareció muy interesante, un proyecto con un personaje increíble, muy complejo. Y era una oportunidad para trabajar con Michel Franco, que es un cineasta mexicano con muchísimo talento. Había visto su filmografía Después de Lucía (2012), Chronic (2015) y me gustó muchísimo. Es un director muy potente que además te agarra las tripas y te remueve. Te deja inmovilizado durante un tiempo. Me parecía una oportunidad marcharme a México y rodar con él. Fue muy interesante el trabajo en Puerto Vallarta.
I.C.: ¿Qué fue lo primero que pensaste al ver el guión de esa madre que transita de madre comprensiva y moderna a gran villana de la función, sin apenas cambiar de registro?
E.S.: Lo primero que pensé fue el temor y el miedo de enfrentarse a un proyecto muy difícil y no saber si iba a ser capaz de hacerlo. Por eso necesité hablar con él. Tuvimos una conversación telefónica en la que él me hablaba de su forma de trabajo, de cómo rueda y de sus intenciones a la hora de abordar este personaje. Cuando terminó la conversación, al colgar, sentí que tenía que hacer esa película. Y para mí era imprescindible que el personaje tuviera luz y que el espectador empatizara con esta mujer tan misteriosa, ambigua y que fuese descubriendo a lo largo de la película el desconcierto que provoca este personaje.
I.C.: Entonces, ¿justificas al personaje y sus acciones?
E.S.: Bueno, como actriz no es que lo justifique o no lo justifique. Mi responsabilidad es defender ese personaje y que acompañe al espectador. Creo que Abril es alguien que existe, es alguien real; hay muchas Abriles en el mundo. Para mí también es una metáfora del virus que vivimos los seres humanos. Esa contaminación que hay ahora mismo en el mundo, en el sentido de la falta de códigos morales, de cómo se han perdido los valores humanos, de la necesidad de afecto. En ese sentido defiendo al personaje. Creo que es una mujer que va buscando desesperadamente un abrazo y que, partiendo de esa carencia, es alguien que sufre un desequilibrio y un trastorno y que provoca infinidad de desastres. Claro que no puedo compartir con ella su forma de actuar pero sí que he tratado de comprenderla. Y, en ese sentido, intento que el espectador también entienda un poquito a ese personaje y que provoque cierta reflexión.
No te digo que la quiera, pero sí que la entienda. Y, en esa medida, no justifico sus actos pero como actriz he tratado de entender por qué actuaba así. Es verdad que cuando te encuentras con personajes que rompen los límites, que traspasan las barreras de la moralidad, casi siempre llegas a la conclusión de que son personajes que tienen una profunda necesidad de afecto y que eso es lo que provoca estas actitudes.
I.C.: Aparentemente, Abril es una madre moderna, serena, que practica yoga, y luego ves que cambia su comportamiento radicalmente, lo que deja perplejo al espectador.
E.S.: El yoga es el recurso que ella utiliza para convencerse a sí misma de que es una persona equilibrada. El yoga es un ejercicio que está muy de moda en México y ahora, generalmente, en todo el mundo. Y todas las personas que son equilibradas y luego cuando rascas un poquito ves que se esconden todo tipo de trastornos, como los de Abril.
I.C.: Tu personaje es una mujer joven y todavía deseable, que podría pasar por hermana de sus hijas, y está dispuesta a todo para lograr sus objetivos. ¿Crees que hacen falta más roles de madre villana en el cine en español, que generalmente idolatra la maternidad?
E.S.: Abril retrata muy bien la pérdida de identidad, la pérdida de conciencia, de alguien que está desconectada de sí misma. Michel Franco está especialmente interesado en el universo femenino, también quería hablar de las adolescentes que se quedan embarazadas y de la responsabilidad de la maternidad. Porque ninguna mamá nace aprendida, la maternidad es un territorio en el que uno, a su pesar, siempre comete errores y además los comete con los seres que más ama, que son los hijos.
Creo que hacen falta personajes femeninos, directoras mujeres, hace falta que se valore más y se represente más el mundo femenino en general. En todas las artes. Y que se reconozca el trabajo de las profesionales.
I.C.: Porque si el personaje de Abril fuera un hombre, la reacción del público sería completamente distinta.
E.S.: Sí, sería completamente distinta. Nadie juzgaría a Abril si fuese un hombre, su personaje sería más fácilmente comprensible y aceptado. Es curiosa esta contradicción, porque ¿por qué se perdonan más fácilmente ciertas actitudes masculinas y, sin embargo, no a las mujeres?
I.C.: En el cine mexicano reciente se ha enmarcado más en la narcoviolencia o la comedia. ¿Cómo encaja esta película dentro de esa narrativa y ese contexto?
E.S.: La película ha funcionado bien allá donde se ha estrenado, se estrenó en México y también en Francia. Espero que también vaya bien en España, donde hay una industria pequeña y a veces el mundo de la exhibición no apoya a las películas como debería. Vamos a cruzar los dedos y a ver si hay suerte.
Y bueno, Michel Franco es un director ya bastante reconocido y consolidado. En México, Michel se ha convertido en un cineasta de prestigio y muy respetado, que apoya muchísimo la cinematografía mexicana; además de que se exhiben fuera sus películas y se reconocen. Es un director que siempre ha presentado en Cannes y siempre ha tenido premios en el guión o en la dirección. En México se están haciendo grandes proyectos. Hay muy buenos directores allí, ya no hablo de Guillermo del Toro, Alejandro Cuarón o Carlos Reygadas. Hay gente muy buena, este año en Cannes había una representación mexicana increíble, como Gael García Bernal o Diego Luna.
I.C.: En cambio, parece que los directores españoles no cuajan en Cannes.
E.S.: Bueno, la industria española es muy pequeña, no tenemos apoyos y es muy difícil sacar proyectos adelante, porque no hay financiación. Eso es muy triste. Es una pena que la cultura en España no sea apoyada, es la educación, la identidad de un país. Esto lo hace más complicado. Es una lucha constante el tratar de dignificar este espacio al que nos dedicamos. Nos lo ponen muy difícil y ahí está también el desafío.
Y, bueno yo ahora tengo un proyecto para rodar el año que viene en Argentina con una directora de allí, Celina Murga. Pero en España, nada.
I.C.: Después de todos tus reconocimientos, ¿notas que ha cambiado tu carrera o la manera de enfocarla? ¿Dirías que te llegan más proyectos?
E.S.: Este es un momento muy especial, de mucha gratificación, sobre todo también porque las películas en las que he participado son proyectos muy respetados. Además, ha coincidido que se han ido estrenando de forma encadenada. Ya no solamente Julieta, La próxima piel (2016), Las furias (2016). También hice Falling (2016), de Ana Rodríguez Rosell, que no tuvo mucha repercusión, pero también hay que mencionarla. Y ahora Las hijas de Abril (2017) y La zona (2017), una serie impecable que se estrena ahora en Movistar. Me siento muy afortunada por todo esto, pero sí que me gustaría que hubiera más proyectos. No solamente para mí, ¿eh? Sino para los directores y las directoras, y la gente que nos dedicamos a esto con pasión y que nos dedicamos en cuerpo y alma a cada proyecto que hacemos. Y bueno, es muy complicado.
Como decía, está difícil y no llegan proyectos. No es una cuestión de talento, hay muchísima gente con talento. Es un problema de la industria.
I.C.: A estas alturas de tu carrera como actriz, ¿en qué te fijas para aceptar o descartar un personaje?
E.S.: En el guión y en el director. El guión porque es el primer contacto con el proyecto y es lo que me puede provocar la necesidad de implicarme en el personaje. Es el guión, el personaje y el director, ése sería el triángulo. El guión es la base del trabajo a desarrollar, el director es la mirada del proyecto y el personaje es lo que me aporta a mí el vehículo para expresar la idea del director.
La Abril de Emma es una madre al límite de todo: de la juventud, de la inmadurez, incluso al límite del rol de madre. Una madre villana, alejada del coraje, el apego, la protección o el amor de otros personajes femeninos. Estafa, engaña y defrauda a sus hijas con inquinidad, implacable, ambiciosa y dispuesta a todo, con tal de salvaguardar su juventud. Madre, abuela y ¿metáfora de Agripina? Véanla y juzguen.
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