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Música

El harén del tigre

En Vidas salvajes, Música miércoles, 9 de julio de 2014

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

Tom Jones es el Julio Iglesias de las Islas Británicas, aunque de mejor voz. Mujeriego confeso, la esposa con la que lleva desde los 17 años llegó a agredirle al enterarse (¿?) por los medios de comunicación de una de sus infidelidades. Lo que le jodió no fue saberlo (el “Tigre de Gales” decía acostarse con 250 groupies al año) sino que lo cacareara y lo tuviese que asimilar mientras desayunaba. Tom cantó Sex Bomb quizás para recordar a esa estirpe de hombres que piensan que “más es más”.

Quizás porque el espíritu de Dean Martin le poseyese al habitar la mansión del célebre crooner en las laderas de Bel Air o porque quería dejar de cantar al desamor que proclama en It’s not Unusual, Tom tuvo unos excesos que no por ser conocidos dejaron de ser más escandalosos. Ya se sabe lo que suponen mediáticamente esos líos de faldas en su natal Gran Bretaña, así que hizo bien en irse a Los Angeles, donde en un momento dado si le hubiese faltado trabajo habría podido ir a San Fernando, otra colina californiana ilustre, para hacer porno (sólo es una sugerencia). Todo un tigre este muchacho de cabello ensortijado que aprovechando que vivía en Bel Air se acercó a ver al primo del Príncipe heredero y le enseñó a no seguir lamentándose de ser un pagafantas.

Esa fue la fórmula enrevesada en la que llegó Tom Jones a los hijos de los que tenían los vinilos en el mueble de la sala de estar. Esta proclama a modo de autoafirmación musical de aquellos que tienen mala suerte en el amor, de apenas dos minutos, caló tanto en la audiencia española que el baile de Carlton plagó de imitaciones las fiestas patronales de cualquier pueblo de nuestra castiza “Piel de Toro”. Un país al que Tom regresó la pasada semana, con 50 años más, una voz a prueba de autotune, y una colección de Oh Yeahs en coalición con una parroquia que apenas rozaba la media entrada. Sir Tom Jones dio y regaló momentos para recordar. Se puede decir que ya no es aquel mozalbete que cantaba a medias con Janis Joplin en el show con su nombre, pero él sí ha sabido soportarse, aguantar el estrellato y mantenerse en él.

Sus patillas pasaron a mejor vida, pero esa voz de hijo de minero y de trabajador de la construcción se ha mantenido digna sin arrastrarse por los escenarios. Además, existe la paradoja de que fuese nombrado Sir por la Reina Isabel de Inglaterra, tras huir de sus draconianos impuestos. Melinda, su mujer, hablaba no hace mucho de regresar a la Green green grass of home entonada por su marido, a pesar de que el Sol de California y las cazafortunas del contorno pudiesen pesar demasiado en la decisión final de no hacerlo.

Esperemos que el bueno de Tom haya aprendido la lección y no vuelva a tener un desliz y un hijo secreto en el camino, un retoño que no tuvo más opción que reconocer tiempo después. Ahora entenderéis algunos de los paralelismos con nuestro ilustre Julito, quien ha tenido que lidiar con similares situaciones. Cosas de vecinos, Julio también residía en esta zona y consagró un álbum a este fértil territorio. ¿Para cuándo un dueto?

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