Tras Adieu au langage, que ganó en Cannes el Premio del Jurado en 2014 (exaequo con Mommy), Jean-Luc Godard ha sido seleccionado de nuevo con su último filme Le livre d’image, que con una eclosión intensa, rápida y abigarrada de datos visuales y sonoros ha sido un gran comienzo de viernes. El director de Pierrot le Fou, cuya imagen preside la 71 edición de este festival, redescubre los principios de la imagen en movimiento y su potencial para crear arte, para comunicar y para revolucionar el mundo. En su película, está construida como un collage de imágenes, de cine clásico con citas propias y otras, que bombardea nuestra retina, tan cargado de significado que no basta un visionado para llegar a su fondo. Le livre d’image nos emociona. El arte es militante o no es y la tesis de Godard no admite titubeos.
Jia Zhang-Ke (Más allá de las montañas) ha presentado en La Croisette Ash is Purest White, en la que regresa al noir con su esposa, la actriz china Zhao Tao. La película transcurre de nuevo en la región de las Tres gargantas, provincia de Shanxi y es una historia de amor y gánsteres que queda muy debajo de sus obras anteriores. La historia de Quiao, quien, tras ser liberada, es rechazada por Bin, el jefe mafioso local y que causó su encarcelamiento al salvarle ella la vida en Datong, muestra su endeblez a lo largo de dos horas de metraje, en las que, una vez más, el director expone la crisis de valores y la corrupción que revela/causa la modernización de su país, simbolizada en las grandes obras públicas, el desplazamiento de millones de chinos, la música occidental (los grupos que se reunen en lugares públicos no hacen taichi, sino que bailan en formación al ritmo de Village People).
Como en otras ocasiones, Zhang-Ke divide su film en tres períodos temporales para incidir en las consecuencias que las costumbres y la política han tenido en la evolución de las personas. En este caso, además, Zhang-Je –quien, por otra parte, ha sido elegido miembro de la Asamblea nacional, tras su historial de represión y censura– toma como símbolo el abandono de las leyes del hampa, el código de lealtad y “buenas maneras” que, incluso entre delincuentes, asegura el cumplimiento de ciertas normas de convivencia dentro de la hermandad.
Argentina ha sido representada con éxito por Luis Ortega (Historia de un clan) y El ángel, un filme que ha hecho disfrutar al público, que ha empatizado de inmediato con una historia de género negro, en la que la crónica de sucesos –basada en una historia real de 1971, en Buenos Aires– se reviste de un inaudito encanto, gracias a la “angelical” personalidad de su protagonista Carlitos (el debutante Lorenzo Ferro), un sociópata de 17 años, con pinta de querubín. A lo Atrápame si puedes, este Pequeño Nicolás, interpretado con gran carisma, dota a su personaje de un carácter coherentemente desconcertante, rompiendo esquemas y prejuicios, para ofrecer como resultado un filme original y bien realizado, en el que la intimidad, psicología y sexo son tratados con elegancia y valentía. Chino Darín, como Ramón, compañero de fechorías, Cecilia Roth, como madre del “Ángel” y el veterano Daniel Fanego, son un más que eficaz apoyo en una historia que mereció una larga ovación y cuyo protagonista real está todavía cumpliendo condena como el preso más antiguo de Argentina.
No queremos dejar de hacer mención al estreno del filme de animación Un día más con vida, una coproducción internacional (España, Hungría, Bélgica, Polonia y Alemania) dirigida por el español Raúl de la Fuente junto al polaco Damian Nenow. Basada en la obra homónima del periodista Ryszard Kapuscinski, la película combina animación y documental (entrevistas con los supervivientes de la guerra civil de Angola que acompañaron al escritor en su viaje de tres meses, en 1975), para seguir su viaje suicida al corazón del conflicto y contar de primera mano la implicación de la CIA, a través de la República Sudafricana, en los ataques al MPLA. De factura impecable, Un día más con vida se pierde lamentablemente en la hagiografía, aunque su interés merece que sea tenida en cuenta.
Acabamos esta crónica con una deslumbrante película dirigida por el belga Lukas Dhont. Girl es un filme intimista protagonizado por un adolescente transexual, cuyo proceso de reasignación de sexo es vivido por su familia, equipo médico-psicológico y entorno escolar con la mayor naturalidad y comprensión. El realismo de Girl y el amor que rebosa nos han cautivado con su minuciosidad y calado emocional, lejos de sensacionalismo o morbo, pues la pretensión lograda era la claridad, la limpieza, la “inocencia” que nace del personaje de Lara y la exploración de su identidad. La dificultad para encontrar actor/actriz protagonista –ya que a su talento interpretativo debía sumarse su cualificación en danza clásica–, se superó con éxito tras audicionar a más de 500 jóvenes entre 14 y 17 años. La interpretación del actor Victor Polster es sobresaliente, considerando además que carga con todo el peso del film, comprometido en la visibilización de sus emociones. La primera película de Lukas Dhont opta a la Cámara de Oro y esperamos que no salga de vacío en esta 71 edición del Festival.
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