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Ocho pistas sobre «Lo que esconde Silver Lake»

En Cine y Series 25 diciembre, 2018

Philipp Engel

Philipp Engel

PERFIL

Hay películas que te dicen cosas, y otras que te hablan sin parar. Y Under the Silver Lake –me resisto a la traducción española, Lo que esconde Silver Lake, que le resta poesía (hasta un prosaico El misterio de Silver Lake hubiera estado mejor)–, el esperadísimo nuevo film de David Robert Mitchell, tras la revelación que supuso It Follows (2014), encaja como un guante de seda forjado en hierro en la categoría de películas que pueden llegar a obsesionarte. Sobre todo si eres blanco, varón, y perteneces a una de las últimas generaciones analógicas, para las que este monumento a la cultura pop, significativamente repleto de tumbas, podría erigirse como el testamento definitivo. La película, a pesar de todo rodada en digital, llega a los mejores cines –no por casualidad, porque nada es casualidad en Under the Silver Lake– el próximo 28 de diciembre, día de los inocentes. Vayan a verla, si pueden. Sobre todo, si son varones, blancos y analógicos.

TRÁILER. No soy de esos críticos ultra neuróticos que necesitan ir a ver las películas completamente vírgenes. En ocasiones veo tráilers, leo las críticas de los otros, y tampoco le temo a los famosos spoilers. Pasado casi un lustro de la revelación que supuso It Follows, era de todas formas prácticamente imposible resistirse al tráiler de Under the Silver Lake. Así que lo vi unas cuantas veces. En modo obsesivo. Sí, ya desde el tráiler, porque precisamente habla de un joven, Sam (Andrew Garfield), que se obsesiona con las pistas que encuentra en toda clase de derivados de la cultura pop, con la esperanza de dar con una chica que acaba de conocer (Riley Keough), y con la que, claro, se ha obsesionado. Sobre todo después de que esta desapareciera, de la noche a la mañana, del clásico complejo de apartamentos angelinos, construidos en torno a la piscina, en el que ambos residen. Sam recolecta pistas para resolver el misterio, y componer la visión de un todo, de la misma manera que nosotros analizamos el tráiler, para imaginarnos cómo será esa película que nos morimos por ver. Es un tráiler espejo, y resulta imposible escapar a su reflejo.

Silver Lake

Andrew Garfield.

CONSPIRANOIA. La historia del cine, la de la cultura pop en general, y la de Estados Unidos en particular, está plagada de conspiraciones. Pero la contracción de conspiración y paranoia resulta especialmente seductora porque permite imaginarnos una trama que transcurre, primordialmente, en el tortuoso laberinto mental del protagonista, alguien proclive a tomarse muy en serio las pistas que otra persona, digamos más equilibrada, hubiera desechado como meras fantasías. Y Sam detecta tantas señales, que no puede dejar de creérselas.

Under the Silver Lake tiene mucho de ese genuino despertar adolescente en el que descubrimos que todo está conectado. Y se desarrolla como un gigantesco puzzle de referentes, ya sean reales o inventados, que interconectados con lógica paranoica, se convierten en una estimulante experiencia narrativa, que sigue los cauces de una azarosa investigación detectivesca. Un crítico veterano afirmaba el otro día en redes que la película era un poco como Pynchon contado a los niños un autor que DRM confiesa, por cierto, no haber leído nunca. Quizás tampoco haya leído a Don DeLillo, Jim Dodge o Tom McCarthy, por citar a otros escritores marcados por la conspiranoia, pero no importa, porque si La subasta del lote 99, de Thomas Pynchon, se publicó a mediados de los 60, no tenemos conciencia de ningún director de cine que se haya atrevido a armar una trama conspiranoica a partir de una tan vasta telaraña de referentes. Ok, está el reciente ejemplo de Ready Player One, pero Ernest Cline, y luego Spielberg, se ciñen a la subcultura de los 80, mientras que Under the Silver Lake es otra cosa. La elegía de un mundo que no volverá, y remonta al cine silente.

Lo que esconde Silver Lake (David Robert Mitchell, 2018)

La ventana indiscreta de Silver Lake.

HOLLYWOOD. Under the Silver Lake es la (tercera) película de un tipo que ha crecido en un suburbio de Michigan, y que por fin ha llegado a la Meca del cine, como la Naomi Watts de Mulholland Drive (David Lynch, 2001), clásico con el que se hermana a través de la presencia del siempre extraño Patrick Fischler, que aquí encarna a un experto en detectar pistas de la conspiración por todas partes, incluso en cajas de cereales. DRM hasta se ha traído de Michigan su primera película, The Myth of American Sleepover (2010), que integra en la trama de Under the Silver Lake.

Un curioso ejemplo de cine dentro de un film, que parece querer abarcar toda la historia del cine. Desde la tumba de la estrella silente Janet Gaynor a James Dean, pasando por un omnipresente Hitchcock, no solo porque podría ser el enésimo homenaje a Vértigo, sino también por La ventana indiscreta, que marca el inicio y el final del film, y porque Sam tiene algo también del Anthony Perkins de Psicosis. No es de extrañar que la primera opción para encarnar a la desaparecida que roba el corazón de Sam fuese Dakota Johnson, nieta de Tippi Hedren

 Silver Lake (

Riley Keough, la Marilyn de Silver Lake.

MARILYN. ¡Riley Keough es la nieta de Elvis! Y todo el mundo sabe que Elvis no murió en agosto de 1977, ya que ha sido avistado en no pocas gasolineras. Simuló su propia muerte, porque estaba harto de sí mismo, de la fama, era agente de la CIA, o lo que fuera. Pero esa Riley Keough, obsesionada con Cómo casarse con un millonario (1953), es sobre todo Marilyn Monroe, el primer mito sexual de todos nosotros –blancos, varones y analógicos. No es de extrañar que DRM, que ya nos gratificó con una gloriosa escena de piscina en It Follows, reproduzca el mítico baño de Marilyn desnuda en Something’s Got to Give, la película (inacabada), que rodó justo antes de que la mataran, porque como todo el mundo sabe fue víctima de una conspiración.

La presencia de Riley Keough resulta fascinante, porque incorpora dos leyendas en una, más incluso de lo que Sam podría leer en ella. Las leyendas urbanas se multiplican en el film, y Sam busca respuestas escuchando discos al revés, un gesto eminentemente analógico, que me recordó mi primera conspiranoia, de cuando tenía 10 años y era fan de los Beatles: Paul is Dead.

CANCIONES. En Under the Silver Lake hay un hombre viejo que lo compone todo, sugiriendo que ningún impulso de rebeldía adolescente escapa al control del sistema. No es más que una metáfora de algo muy obvio, que el sistema siempre lo acaba absorbiendo todo, reciclando la contracultura en consumo. Pero tiene su gracia. No se sabe si ese monstruoso Burt Bacharach tendrá en su haber la melodía de «Never my Love«, de la banda californiana The Association, que permanecerá por los siglos de los siglos asociado al principio de Under the Silver Lake. El hit de los 60 contribuye al aire atemporal de un film sin embargo anclado en el presente por la presencia de un dron, utilizado para fines perturbadoramente voyeurísticos.

En el tráiler, cambia bruscamente al enloquecido «Add it Up», de Violent Femmes, un clásico que, misteriosamente, desaparece de la banda sonora del film. Sólo suena en el tráiler. En su lugar, Andrew Garfield nos gratifica con un patoso bailoteo al son de «What’s the Frequency Kenneth?», canción inspirada en otra leyenda urbana: la pregunta que el popular locutor Dan Rather contó que le había planteado un desconocido que le asaltó sin motivo aparente. Pero, el primer single del Monster (1994) encaja sobre todo como emblema generacional. Aunque Andrew Garfield tenía poco más de 10 años cuando salió el disco de R.E.M, a DRM el hit le pilló con 20 años bien cumplidos. Sea como fuere, Sam es el último representante de aquellas generaciones que crecieron entre los algodones de la sociedad de consumo o del estado de bienestar, hasta que se dieron de bruces con la crisis, sin más opciones que las de darse cuenta de que sus colecciones de fetiches pop, su único tesoro, no sirven absolutamente para nada. Es uno de esos niños que se resistieron a crecer, y ahora yacen como juguetes rotos.

Lo que esconde Silver Lake (David Robert Mitchell, 2018)

LOS ÁNGELES. Más allá de Hollywood, Under the Silver Lake es una oda a esa ciudad que parece Castelldefels multiplicada por diez millones, y que está pensada como un paraíso del automóvil, en el que sólo los parias o lo más bajo de servicio se desplazan a pie o en transporte público. De ahí que nos duela muchísimo que Sam pierda su coche. Es ahí cuando nos damos cuenta de que realmente ha tocado fondo, que ha llegado a un punto de no retorno, ya que quizás no haya manera de sentirse más extranjero, en un sentido tan literal como existencial, que siendo peatón en Los Ángeles.

Recuerdo que, tratando de llegar a pie de Venice Beach a Beverly Hills, un paseo de tres horas, acabé perdido en una calle únicamente habitada por miembros de Hare Krishna. Bastante impresionante. El momento Repo Man de Under the Silver Lake, cuando le quitan el coche, también me recordó al pedestre agente secreto de la novela El rapto de Britney Spears, de Jean Rolin, que llega a mapear toda la red de transporte público de L.A. como para demostrar que es posible moverse sin coche en L.A., o al joven británico de En Los Ángeles sin un plano, novela, bastante de culto, de Richard Raynor, llevada al cine por Mika Kaurismäki en la muy reivindicable Colgados en Los Ángeles, otro homenaje a Vértigo,en el que el protagonista, que no sabe conducir, también llega a quedarse sin coche. Sam, que alguna vez fue aspirante a guionista o a actor, está perdido en Los Ángeles, pero tiene todo el mapa de la ciudad en la cabeza, y está dispuesto a pateársela entera, para dilapidar sus últimas esperanzas.

Silver Lake

PLAY-BOY. La película es, claro, un homenaje a Los Ángeles, pero vista con los ojos de un varón, blanco, analógico y fan de la revista fundada por el malogrado Hugh Hefner. Sam le rinde homenaje de la forma más obvia posible, y DRM, más sutilmente, homenajea la portada, protagonizada por Janet Wolf (Junio 1970), calcando la muerte de uno de los personajes, que se zambulle tiroteado en el lago del barrio angelino (ver póster). Tras la presentación del film en Cannes, los detectores de sexismo enloquecieron, más cuando toda la película es un constante desfile de modelos, aspirantes a actrices y metidas a prostitutas, como si fuera la relación causa efecto más natural del mundo. La estética del film rebosa del hedonismo que marcó las décadas de los años 60 y 70. Pero hay algo más. Es en la oficinas de Playboy, donde Robert Anton Wilson y Robert Shea, que se encargaban de las cartas de los lectores, idearon, más allá de Pynchon o de Don DeLillo, lo que se considera la cima de la conspiranoia: The Illuminatus! Trilogy, algo así como un cuento de hadas para paranoicos, que es un suma y sigue satírico de todas las leyendas urbanas posibles, con especial hincapié en los famosos Illuminati, una sociedad secreta de infinitos tentáculos que controlaría el mundo… Tampoco sabemos si figura entre las lecturas de DRM, pero una vez más: poco importa. La amalgama mitómana de Under the Silver Lake sigue siendo bastante única en su género, por lo menos en cuanto al cine.

Puro vicio (Paul Thomas Anderson, 2014).

Puro vicio (Paul Thomas Anderson, 2014).

NEONOIR. Y bueno, quizás no hayamos insistido lo suficiente en que, antes que un almanaque pop tan cerebral como abstracto u onírico, Under the Silver Lake se inscribe con naturalidad en esa larga tradición del neonoir angelino que va de los Harpers de Paul Newman y El largo adiós (Robert Altman, 1973), hasta por supuesto la genuinamente pynchoniana Puro vicio (Paul Thomas Anderson, 2014), pasando por innumerables títulos. Digamos de paso que la mirada de PTA es mucho más madura que la visión post adolescente de DRM, y que el Doc Sportello interpretado por Joaquin Phoenix es más psicodélico que Sam, al que las drogas tampoco le van ni le vienen. Y sin embargo, hay algo en esta apabullante amalgama, en el pueril deseo de querer abarcarlo todo, de lograr la obra más totalizadora posible, que en un primer momento causa desconcierto, y más adelante admiración, porque Under the Silver Lake, esa suma sin reparos, se parece a tantísimas cosas, pero acaba siendo fundamentalmente única, tan extraña como extraordinaria. Tan seductora por fuera, como triste y demoledora por dentro. Hay que reconocer que tiene más vicio que la del maestro PTA. Es mucho más adictiva.

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