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Yo no veo telenovelas, las ve mi madre

En Cine y Series 13 enero, 2021

Aníbal Moltó Barranco

Aníbal Moltó Barranco

PERFIL

Explorando las entrañas del catálogo de Netflix, hallamos una de las telenovelas más famosas de la historia de la televisión: Pasión de Gavilanes. Recuerdo que esta ficción fue emitida en España entre mediados de 2005 y principios de 2007, sin pasar desapercibida. Las aventuras de los atractivos hermanos Reyes y las hermosas hermanas Elizondo fueron objeto del interés de la mayoría de televidentes españoles, popularidad que iría paulatinamente convirtiéndose en un auténtico fenómeno de masas. En boca de todos, consiguió que se dejara de hablar de fútbol y de política para comentar las intrigas de ambas familias terratenientes. Solo en España, esta ficción contó con una audiencia de casi dos millones y medio de espectadores diarios.

Pero la pasionmanía no se limitó únicamente al éxito de audiencia de sus capítulos. Su tema principal, Fiera Inquieta (popularmente conocido como ¿Quién es ese hombre?) sonaba a todas horas, en emisoras de radio y televisión, su banda sonora superó en ventas a El canto del loco, manteniéndose como líder durante varias semanas. Más allá de lo cuestionable en cuanto a su calidad musical, la canción era retorcidamente pegadiza, entonando su estribillo, incluso aquellas personas que no veían la serie.

He de admitir, no sin sonrojo, que sucumbí a los encantos de esta historia de amor y venganza, reconociendo su mérito en cuanto a su capacidad de captación. Gente como yo, que huye de los culebrones como de la peste, acabó aficionándose a esta reina de las telenovelas. Pero ¿qué tenía? ¿Por qué era tan atrayente y entretenida? ¿Por qué esta producción consiguió seducirme de una forma que otras similares nunca pudieron? Creo que nunca lo sabré. Visto con ojo crítico y la perspectiva del tiempo, la serie tenía más defectos que virtudes. La historia era intrascendente y predecible, las interpretaciones sobreactuadas, la banda sonora simplona y los personajes irrisoriamente planos y carentes de profundidad. Sin embargo, a pesar de su innumerable cantidad de deficiencias, esta serie consiguió que estuviera casi todo un curso renunciando a dormir la siesta.

No obstante, pese a su innegable popularidad, se escuchaba con mucha frecuencia una frase extremadamente recurrente: Yo no veo telenovelas, las ve mi madre. Reconozco que hice, más de una vez, uso de esta tópica expresión. Ocultábamos esta inconfesable afición como si de una perversión sexual se tratase. Nuestra fama podía verse mancillada al saberse tan terrible verdad, ya que ese tipo de contenidos estaban reservados para chonis, marujas e ignorantes.

Haciendo retrospectiva y visto todo con diferente óptica, creo haber llegado a una conclusión. En muchas ocasiones, pecamos de snobismo cultural al hablar de nuestras aficiones. Tendemos a mostrarnos exquisitos, a intentar demostrar que únicamente consumimos contenido de calidad. La vanidad nos hace caer sistemáticamente en la arrogancia, la soberbia y la presunción intelectual dentro del mundo del entretenimiento. Nos empeñamos en demostrar que somos refinadamente selectivos en cuanto a lo que vemos, leemos y escuchamos. Si el cine de superhéroes está de moda, negamos todo interés por él, alegando que está hecho para niños. Rosalía se convierte en un fenómeno, pero rechazamos seguirla, porque no nos dejamos llevar por lo mainstream y negamos leer cómics argumentando que es para mentes en desarrollo.

Ocultábamos esta inconfesable afición como si de una perversión sexual se tratase.

Si bien mi generación disfrutó de joyas como El señor de los anillos o Friends, también se deleitó con bazofias como Crepúsculo o Los Serrano. Nuestros padres, por su parte, gozaron con Blade Runner y la serie británica Arriba y abajo, no obstante, siendo más jóvenes, mataron el tiempo con Los ángeles de Charlie o Grease, obras no precisamente de culto. Con ello quiero decir que los placeres culpables son inevitables. Las mentes más brillantes del mundo han recurrido, sin duda alguna vez, alguna vez en su vida, a basuras simplonas para evadirse. Si hay días para ir a un restaurante con estrellas Michelin y otros para comerse una buena hamburguesa colesteroleica, también hay momentos para visionar un filme de culto y otros para verse una película de cine comercial, incluso una frívola telenovela. No todo va a ser Bergman o Lynch.

telenovelas

Es inocuo meter un poco de basura en la mente, lo importante es consumirla con moderación. Hay que ser capaz de diversificar nuestras actividades y no tener miedo a tocar todo tipo de contenido. Es más, variar aquello que consumimos nos hace apreciar las buenas obras de aquellas que no lo son, aunque solo sea para estimular nuestro espíritu crítico. No hay que dejarse llevar por los prejuicios o por la opinión general, al fin y al cabo la única opinión que nos debe importar es la nuestra propia. No se puede criticar ninguna obra sin que haya sido consumida con anterioridad, o como diría Nietzsche, solo se puede juzgar aquello que se ha vivido y se ha superado.

Así pues, debemos ser humildes y aceptar que, en cierto modo, somos capaces de disfrutar ciertas cintas que son bodrios incuestionables. Por otro lado, deberíamos definir nuestro propio criterio y no dejarnos llevar por las opiniones ajenas. Lo importante es ser capaz de distinguir entre buen y mal contenido, y tras una reflexión crítica, ser audaz y liberándose de las presiones sociales, desatarse, levantarse y gritar al mundo: ¡Mi madre ve telenovelas, pero yo también!

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1 comentario

  • bebarol80

    bebarol80 15 enero, 2021 2:08 pm

    Yo vi esa telenovela. En mi opinión la gracia era, para los televidentes españoles, que los actores y actrices estaban buenísimos y podríamos haberla visto con el sonido quitado. Hay que decir que el uso del habla colombiana hacía que en los españoles no captáramos momentos muy divertidos, haciéndola tal vez plana. Ya en lo referente al snobismo cultureta, estoy absolutamente de acuerdo. No me jacto de ver de todo pero me choca que me miren despectivamente por ver un reality. Hay que ver de todo, sobretodo para opinar!