El universo expandido superheroico de DC empieza a ver algo de luz. Y todo gracias a Wonder Woman, una película dirigida con fuste de artesana por una mujer, Patty Jenkins, y protagonizada por una diosa del Olimpo a la que pone cara una Gal Gadot estupenda, capaz de aunar inocencia con fuerza bruta.
Si el tono a partir ahora va a ser este, el de una cinta de aventuras de ley trepidante que proporciona un par de horas de entretenimiento escapista, las próximas la Liga de la Justicia y Aquaman podrían confirmar el fin de la tristeza en el cuartel general de DC Comics. A continuación van tres razones para creer en el primer filme en solitario de la Mujer Maravilla.
Trae la diversión y el cine de barrio a DC
Sí, al fin. El hombre de acero y Batman v Superman: El amanecer de la justicia se perdían en sus tonalidades oscuras y su pesadez existencial. Y Escuadrón suicida fracasaba en su empeño de crear una película de acción con carisma, ritmo, y chispa. En esencia, Wonder Woman es un relato de aventuras clásico sobre una superheroína que debe encontrar su lugar fuera de su mundo idílico –no está lejos en estructura y espíritu de la reciente Vaiana de Disney.
Jenkins se acerca a ese viaje homérico echando mano de la diversión desprejuiciada cercana al tono de los tebeos originales de DC más festivos. Aquí hay amazonas que vuelan por los aires, puertas interdimensionales, dioses del Olimpo disfrazados de humanos, villanos alemanes adictos al gas mostaza –mucho ojo con la dupla formada por Elena Anaya y Walter Huston-, y una Gal Gadot como la Mujer Maravilla levantando tanques alemanes con una mano y repartiendo hostias como panes.
Su romanticismo blanco e inocencia
Puede sonar cursi, pero Wonder Woman recupera la mirada de niño en el cine de superhéroes. Y eso es de agradecer, más aún en el universo DC, donde todo siempre es muy grave y muy triste. Aquí la noción de heroísmo es pura, sin complicarse la vida en dilemas morales de baratillo. Ahí está ese grupo de mercenarios que acompañan a Gadot y que aprenderán a comprometerse por una causa justa. O el personaje de Chris Pine, un joven espía que personifica a esos hombres justos y honestos del cine clásico de Hollywood: esos héroes de una pieza a los que ponían cara Gary Cooper o James Stewart.
La relación que se establece entre Gadot y Pine es propia de un folletín de los años cuarenta y rebosa un candor casi infantil. Una historia de amor blanca, pero resultona en la gran pantalla, que es probable que mucha gente no sepa apreciar: les parecerá ñoña.
Una tarzana en Londres
Hay un momento del filme, en que el personaje de Chris Pine saca de la bolsa un par de ejemplares con las obras de Edgar Rice Burroughs. Sí, el creador de Tarzán. Un homenaje nada disimulado a esa figura pop y toda una declaración de intenciones. La mujer maravillas es una buena salvaje que una vez fuera de su hábitat natural –una isla regentada solo por guerreras amazonas- se comportará como el Johnny Weissmüller en la mítica Tarzán en Nueva York.
Es más, la manera de ver el mundo de Wonder Woman es el de una niña grande, y eso le convierte en la superheroína más compasiva y carismática del cine moderno. Es imposible no caer rendido a sus pies porque no tiene ni una pizca de maldad; solo irradia esperanza.
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