Dentro de la sección Open Horizons del Thessaloniki International Film Festival se ha proyectado Whispers of War, dirigida por Florian Hoffmann. Se trata de un interesante filme cuya gestación comenzó en 2016, con un minucioso trabajo de investigación y documentación sobre una de las facetas menos conocidas del conflicto kurdo-turco: la guerra mediática. La película narra el dolor del Khalil, un maestro de escuela en Berlín, que se niega a considerar que su hermana ha muerto en manos del ejército turco, y que se aferra a su desaparición con la esperanza de hallarla con vida.
El bloqueo de noticias sobre los ataques a la población civil y las agresiones cotidianas de que son objeto los habitantes de Cizre y otras ciudades de población kurda, con la presencia de tanques y violencia institucionalizada del ejército turco, ha propiciado que las filmaciones en streaming difundidas por internet sean los únicos testimonios que las víctimas pueden hacer llegar a otros países, en la esperanza de que sus voces sean escuchadas. Esos susurros de guerra son sin embargo apagados por otras noticias más populares y priorizadas en las redacciones de televisiones y periódicos, a través de presiones de lobbies, ejercidas desde varios países europeos.
En una de esas filmaciones, Khalil cree escuchar la voz de su hermana y la reconoce como la persona que se juega la vida filmando, y pide a su contacto en Berlín que prepare una llamada con ella. A partir de ese momento, los luchadores en el exilio le presionan para que su novia periodista difunda las imágenes que hacen llegar a Occidente ocultas en pequeños electrodomésticos, a cambio de organizar ese esperado encuentro. Las leyes del mercado de la información son implacables y las dificultades para difundir una noticia que carece de la espectacularidad requerida para no cambiar de canal y mantener la atención obligan a traspasar los límites de la ética periodística en una vuelta de tuerca que sube el volumen, redobla el sonido del tiroteo y multiplica el eco de los gritos de terror… En la guerra como en la guerra y la información es un poderoso campo de batalla cuyos límites explora sin temor esta película.
La verdad no es suficiente y ese es uno de los poderosos mensajes que nos envía Florian Hoffmann en Whispers of War, pero no el único. El trauma del pasado y los esfuerzos para construir de nuevo en una tierra extranjera en la que se construye un nuevo microcosmos con paisanos y enemigos, trasladan el conflicto a un nuevo escenario, donde los enfrentamientos se producen en la calle, en manifestaciones vigiladas por la policía alemana y en las aulas donde los niños de ambos bandos reflejan la actitud de sus propios padres.
El director, que ha conocido de primera mano el conflicto y se ha educado rodeado de kurdos y turcos, ha reflexionado sobre una cuestión con múltiples facetas y ha preferido el formato ficción al documental, para poder mostrar el alcance del enfrentamiento en el terreno familiar, en la intimidad de una pareja, expresando hasta qué nivel se pueden modificar el comportamiento y las emociones. Dos de las secuencias del filme condensan aquello que ha impulsado a su director a crear su película: En la primera, en plena noche en una redacción de televisión solitaria y silenciosa, Khalil (Hadi Khanjanpour) y su novia Leila (Kristin Suckow) manipulan la grabación clandestina para que llegue a los requerimientos de una audencia anestesiada, incapaz ya de emocionarse ante el dolor que a fuerza de repetitivo les ha insensibilizado. Unos días antes, es un alumno quien ha filmado una visita de la clase a la misma redacción y es el maestro quien ha editado ese video inocentemente. En la otra, el conflicto surgido en la clase entre una niña kurda y un niño turco obliga a convocar al maestro de ambos y al padre de este, que en una incómoda espera en un pasillo de la escuela rompen el hielo con chistes sobre su propio conflicto.
Las guerras silenciadas, difundidas según las necesidades de los lobbies de la información y la política —y entre las que cabría incluir el conflicto saharaui-marroquí—, la necesidad de alzar la voz, de gritar, de superar esos susurros estériles, así como la manipulación de la información y los conflictos entre pueblos y naciones, su penetración en la esfera privada y la «contaminación» de otras sociedades lejanas que han acogido inmigrantes y refugiados, son temas candentes que por sí solos merecen más de un filme. Hoffmann, con enorme ambición, abarca un gran conflicto con una amplia perspectiva y múltiples facetas, consiguiendo hacernos llegar su mensaje y sobre todo abriendo una reflexión que llega incluso a atisbar el diálogo como solución sin perder nunca la esperanza.
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