La recta final del festival ha estado marcada en los primeros días por dos películas pertenecientes a la filmografía del este de Europa, una rusa y otra polaca, ambas ambientadas en épocas anteriores a la caída del muro de Berlín.
Captain Volkonogov Escaped es el nuevo largometraje de la pareja Natasha Merkulova y Aleksey Chupov que ya habían participado a la Mostra en 2018, en la sección Orizzonti, con The Man Who Surprised Everyone, una parábola sobre la resistencia a la muerte del hombre ruso. Esta vez la pareja nos lleva en la época de las purgas de Stalin de los años treinta. El protagonista es un capitán de la seguridad nacional rusa, Fedor Volkonogov (el actor Yuriy Borisov) que, a causa de una crisis de conciencia, busca a las víctimas de las persecuciones políticas para pedir perdón de sus actos, buscando una redención que parece, sin embargo, imposible.
Merkulova y Chupov realizan una cinta muy dura basada en un ritmo narrativo muy sostenido que, a veces, choca con la ambientación de los años treinta del siglo pasado, pero que da razón a la violencia que caracteriza lo actos y la vida del protagonista y del departamento al que pertenece. En la película sobran momentos repetitivos junto a otros realizados con cierta originalidad, en lo que se refiere al planteamiento estilístico. Estos no son sin embargo suficientes para regalarnos una obra redonda y completamente convincente.
Mejor el filme del polaco Jan P. Matuszynski que transcurre en una época más cercana, la Polonia de 1983. El país está sacudido por el caso de Grzegorz Przemyk, un estudiante de bachillerato condenado a muerte por el ejército polaco. Inspirada en hechos reales, la película, nos cuenta la historia del joven Jurek (interpretado por el joven Mateusz Górski), único testigo de lo hechos que un día para otro se convierte en el enemigo número uno del estado. Un estado tiránico (el de General Jaruzelski) que pone en marcha el entero aparato de servicios secretos, policía, medios de información y tribunales, para aniquilar al “enemigo” y a las personas que los rodean, incluidos la familia y la madre de asesinado.
La película en las casi tres horas de su duración pasa en reseña la multitud de perspectivas que caracterizaban el régimen comunista de la época como si se tratara de un espejo formado por varios estratos que es necesario no romper para que el equilibrio narrativo se mantenga. Matuszynski, en su segundo largometraje, lo consigue de forma bastante convincente, pese a algunos momentos algo pedantes, entregándonos una obra potente de cine político y de denuncia que deja un regusto amargo frente a la descripción del perfecto y perverso mecanismo de control de un régimen totalitario en la vida social y familiar de los individuos.
El argumento de America Latina de los hermanos Fabio y Damiano D’Innocenzo se centra en Massimo Sisti, titular de un gabinete de dentista que vive en una villa aislada en Latina (ciudad situada en el sur de la región de Lazio), dentro de un marco familiar que parece tranquilo y corriente. La mujer y sus hijas son la razón de su vida, su felicidad y la recompensa para una existencia volcada en el trabajo y en la familia. Un día Massimo (interpretado por Elio Germano) baja al sótano de su casa y algo totalmente absurdo posee su vida. A partir de es momento la existencia del hombre entra en un infierno psicológico que minuto tras minuto se hace siempre más angustioso hasta al imprevisto desenlace.
Los pantanos y la humedad de la zona donde se desarrolla la película son el marco de una historia que los hermanos D’Innocenzo cuentan con su conocido estilo—ya visto en Favolacce (Queridos vecinos), premio por el mejor guion en Berlín en 2020— pulido, pero que transmite en todo momento una sensación desagradable de inquietud y desasosiego. Esta vez, sin embargo, los extravagantes realizadores no han sabido controlar debidamente el material dejándonos una obra desequilibrada, exagerada en planteamiento narrativo y definitivamente inaguantable por su insistencia en subrayar de forma exagerada las tensiones que vive el personaje principal.
Francia y Filipinas han cerrado la sección. Un autre monde de Stéphane Brizé es el tercer capítulo de la trilogía sobre el trabajo idead por el director galo empezada en 2015 con La loi du marché al que siguió en 2018 con En guerre. Protagonista de las tres películas es siempre Vincent Lindon. Si en los dos anteriores largometrajes interpretaba a un trabajador despedido después de 25 años de actividad en el mismo establecimiento y a un sindicalista, en esta última entrega es el director de una empresa de electrodomésticos. Separado de su mujer (Sandrine Kiberlain) y con un hijo con problemas psiquiátricos, Philippe es víctima de las decisiones incoherentes y con consecuencias dramáticas para los trabajadores de los jefes americanos para los que trabaja.
Brizé nos presenta un retrato duro del mercado del trabajo contemporáneo, de las leyes despiadadas sobre el que se rige y que pretende siempre victimas, sacrificadas a las leyes de la producción y del provecho económico. El marco de denuncia social se enlaza muy bien con los avatares personales del protagonista que paulatinamente llega a una toma de conciencia que proviene de una reflexión acerca de los sacrificios que ha tenido que hacer a lo largo de su vida. Una evolución que la película cuenta con un estilo simple, pero eficaz donde la cámara de Brizé sigue con naturalidad los personajes y que en lo que se refiere a la forma de describir una determinada tensión ético-política recuerda el cine de Ken Loach o de compatriota Robert Guédiguian.
On The Job: The Missing 8 del Filipino Erik Matti es una película barroca, excesiva, formalmente cautivadora, que conquista al espectador por su ritmo muy bien sostenido, pese a sus tres horas y media de duración. Continuación de la anterior On the job de 2013, se presenta inicialmente como una denuncia sociopolítica del estado de corrupción que vive actualmente Filipinas para después convertirse en una película que juega con habilidad con el género del gangster movie a lo Scorsese. Los protagonistas son de hecho dos peones de un sistema de poderes. Por un lado, el periodista Sisoy, anteriormente defensor del gobierno y del alcalde de La Paz, con el que, sin embargo, entra en conflicto cuando empieza a investigar la desaparición del director del periódico para el que trabaja y con él otras siete personas. Por otro lado, Roman, un detenido que sale varias veces de prisión para ser utilizado como sicario y que una vez condenado a cadena perpetua decide conseguir en cualquier manera una nueva libertad.
El largometraje de Matti es una obra coral que intenta analizar, utilizando la verdadera historia de la desaparición de ocho personas, una realidad de Filipinas, de la que la prensa no habla nunca y está protagonizada por políticos, gánster, periodistas y asesinos a sueldo. El director no quiere expresar juicios morales sino que intenta entrar en la mente de los personajes dejándonos una cinta sin pausa hasta su desenlace que, como siempre ocurre en esta clase de obras, es amargo.
Fuera de concurso dos producciones americanas de taquilla han dominado la sección: The Last Duel de Ridley Scott y la película de terror Halloween Kills producida por Universal, segundo capítulo de una nueva trilogía que retoma el argumento de la famosa saga empezada en 1978 con el ya famoso Halloween de John Carpenter.
Con sus 84 años Ridley Scott no ha perdido su capacidad de hacer cine en gran escala con producciones de gran envergadura y con actores de renombre, aunque no siempre la calidad alcanza la de sus obras más apreciadas como Los duelistas, Alien, Blade Runner, o El gladiador. Seguramente no podía quedar indiferente a un guion basado en un hecho histórico acerca del último duelo legal en Francia durante la Guerra de los los cien años en el siglo XIV. The Last Duel está protagonizada por Jean de Carruages (Matt Damon) y Jacques Le Gris (Adam Driver) amigos hasta que el segundo viola a la esposa de Carruages, Marguerite (la actriz inglesa Jodie Comer). El hombre niega, mientras ella con coraje rompe el velo y acusa públicamente al agresor poniendo en riesgo no solo su reputación sino también su vida. De aquí la decisión de resolver la disputa con un duelo a la última sangre bajo el juicio de Dios.
El guion, escrito por el mismo Scott, Nicol Holofcener, Matt Damon y Ben Affleck (que también tiene un papel en la película) cuenta la misma historia, desde la diferente perspectiva de los dos hombres y de la mujer en un evidente homenaje a Rashomon de Akira Kurosawa. La repetición no resulta nunca cansina y sobre todo en la versión femenina de Marguerite hay una evidente denuncia sobre la violencia de género (tema muy actual) que cobra valor por la eficacia narrativa y por la intensidad de la actuación de Jodie Comer que hace muy creíble el coraje demostrado por esta mujer del siglo XIV.
Halloween Kills, dirigido por David Gordon Green, es el enésimo carnaval de matanzas espectaculares y sanguinolentas que caracteriza esta clase de productos cinematográficos donde el miedo deja paso al golpe de efecto que en realidad la mayoría de las veces es bastante previsible. En este último capítulo de la serie la invulnerabilidad de Michel Mayers (el asesino protagonista con su ya mítica máscara blanca) se convierte todavía más en la metáfora del mal y de la violencia que termina por poseer a todos los protagonistas atrapados en la búsqueda de una venganza que resulta imposible y solamente dañina. Es este el aspecto más interesante de la cinta con Jaime Lee Curtis (León de Oro a la carrera este año, junto al actor y director italiano Roberto Benigni) retomando el personaje de Laurie que la lanzó en el lejano 1978.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!