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“Top Gun: Maverick”, La supervivencia del blockbuster

En Cine y Series martes, 31 de mayo de 2022

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Top Gun: Maverick comienza con una escena que define perfectamente no solo el personaje principal de la historia, sino también el tono de toda la película: cuando Maverick se entera de que van a cancelar el programa de vuelos hipersónicos en el que participa, arriesga un avión de pruebas (y su propia vida) para alcanzar la velocidad Mach 10 necesaria para que no se cierre el programa.

Es una demostración de chulería, un “aquí estoy yo y mis cojones”, que sintetiza con enorme precisión todo lo que Top Gun: Maverick tiene que ofrecer. Porque no hay mucho más, no. No al menos a nivel argumental, donde la película se reduce a un esquema extremadamente simple que el cine de aventuras ha repetido mil veces antes: hay una misión (casi) imposible, hay un entrenamiento para superar esa misión, y luego está la propia misión. Y ya.

En medio, un personaje, el de Maverick, que 36 años de cine —los que han transcurrido desde su primera aparición en Top Gun (Ídolos del aire)— han convertido en icónico. El paso del tiempo ha tratado muy bien a la famosísima cinta de Tony Scott —a quién está dedicada esta secuela—, sin estar precisamente ni entre lo mejor de Scott ni entre lo mejor de los años 80, la película ha ido ganando una especie de culto, alimentado entre otros por un esperpéntico Quentin Tarantino y su ya clásico speech, incluido en la película Duerme conmigo, acerca de la homosexualidad latente en los personajes protagonistas.

Top Gun: Maverick

Cruise, supongo que perfectamente consciente de esto, ha orquestado un (¿auto?) homenaje a Maverick y a Top Gun (Ídolos del aire). No parece que pueda haber muchas otras lecturas detrás de la decisión de rescatar a ambos, personaje y película, 36 años después, en un mundo completamente distinto en el que ni personaje ni película encajan. Por un lado, abundan las citas a la primera parte: desde una repetición de la icónica escena de los chicos jugando en la playa (eso sí, con una canción esta vez espantosa), hasta el rescate de una de las mejores canciones de la banda sonora original de la primera película, pasando por la dolorosa (pero conmovedora) aparición del personaje que interpretaba Val Kilmer… en la ficción, como en la realidad, aquejado de un cáncer de garganta.

Y, por otro lado, Top Gun: Maverick ya avisa, desde su título, que lo que vamos a ver no va a alejarse mucho ni de Tom Cruise ni de la filosofía macho men que impregnaba la película de Scott. No es, ni mucho menos, una ruptura con lo propuesto en la primera parte… y aquí es donde precisamente la cosa empieza a ponerse interesante. Porque lo que hace de Top Gun: Maverick una propuesta inusual es precisamente que reivindique su condición de blockbuster de 2022 desde unos postulados propios de los años 80 del siglo pasado.

Top Gun: Maverick

Cruise prescinde aquí, pues, de toda esa ironía autoconsciente que caracteriza el humor de casi todo el blockbuster actual. No se busca sorprender al espectador, no se pretende ser más listo que el espectador, no se persigue el impacto emocional aislado ni se articula la narración en pequeñitos bloques de significado —como ocurría, por ejemplo, en la lamentable Free Guy— para resetear cada dos por tres la atención del espectador, no sea que vaya a cansarse.

Nada de todo esto vamos a encontrarlo aquí. Casi podría decirse que la película carece de ambiciones más allá de la de entretener contando su historia, y esto es ciertamente notable tratándose de una película que, obviamente, necesita hacer mucho dinero en taquilla para recuperar la inversión.

Digamos que Top Gun: Maverick parece hecha hace 30 años, y no en pleno siglo XXI, y no nos equivocaríamos de mucho. Y esto es algo que puede gustar más o puede gustar menos, pero (como mínimo) hay que  respetar el arrojo que se necesita para poner en circulación una película tan cara como esta alejándose de ciertas convenciones que parecen ya inamovibles en este tipo de productos, como por ejemplo el uso de efectos especiales digitales, algo que, como es bien sabido, Cruise evita siempre que puede.

Top Gun: Maverick

Y aquí es donde, sin duda, tenemos que ir a parar: la cuestión de que estamos ante una película de Tom Cruise, probablemente una de las últimas estrellas que quedan en activo del Hollywood clásico. Su presencia condiciona todo el producto, y por lo tanto ha de entenderse Top Gun: Maverick más como una película suya que no de su director, Joseph Kosinski.

Y como película de Tom Cruise, sin llegar a la excelencia de sus misiones imposibles, la única opción posible es rendirse ante un blockbuster que está a años luz, pero a muchos años luz, de la media que vomita cada año Hollywood: costará ver esta temporada un producto de masas tan bien acabado, con un pulso narrativo tan excelente, y en general con unas prestaciones tan dignas.

Tampoco es que Top Gun: Maverick sea, ni mucho menos, la película del año. Pero demuestra la urgencia que tenemos de miradas clásicas como la de Cruise que sepan destacar entre tanto blockbuster adocenado, rodados todos de la misma manera y con la misma fotografía, hasta el punto de que uno ya no sabe si está viendo Jungle Cruise, o Uncharted o La ciudad perdida, porque todas parecen la misma película.

Es gracias a esfuerzos como los de Tom Cruise o Christopher Nolan, que se empeñan en seguir estrenando blockbusters al margen de las reglas establecidas por el Hollywood actual, que este tipo de películas sobrevive con un mínimo de dignidad. Por eso, ni a Cruise ni a Nolan, pero tampoco ni a James Wan ni a Michael Bay, por citar solo a algunos: no nos los merecemos a ninguno de ellos.

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