Quién se queda y quién se va en el juego de la transformación urbana.
Gentrificación es una palabra dura, algunos prefieren por ello emplear otros términos tales como regeneración, renovación o directamente, evolución. Gentrificación significa que un barrio de corte humilde de pronto se coloca en el punto de mira de un sector de la población con mayor poder económico, que acude en masa a este recién descubierto territorio para vivir o para abrir negocios, de tal manera que toda la zona experimenta una revalorización que acaba desplazando a los vecinos de siempre que no pueden afrontar el encarecimiento de la vida. ¿Está experimentando Ruzafa un proceso de gentrificación, o simplemente se regenera? ¿Qué ha pasado con quienes ya estaban allí antes de que la tendencia hiciese saltar todo por los aires para reorganizarlo de forma diferente al caer?
Como casi conocí este barrio por un compañero periodista de nombre Toni Martínez, decido llamar a su puerta y solicitarle sus impresiones acerca del fenómeno. Lo tiene muy claro: sí existe gentrificación. Me dice que entre otras cuestiones, el proceso ha cambiado la fisionomía del barrio, que se ha adecuado a las necesidades de quienes vienen a tomar una copa o a cenar. Que los pisos ahora son más caros, que muchas tiendas de toda la vida han tenido que cerrar, que solo se abren bares. Y un punto muy importante: que el hecho de que muchos vecinos hayan abandonado Ruzafa o estén pensando en hacerlo, puede provocar la desmovilización del barrio.
Sin embargo, ¿son negativas todas las consecuencias de este auge? C. Barraca, un amigo que ha estado viviendo allí últimamente, me apunta también otras ideas: hay vecinos de los históricos a quienes la entrada de sangre económica nueva les ha beneficiado en gran medida. Comercios que han aguantado el tirón y ahora tienen muchísimos más clientes. Me dice que por cuestiones de trabajo ha visitado grandes megalópolis con barrios gentrificados hasta las entrañas y que el caso de Ruzafa no es tan drástico, al menos todavía. Que sencillamente está experimentando una serie de cambios que no necesariamente tienen que ser negativos para los residentes previos al boom, si se llevan con precaución y tratando de mantener un equilibrio saludable.
La verdad, no sabría decantarme por una postura u otra. Probablemente no haga falta hacerlo. Es difícil juzgar cuando la situación de cada vecino es tan distinta. Al empresario de un nuevo local nocturno le está dando de comer la misma coyuntura que a otro le obliga a bajar la persiana y hacer las maletas. Pero a la vez, el bar de siempre haciendo chaflán podría haberse hundido de no ser por el público venido de otros puntos de la ciudad. Si Ruzafa se gentrifica o no, es una cuestión que admite todo tipo de opiniones, una conversación interesante que hay que tener. En caso de ser cierto, si el proceso no es irreversible, se podría reconducir. Si no es cierto y lo que se vive es una transformación no traumática, entonces adelante con los cambios.
El aborigen es aquel originario del suelo en que vive. Pero el suelo muta y produce nuevos aborígenes. Y así una vez y otra hasta que el concepto “original” se difumina y se borra como las huellas de los primeros. No hay aborígenes que recuerden que una vez fueron extraños.
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