La gira eléctrica de 1965 y 1966 formó un vínculo extraordinario entre Bob Dylan y la banda que le acompañó, todavía conocidos en ese momento como los Hawks. Se trataba de Robbie Robertson a la guitarra, Rick Danko al bajo, Richard Manuel al piano, Garth Hudson al órgano y Levon Helm a la batería, aunque este último no completó la gira y abandonó a finales de 1965, harto de los abucheos y de que la banda que había liderado se hubiera convertido solo en la acompañante del Dylan eléctrico, su sustituto en la gira fue Mickey Jones. Esos mismos abucheos en cada recinto lleno hasta la bandera fueron los que hicieron que ese vínculo fuera irrompible. Dylan estaba convencido de que la música que estaban haciendo era lo mejor que había hecho en su carrera y aunque aquellos fanáticos se empeñaran en hacerle volver a trabajar la granja folk de Maggie, él no pensaba en hacerlo. Esta es la historia de cómo aquellos músicos se convirtieron en The Band y pusieron al mundo de la música a sus pies.
El 27 de mayo de 1966 Dylan y su banda dieron el último concierto de su gira europea en el Royal Albert Hall de Londres y viajaron a casa. Dylan había hecho que su mánager, Albert Grossman, contratara a los músicos que le habían acompañado para futuras giras, pero el 29 de julio de ese mismo año sufrió un accidente de moto que le dejó en estado grave y se suspendió toda posibilidad de volver a salir de gira. Muchos han especulado que ese accidente fue una especie de liberación para un Dylan que quería apartarse de toda la presión que suponía ser, bueno, Dylan. El caso es que no volvería a hacer una gira en ocho años y se retiró a su casa de Woodstock, Nueva York, junto a su mujer y su hija.
En agosto de ese año los Beatles también se retiraron de los escenarios, pero en su caso fue para utilizar el estudio de grabación como una nueva herramienta y para llevar a su música a nuevos terrenos. Dylan, en cambio, no estaba por la experimentación sino por una vuelta a las raíces, algo más familiar y espartano. Al poco de recuperarse, invitó a los cuatro miembros que quedaban de los Hawks a acompañarle a Woodstock, allí Rick Danko encontraría una fea casa pintada de rosa a la que se trasladarían los miembros sin pareja de los Hawks, el propio Danko, Manuel y Hudson, Robbie Robertson se trasladaría a otra casa cercana junto a su pareja, la periodista canadiense Dominique Bourgeois.
En mayo de 1967, un año casi después de la aparición de Blonde On Blonde, Grossman comenzó a pedir nuevas canciones a un Dylan feliz en su nueva vida familiar y en pleno bloqueo creativo. Así que el cantante llamó a los músicos a su casa en Woodstock y comenzaron a ensayar.
Las primeras sesiones, todavía en la habitación roja dentro de la casa de Dylan, sirven para marcar el tono de las mismas. Viejas canciones folk, country, blues y del primer rock & roll, conjurando los fantasmas de Elvis, Hank Williams o Johnny Cash. Cuando comienza a cantar “Mr. Blue”, en la misma voz tipo crooner que volverá a utilizar en Nashville Skyline se puede escuchar a Richard Manuel riéndose al reconocer el éxito doo wop de los Fleetwoods de finales de los 50, aquí también se puede comprobar el amor de Dylan por las viejas canciones del Tin Pan Alley que le llevarían a grabar tres discos dedicadas a ellas, demostrando su amor por Sinatra, Perry Como y demás crooners.
En el momento en el que mueven las sesiones a la Casa Rosa o Big Pink coincide con la aparición en EEUU del Sgt. Pepper’s de los Beatles, no puede haber mejor idea del aislamiento del mundo exterior de Dylan y los chicos de la banda que escucharles cantar su composición, “I’m Your Teenage Prayer” con los coros doo wop de la Banda y saber que en ese momento el mundo estaba escuchando por primera vez “Lucy In The Sky Of Diamonds”. El mundo occidental se preparaba para el Verano del Amor, con colores, flores en el pelo y drogas psicodélicas, mientras Dylan y los cuatro chicos canadienses cortaban leña y se refugiaban en un pasado mítico. Pero allí encontrarían la inspiración y la fuente para salir del atolladero al que se dirigía la música pop cuando todo el mundo intentase hacer su propio Sgt. Pepper’s sin tener el talento de los de Liverpool.
Y es que entre junio y octubre Dylan volvió a sentir el picor creativo y las canciones comenzaron a salir por torrente. Lejos de cualquier presión, tanto él como los chicos de la banda se lo pasan en grande tocando unas canciones que ninguno de ellos piensa que vaya a ver nunca la luz, sino que son en su mayoría para que Grossman pudiera utilizar material del compositor más versionado de la década en otros artistas de su sello.
Atención, porque de esas sesiones salen clásicos absolutos como “I Shall Be Released”, “You Ain’t Goin Nowhere”, “Crash on the Levee (Down in the Flood)”, “This Wheel’s on Fire” (junto a Rick Danko), “Too Much of Nothing”, “Tears of Rage” (junto a Richard Manuel), “Quinn the Eskimo” o “Nothing Was Delivered”, además de otras canciones menos conocidas pero de igual calidad como “I’m Not There”, “Odds And Ends” o “Going To Acapulco”. Una verdadera clase maestra en composición que los miembros de The Band aprovecharán a la perfección, una vez que Dylan sale hacia Nashville a grabar John Wesley Harding, los chicos de la banda se quedan allí y las canciones comienzan a florecer como nunca.
Lo mejor de todo es que esto coincide con el regreso del hijo pródigo a la Banda, el que había sido el líder, una vez que dejaron a Ronnie Hawkins, siendo durante un tiempo Levon & The Hawks, el mismísimo Levon Helm que había abandonado el barco a finales de 1965, harto de los abucheos y de tocar canciones en las que no creía. Ahora, tras dos años dando tumbos que le habían llevado hasta un incómodo trabajo en una plataforma petrolífera cerca de Nueva Orleans, el único miembro estadounidense de la banda regresaba a casa y era recibido con los brazos abiertos por sus cuatro hermanos canadienses, justo en el momento en el que comenzaban los preparativos para grabar un disco por su cuenta.
Los chicos le pusieron a Helm las canciones que habían grabado junto a Dylan y este dio su bendición a un material que se ajustaba a la perfección a sus gustos, también lo hacía lo que habían ido componiendo por su cuenta como el “Yazoo Street Scandal” de Robertson, que ya había grabado una primera toma con su voz pero que cedió encantado al gruñido redneck de Helm en cuanto este estuvo disponible. Aun así, en esos momentos el principal cantante de la banda, y casi compositor, era un Richard Manuel que había terminado de florecer en aquellas sesiones en las que se desdoblaba como batería y pianista. Suyas eran cosas como “Katie’s Been Gone” que se puede considerar la primera canción que ya define lo que era esta banda, o “Orange Juice Blues (Blues for Breakfast)”, una canción que, en cambio, todavía retrotrae a su pasado como gran banda de bar y de R&B. También había escrito junto a Dylan la delicada y maravillosa “Tears Of Rage”, que sería la encargada de abrir su primer disco, donde también brillaría en “In A Station”, “We Can Talk’ o “Lonesome Suzie”.
Cuando en enero de 1968 se pusieron a grabar Music From Big Pink, Manuel seguía siendo el miembro principal de una banda que no quería tener miembros principales y que actuaba más como una banda de hermanos en la que cada cual tenía un papel: Manuel era el más sensible y frágil, Helm era el más fuerte y tosco, Hudson el más tímido, Danko el más sociable y Robertson el que primero se había independizado, vivía en una casa cercana junto a su pareja, Dominique Bourgeois, con la que se casaría en marzo de ese año y tendría a su primera hija. Cuando entraron en el estudio de grabación, el productor, John Simon, les preguntó cómo querían sonar, su respuesta fue grupal, igual que como sonamos en el sótano de Big Pink.
Hubo un pequeño parón para volver a acompañar a Dylan en directo en el concierto homenaje a Woody Guthrie, el viejo ídolo del autor de “Like A Rolling Stone”, que había muerto en octubre del 67. Allí se hicieron llamar los Crackers y tocaron de maravilla tres canciones de Guthrie junto a Dylan, es una aproximación casi perfecta a cómo hubiera sonado The Basement Tapes si hubieran salido de gira, básicamente, de lujo, apropiándose totalmente de las canciones, por ejemplo, transformando “I Ain’t Got No Home” en un gran blues, con solo picante de Robertson incluido.
Poco después, vuelven al estudio y graban su canción más mítica. “The Weight” era la canción con la que Robbie Robertson se graduaba cum laude como compositor, la que su maestro, Bob Dylan, no podía creer que hubiera escrito e hizo que le empezara a mirar como un igual, con sus referencias a Buñuel, su estructura perfecta y su estribillo sublime, la que dejaba claro que el futuro de la Banda recaía en él, sobre todo después de que Richard Manuel se destrozara el hígado, las venas y la confianza a base de alcohol, heroína y accidentes de coche, también porque fue la única canción del primer disco en la que la voz principal fue para Helm, el renacido que se convertiría en el cantante principal en próximos discos, sobre todo, una vez que Robertson se convirtiera en el compositor casi único y buscara cada vez más inspiración en el Sur de EEUU donde era originario el batería, a la vuelta de la esquina estaban “Up On Cripple Creek”, “The Night They Drove Old Dixie Down” o “Rag Mama Rag”.
El último golpe maestro lo daría Robertson cuando decidió nombrar oficialmente al grupo, en el contrato que firmó con Grossman, sencillamente, como The Band, en vez de ese The Crackers que querían Helm y Manuel. Con ello Robertson dejaba claro que era el líder de la formación, pero, también, lograba dos cosas muy importantes, darse el nombre por el que todos les conocían, ellos eran la Banda (la banda de Dylan claro), pero además lograba el resumen perfecto de lo que representaban, de esa simplicidad y vuelta a las raíces de las que se convertirían en apóstoles, en un mundo lleno de bandas llamadas Chocolate Watch Band, Apple Pie Motherhood Band, Big Brother and the Holding Company o The 13th Floor Elevators, ellos serían simplemente The Band (La Banda), si a esto les unías sus pintas de colonos del Oeste americano en el Siglo XIX tienes un claro contraste con los excesos psicodélicos, que quedará evidente también en su música.
Cuando el disco apareció no pudieron promocionarlo, porque Rick Danko acababa de sufrir otro accidente con el coche y estuvo a punto de matarse. Esto se unió a su reclusión, a que no concedieran entrevistas, a que las canciones del sótano de Big Pink con Dylan hubieran alcanzado la categoría de míticas. Entre finales de 1967 y 1969 hubo decenas de artistas y bandas que hicieron versiones de ellas, de Peter, Paul & Mary a Fairport Convention, pasando por Brian Auger y Julie Driscoll, Ian & Sylvia, Manfred Mann o los Byrds que, fieles a su costumbre, metieron dos en su mítico Sweetheart Of The Rodeo, el disco que daba inicio a lo que se conoció como Country Rock. Incluso The Band también había repescado tres de ellas, dos en las que habían participado alguno de sus miembros en la composición, “Tears Of Rage” y “This Wheel’s On Fire”, y una que se asociaría para siempre con ellos, “I Shall Be Released”, gracias a la espléndida voz en falsete de Richard Manuel. Todo ello, y la enorme calidad del disco, les convirtió casi en figuras legendarias.
Cuando apareció el debut de The Band, en julio de 1968, todas las grandes estrellas de la música rock quedaron enamoradas de aquella banda. Quizás la reacción más significativa fue la de Eric Clapton que, a pesar de tener dos discos en el Top Ten de los más vendidos en EEUU, y liderar a ese trío de virtuosos que era Cream, decidió poner fin a ese proyecto y marcharse a Woodstock a ver si conseguía enrolarse en aquel grupo.
No fue el único al que Music From Big Pink impactó sobremanera, su amigo George Harrison, de los todopoderosos Beatles, también viajaría hasta Woodstock para tocar con Dylan y The Band, algunos sonidos como la guitarra pasada por un Leslie de ese disco acabarían en el Abbey Road de los de Liverpool, pero es que casi toda la realeza rock cayó enamorada ante los sonidos de aquel mágico disco. Así, Van Morrison, Neil Young, hasta gente que parecía vivir en una galaxia diferente como Roger Waters de Pink Floyd que llegó a afirmar que Music From Big Pink fue el segundo más influyente de la historia de la música rock solo por detrás del, ironías de la vida, Sgt. Pepper’s de los Beatles.
El caso es que todavía les quedaba una segunda obra maestra, The Band, (en mi opinión, todavía mejor) pero ese disco ya será el antecedente de su lento declive, una vez que aquella banda de hermanos se resquebrajó entre drogas, peleas, el abandono de la casa rosa por L.A. y un final mítico, El Último Vals, que puso fin a una de las más extrañas y hermosas carreras de la historia de la música rock, la de la banda preferida por tus bandas favoritas, la de los chicos de la casa rosa sobre la que se construiría todo un nuevo género, la Americana.
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