Hablamos con Elías León Siminiani, que acaba de presentar en el Festival de San Sebastián Apuntes para una película de atracos, un documental sui generis, en torno a la figura del llamado Robin Hood de Vallecas, un atracador especialista en robos de bancos, mediante la técnica del butrón. Es decir, perforando la pared de la sucursal bancaria.
Siminiani inauguró la competición de Nuevos Directores del Festival de San Sebastián, aunque lleva dirigiendo desde principios de siglo. Con el díptico formado por los cortos Zoom (2007) y, sobre todo, Límites: 1ª persona (2009), dio un giro y empezó a explorar una vertiente autobiográfica que culminó con su primer largo Mapa (2012), crónica de un viaje a la India emprendido como una huida sentimental, que era una mezcla de diario íntimo y deconstrucción posmoderna.
En Apuntes para una película de atracos, una película contada al estilo de Mapa, cede el protagonismo al que llama Flako, un alias como otro cualquiera para preservar, en la medida de lo imposible, la ya muy conocida identidad del que fue detenido, junto a su banda, en 2013, tras una larga carrera como butronero, esa variante de atracador que llega a las paredes subterráneas de los bancos, gracias a un profundo conocimiento del alcantarillado, en este caso heredado de su propio padre, que le inició en el negocio cuando no era más que un crío.
Flako es el protagonista de Apuntes para una película de atracos, pero también vuelves a aparecer tú, con la que ahora es tu mujer, Ainhoa. Incluso asistimos al nacimiento de tu hija. En este sentido, podría decirse que esta película es una secuela de Mapa. ¿De dónde viene esta pasión por mostrar tu propia vida en la pantalla?
Hago estas películas como una extensión de una búsqueda personal que empecé hace mucho tiempo, cuando me formé en la psicología de la Gestalt. Es decir, esa rama de la psicología que está a medio camino entre el psicoanálisis (la infancia, los padres, el subconsciente…) y la psicología conductista, que es a la que uno acude cuando, por ejemplo, quiere dejar de fumar. La psicología de la Gestalt integra el psicoanálisis, y la confronta al aquí y ahora. Analiza el pasado, pero con una intención práctica, que te ayuda a enfrentarte al mundo. Hice terapia, también terapia en grupo, y la cámara era un paso más. Como cineasta, quería buscar una forma de hacer cine que integrase todo esto, y eso me llevó a hacer Límites: 1ª persona, y luego Mapa, una película en la que mi vida es la materia prima.
¿Qué cineastas iluminaron tu camino?
La historia del cine está plagada de ejemplos. Desde el ciclo Doinel de Truffaut a partes de Pasolini o Herzog, pasando por falsos documentales como los de Banksy (Exit Through the Gift Shop, 2010) o el de Joaquin Phoenix (I’m Still Here, dirigido por Cassey Affleck en 2010). Aunque seguramente la influencia más decisiva, además de los diarios de Perlov, fue Ross McElwee, que hizo un personaje de sí mismo.
Aquí poco a poco vas cediendo el protagonismo a Flako.
Sí, para mí esta película es como pasar del yo a tú, que en este caso es él. La primera parte se plantea siguiendo el patrón de Mapa. Pero sobre todo porque no tenía a nadie a quien filmar. Flako estaba en la cárcel, y su mujer no quería aparecer ante la cámara. Ainhoa entra para interpretar a su mujer. Pensé: no los tengo a ellos, pero me tengo a mí y a Ainhoa. Trabajar con lo disponible.
Trabajar con lo disponible podría ser una buena definición de lo que es el cine. Hay que hacer con lo que hay, la historia se limitará al material disponible. Pienso, por ejemplo, en el cine de serie B. Si tienes sólo un tanque, no podrás filmar una gran batalla. Harás una película sobre cinco tíos metidos dentro de un tanque.
Sí, y más en el cine documental.
Apuntes para una película de atracos tiene, además del tema, un aire de film noir. Juegas con la iconografía, e insertas incluso algunos clásicos del género, como las españolas A tiro limpio ( Francisco Pérez-Dolz, 1964), A sangre fría (Juan Bosch, 1959) o Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955), y Rififí (Jules Dassin, 1955), que es el gran clásico del butrón. Se nota que te gusta el género.
Me encanta, sobre todo, el llamado polar, el cine negro francés, que me parece incluso superior al norteamericano. Además de los clips, también hay temas de bandas sonoras de Sautet y Melville. Y Rififí, claro, tenía que estar, aunque el agujero ahí lo hacen en el techo. La idea es que, como Flako tiene sus propios mitos (de Albert Spaggiari, el rey del butrón, a aquellas canciones que aluden a su especialidad, como Soy minero o La pared, de Bambino), yo también quise incluir los míos.
Hablando de polar, en el centro de Apuntes para una película de atracos hay una secuencia en la que te metes en el túnel que utilizaron para uno de los atracos. Es muy poderosa, porque realmente sientes la claustrofobia que debe producir estar ahí metido, y además recuerda mucho a La evasión (Jacques Becker, 1960), que no es una película de atracos, pero tiene un agujero inolvidable.
Sí, esa secuencia tenía que ser larga, para transmitir la angustia de estar ahí metido, que es peor que el hedor de las heces, que las ratas y que las cucarachas. Y, durante toda la película, tenía Le trou en la cabeza. Aquella escena, en la que después de cavar y cavar, asoman por la tapa de la alcantarilla y ven un taxi pasar, es una de las más memorables de la historia del cine.
¿Le pusiste esas películas a Flako?
Sí, algunas de ellas, y hacía comentarios de tipo técnico, en plan: Ah claro, para eso hay que utilizar esa clase de palanca.
También le pasaste algunos libros, como La educación de un ladrón, de Eddie Bunker, que tras una vida dedicada al atraco a mano armada, acabó publicando novelas estupendas y trabajando en el cine. ¿Crees que participar en la película le ha hecho bien a Flako?
Sí, por supuesto, implicarse en un proceso creativo puede ayudar a la reinserción. Como Flako había empezado a escribir en la prisión, le pasé varios libros que me pareció que, en su caso, podían ser de autoayuda, como los de Daniel Rojo, un ex atracador que ya ha publicado seis novelas, o Apaches, de Miguel Saéz Carral, de la que han hecho una serie en Antena 3. El libro de Flako se publicará paralelamente al estreno del film. Se llamará Aquella maldita pared, y lo publica Libros del K.O., que también publicó Fariña, de Nacho Carretero, ahora también con serie en Antena 3. Aunque sigo en permanente contacto con Flako, el editor, que aparece en el film, ha tomado el relevo. Tiene la pulsión de hacer cosas grandes, así que o bien la redirige hacia otro lugar, o volverá a atracar. Nosotros igual también tenemos ese impulso, pero nuestra educación nos ha llevado por otro camino. Hemos tenido otra educación.
Atracar no es algo que sólo se hace por dinero.
No, por supuesto. Hay algo más que el móvil. Yo siempre le decía: el trabajo que le metíais a esta mierda para la pasta que sacabais, no me cuadra. No concuerda. Y él me lo reconocía. Piensa que el botín más largo que se llevaron fue de 800.000 euros. No merece la pena. Si no te pillan, con todo el tiempo y los esfuerzos que invierten, es como un curro. Pero si te pillan… Creo que le fascinaba tener una doble vida como Batman. Repartidor de pescado entre semana, y butronero los findes. Es la idea del secreto. Esa idea de que hay algo que no sabes de mí, y que, si lo supieras, cambiaría por completo esa imagen que tienes de mí. La búsqueda de un espacio en el que nuestra identidad se diluye es algo muy tentador que, según las personas, te lleva a lugares muy distintos.
¿Le pusiste Mapa, para que viera por dónde iban los tiros?
Se la pasé, aunque creo que todavía no la ha visto. Sí que vio El caso Asunta cuando estaba en la cárcel. Le quedó claro que Apuntes para una película de atracos iba a ser algo muy distinto.
Ahora estás investigando Alcàsser, que será una serie para Netflix. Otro caso importante.
Sí, y sigue muy vivo, porque todavía no se sabe qué fue de Antonio Anglés. Interactuó con hasta 30 personas a lo largo de su huida desde Valencia. Secuestró a un hombre para que lo llevara hasta Cuenca en coche. Ahí escapa por los campos, llega a una estación de servicio, se mete en los bajos de un camión. Le ven, y se mete en los bajos de otro camión. No se sabe si va por Madrid o pasa por Toledo, pero otro tío lo avista en Badajoz. Otro cruzando la frontera. Y otro en Lisboa, donde a cambio de heroína le compra el carnet de identidad a un yonqui del puerto, y se sube a un barco con rumbo a Dublín, donde se pierde la pista. A partir de ahí hay montones de operaciones por todo el mundo. Y esto hace que el caso no muera, y que se genere la leyenda.
¿El rol de la prensa en el caso volverá a tener protagonismo, como en El caso Asunta?
Sí, claro, cuando Miguel Ricart salió de la cárcel en 2013 fue uno de los casos de acoso mediático más bestias que recuerdo. Me hizo pensar en Furia (Fritz Lang, 1936). Y en el documental mostramos cómo se montó la teoría de la conspiración, a lo largo de todas aquellas noches en el programa de Pepe Navarro que quedaron grabadas en el inconsciente colectivo, y la desmontamos pieza a pieza. Era difícil de aceptar que simplemente dos yonquis psicópatas de la Ruta del bacalao perpetraran todo aquello. Pero el azar quiso que aquellas tres chicas se cruzaran con aquella chusma.
¿Y cómo te sienta, ahora que eres padre, hundir las manos en un caso como este?
Eso tú también te lo puedes imaginar.
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