El director Sean Baker ha sido galardonado con el Premio Luna de Valencia, un homenaje que cada año el Festival Cinema Jove dedica a un cineasta que, por sus temáticas, preocupaciones o estilo de producción, encaja representativamente con la esencia del festival. Este es un reconocimiento en mitad del camino de cineastas que han demostrado ser una voz llamativa desde sus obras más tempranas.
Se dice de Baker que filma lo que Hollywood no quiere ver. Exponente genuino del cine independiente estadounidense, pone la atención sobre personajes en conflicto con un mundo que no les ampara, fuertes personalidades atropelladas por una vorágine de precariedad y malas decisiones. Muchos de ellos son personajes descarados y arrolladores que resisten y sobreviven gracias a su desfachatez, pero son incapaces de hacerse un favor a sí mismos.
Sean Baker funciona con presupuestos fluctuantes, pero siempre bajos, trabaja con actores profesionales y no profesionales mezclados en escena, lo mismo rueda una película con un móvil que graba en 35 mm. Se declara influido por el Neorrealismo italiano y por el Dogma 95. Dice que hace el tipo de películas que le gustaría ver y no ha visto lo suficiente. Adora las salas de proyección convencionales y se resiste a claudicar ante el visionado del cine en dispositivos electrónicos.
Take Out (2004).
El festival programó un ciclo de cuatro títulos de su filmografía, Take Out, Tangerine, The Florida Project y su última Red Rocket, ya que el resto de películas se encuentran en proceso de restauración.
La proyección de una copia remasterizada de Take Out (2004), ha supuesto el estreno en España de esta odisea de un día en la vida de un inmigrante ilegal chino que trabaja a destajo repartiendo comida a domicilio en Nueva York, y debe saldar la deuda que mantiene con la mafia que lo trajo a Estados Unidos. Dirigida y escrita junto a Shih-Ching Tsou, figura habitual en su cine, ya sea como productora o como secundaria recurrente. El equipo de rodaje de la película estuvo formado por ellos dos.
En palabras del propio Baker sobre la película: No podía ser más independiente. Se filmó con un presupuesto de 3.000 dólares, sin alquilar localizaciones ni pedir permisos de rodaje. Si pensamos en las largas secuencias en las que la cámara persigue al repartidor en su bicicleta, bajo la lluvia y entre los pitidos de otros conductores irritados, nos damos cuenta del verdadero cinéma vérité. Y baraté.
Sean Baker Premio Luna de Valencia. Foto © Daniel García Sala – Cinema Jove.
Tangerine (2015) fue rodada con varios iPhone 5S. Pasó por Sundance y por Cannes. Esta vez, con un presupuesto mucho más holgado de 100.000 dólares. El móvil acompaña de cerca el periplo de dos amigas prostitutas transexuales de un barrio de Hollywood. Una de ellas busca vehementemente durante el día de Navidad a la tía blanca y “de verdad” con la que su novio y chulo la ha estado engañando durante su breve estancia en la cárcel.
Las actrices no profesionales que interpretan a los personajes de Sin-Dee y Alexandra forman parte de la comunidad de trabajadoras del sexo trans de ese barrio. Dice Baker que cuando trabaja con personas que pertenecen al propio mundo que quiere ficcionar, intenta retratarlas de manera respetuosa, como a él le gustaría que lo hicieran. Como contó durante su encuentro con el público en Cinema Jove, estuvo conviviendo con ellas durante ocho meses, oyendo sus historias e incluyéndolas en el proceso creativo de la narración. Una narración que aborda no sólo temáticas del universo trans sino también preocupaciones universales como la amistad, la sororidad y la infidelidad.
Rodaje de Tangerine (2015).
The Florida Project (2017), rodada con dos millones de dólares, es su título más reconocido. En ella, un grupo de niños díscolos y deslenguados liderados por la insolente Moonee —50% algodón de azúcar, 50% dinamita— campan a sus anchas por el tiempo libérrimo del verano. Mientras, sus madres solteras se preocupan por cómo pagar semanalmente la habitación del motel en la que viven.
Esos críos serían la pesadilla de cualquier vecino, pero el jefe de mantenimiento del motel, interpretado por Willem Dafoe y cuyo personaje le valió un Oscar como mejor actor secundario, sabe cómo mantenerlos a raya sin interferir demasiado en su ilustre mala educación. Se trata de una película de contrastes: las fachadas coloridas y alegres de los pequeños apartamentos, antiguo proyecto turístico junto a Disney World, choca con las carencias de quienes las habitan.
Baker crea un triángulo de puntos de vista: el de los niños felices y despreocupados; el de la madre de Moonee, consciente de su precariedad, pero con escasas habilidades en la resolución de conflictos e incapaz de ver más allá de su condición; y la del encargado de las instalaciones, con un rol imperativo pero una mirada protectora y benevolente. Desde estos tres puntos, Baker articula un espacio de equilibrio donde mezclar una crítica ácida sobre los desechos del sueño americano con cierta esperanza en el peso de las decisiones individuales ante un sistema defectuoso. Aunque esas decisiones individuales no tengan el alcance de enmendar las taras enraizadas en esa sociedad, sí pueden hacer que la estancia en una inolvidable vida de mierda, sea algo más llevadera.
The Florida Project (2017).
Una de las cosas más interesantes de los personajes de Tangerine y de The Florida Project es que se muestra de ellos un escaso o nulo background y ninguna previsión. Son personas con un pasado y un futuro invisibles. Todo lo que podemos saber e imaginar sobre ellos sucede en el preciso instante en el que transcurre la película, un presente continuo que va revelando quiénes son sin saber qué los ha llevado hasta ahí ni qué buscan en la vida.
Por último, su película más reciente, Red Rocket (2021), que en jerga hace referencia al miembro erecto de los cánidos, es una producción de poco más de un millón de dólares que se llevó el Premio del Jurado en Cannes. Repite fórmula reuniendo intérpretes con experiencia y sujetos del paisaje humano de Texas City. Mikey, un exactor porno interpretado por Simon Rex —también veterano del gremio— regresa desahuciado a su ciudad natal como un perro apaleado, y con el rabo entre las piernas, a casa de su exmujer y exsuegra tras 17 años de ausencia. Son los 17 años que han tenido que pasar para que una joven al borde de la mayoría de edad aparezca ante sus ojos cual Lolita ante los del profesor Humbert. Probablemente, ése sea uno de los pocos momentos en los que un destello de pureza atraviese el iris del caradura embaucador de Mikey, un superviviente nato de los bajos fondos de Hollywood.
En dos de estas películas, las tiendas de donuts representan un espacio esencial de la acción: Donut Time en Tangerine y The Donut Hole en Red Rocket. Ambos son establecimientos reales que fueron utilizados como localización. Se trata de esos locales vistosos que exponen en sus vitrinas un ejército polícromo e inabarcable de apetitosos bollos bañados en chocolate y otras sustancias lúbricas con acabados brillantes y virutas multicolor. Esos lugares son los templos de la seducción visual con escaso valor nutricional, la guarida de los deseos infantilizados, la guinda más bonita de la pornfood.
Para las prostitutas de Tangerine es su refugio habitual y el centro de trapicheos del proxeneta; para el exactor porno de Red Rocket, es la fortificación a conquistar donde mora, en jornada laboral, su deseada Strawberry, que a su modo también representa un apetitoso y tierno pastelito rosado entre los pasteles. La fuerza gravitatoria que el “agujero del dónut” ejerce sobre Mikey hace que ir a ver su crush, en una bicicleta que le queda pequeña cual quinceañero sin paga semanal, sea un estado de humillación biográfica sin importancia.
Durante su estancia en Cinema Jove, también nos dejó algunas pistas sobre su próxima producción. De entrada, podemos saber que será la primera película de su autoría que se centre en la clase alta, en cierta comunidad infrarepresentada de Nueva York. Estaremos pendientes.
Foto cabecera © Daniel García Sala – Cinema Jove.
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