Kevin Costner presentó en Cannes el pasado 19 de mayo el primer capítulo de su colosal obra de cuatro partes y doce horas de western épico. Más de diez minutos de ovación llenaron el Grand Théâtre Lumière con una acogida llena de emotividad. La fusión del estilo cinematográfico clásico de las películas del Oeste con el cine de acción, la perspectiva histórica y un minucioso detallismo costumbrista, hacen de Horizon un mastodonte delicado del cine independiente. Se trata de un proyecto concebido a finales de los años 80 al que el director, guionista y actor le ha dedicado una perseverancia de oro. Es su gran apuesta personal del momento y, como suele hacer, se lo está jugando todo.
En múltiples ocasiones, Costner ha hablado de la fascinación que siente por el western desde niño. Su relación actoral con el género empezó a los treinta años con Silverado, de Lawrence Kasdan. Allí interpretaba a un habilidoso pistolero gamberro y encantador, que apenas podía tomarse la muerte en serio, y no le temía a un duelo por robarle un beso a la chica de otro. Cinco años después dirigió, protagonizó y también participó en la producción de la oscarizada Bailando con lobos. Una película que parece rodada en estado de gracia, un proyecto impulsado desde cero por un grupo de amigos que representa excepcionalmente el triunfo de la inspiración y del jugársela a todo o nada. Ahí, el serio y contenido pero impredecible teniente John Dunbar, puso del revés la relación de los blancos con los nativos americanos.
En 1994, vuelve a las órdenes de Lawrence Kasdan, esta vez también asociándose en la producción, para rodar el biopic Wyatt Earp, una película de evolución de personaje sobre el mítico pistolero y alguacil que transitó de un lado a otro de la ley. En 2004, dirigió y protagonizó un proyecto propio, Open Range, delicioso western sobre los ganaderos trashumantes en conflicto con los latifundistas, su corrupción y con un mundo cada vez más empecinado en la posesión de la tierra. En 2013 se llevó un Emmy y un Globo de Oro por encarnar al líder del clan de los Hatfields en la miniserie sobre el legendario y sangriento enfrentamiento entre dos familias de la zona fronteriza entre Virginia y Kentuky en Hatfields & McCoys, dirigida por Kevin Reynolds. Y, desde 2018, ha sido el adorado patriarca el neowestern serial Yellowstone, que ha batido récords de audiencia en Estados Unidos y lo ha colocado en un pedestal nacional, volviendo a recibir el Globo de Oro en 2023. Con este currículum, se entiende que le encajen tan bien el sombrero y las cartucheras.
En Horizon, la estética western alcanza un nivel supremo con una dirección de fotografía extraordinaria y paisajes de una belleza vertiginosa. Como explicó el propio Kevin Costner en la rueda de prensa de Cannes, hay lugares en los que rodó, donde al volver un año después, ya había edificaciones. Haber conseguido esas imágenes supone al menos una contribución a la conservación visual del territorio.
La saga transita a lo largo de una quincena de años del proceso de ocupación y asentamiento por parte de los europeos del territorio actual de los Estados Unidos, con su Guerra Civil por medio y enfocando tanto una macrovisión de los acontecimientos como una mirada íntima y cotidiana de la crudeza de la conquista. De ahí el clásico acompasamiento entre los planos de inmensos paisajes vírgenes y los rostros que muestran el mapa vital de los personajes. Las relaciones personales tienen tanto peso o más que las decisiones marciales de este proceso histórico. Las mujeres, contrariamente a la marginalidad a la que generalmente se han visto relegadas en este género, adquieren un papel central y activo. Como era de esperar, no romantiza la apropiación del territorio norteamericano, lo muestra como una época llena de violencia generalizada en la que el exterminio de los pueblos nativos supuso una cruzada arrasadora. Era un mundo en el que cada uno debía protegerse a sí mismo y a los suyos, esencia del western previo a la tutela de un Estado sólido. Pero, a pesar de la dureza preponderante, no renuncia a sus momentos de levedad y sentido del humor.
En este primer capítulo, tenemos la presentación de varias líneas narrativas que empiezan a entrecruzarse con lazo distendido. Cada una se toma su tiempo, el guion no tiene ninguna prisa por atarlas, es un viaje de largo recorrido: una madre y una hija que sobreviven a la masacre y destrucción de un poblado colono de Montana por parte de los apaches en defensa de sus recursos; las discusiones internas de los nativos ante la posibilidad de luchar aguerridamente por sus territorios o sucumbir a la imparable invasión; un clan familiar sin escrúpulos de una pequeña localidad de Wyoming que amedranta y asesina por bienes inmuebles; un vaquero solitario (es ahí donde aparece Kevin Costner después de 45 minutos de metraje) que despacha justicia sin buscarlo y se asocia a la huida de una prostituta y su pequeño; una caravana de europeos recién llegados que cruzan Kansas en busca una nueva vida en el horizonte; un grupo de maleantes que entrena al benjamín de la banda contra toda piedad y un cacique que recluta a chinos para trabajar en el ferrocarril con la exigencia de que no usen su propio idioma.
Horizon: an American Saga es una producción atípica. Tiene una estructura serial pensada para ser vista en el cine, es toda una declaración de resistencia ante el pozo de contenidos que son las plataformas de estreno. Cada película tendrá una duración aproximada de tres horas e irá espaciándose por entregas. De momento, podremos ver en España el estreno de los dos primeros capítulos el 28 de junio y el 16 de agosto. La tercera parte se encuentra en producción y la cuarta pendiente de financiación. Bailando con lobos también hizo apuestas arriesgadas en su momento. También era atípicamente larga, introdujo el uso de subtítulos en su versión original para permitir a los lakota hablar en su idoma durante gran parte del metraje y humanizó a los nativos como raramente se había visto antes. Pero si hablamos de diferencias, la cinta de principios de los noventa se rodó durante algo más de cien días mientas que la que nos ocupa ha tenido que hacerlo en la mitad de tiempo.
Es imposible disociar a Kevin Costner de Bailando con lobos y, de hecho, en Horizon aparece lo que podría ser un guiño a su precedente. La estructura de la habitación, el emplazamiento de los personajes y el posicionamiento de la cámara es calcado a aquella mítica escena en la que el teniente John Dunbar, tras su ascenso por haber desestabilizado al bando contrario “sobrevolando” a caballo el campo de batalla sin sufrir un rasguño, va a recibir indicaciones sobre su destino en la frontera para escuchar atónito a un superior trastornado que acaba pegándose un tiro en la cabeza asomado la ventana. Aunque esta vez, la situación es diferente y no se da ese funesto final de escena.
Siempre hay algo de épico en la gesta de la historia y en la construcción cinematográfica de la identidad de un país, pero ¿qué decir de la gesta de un proyecto vital de semejantes características y dimensiones?
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