Esta semana se estrena la Concha de Oro de San Sebastián, O Corno, segundo largometraje de Jaione Camborda, ya considerada exponente del Novo Cinema Galego. Si con el primero, Arima, exploraba las relaciones entre varias generaciones de mujeres con un thriller intimista, misterioso y poco convencional, en el segundo repite su interés por los vínculos femeninos, pero esta vez a través de una narración más pura y estructurada. Ambas se encuadran en el ambiente rural gallego y con O Corno hacemos un viaje costumbrista a los años setenta de la Isla de Arosa.
Con un estilo inmediato, sencillo y pausado presenta diferentes aspectos del fenómeno de la vida y la sexualidad encarnados en el cuerpo de la mujer. La película comienza con la representación naturalista de un parto. Las contorsiones, jadeos, muecas y quejidos se sostienen en un tiempo que acaba por concebirse incierto, como la duración de un alumbramiento. Este inicio declara la intención de concederle a los acontecimientos biológicos una duración que no es meramente representativa sino que parece apelar a una dimensión somática.
María, como tantas otras mujeres de la isla, se dedica a la recogida del marisco. Además, es una apreciada partera. La vida la coloca ante un dilema y, tras su decisión, un desenlace inesperado la obliga a huir de la localidad hacia tierras portuguesas. Proscrita y sola, hace frente a un camino noctámbulo, embarrado, empapado de incertidumbre y frío húmedo. Las mujeres que encontrará en su camino serán cruciales.
La bailarina Janet Novás actúa en el cine por primera vez en la piel de esta protagonista. Su presencia amable y grave infunde una profundidad cautivadora. Gracias a una fotografía exquisita y a un desarrollo narrativo sobrio y certero, O Corno transita impecablemente un camino con diversas paradas en la rueda de la vida. Avanza hacia la recuperación de la luz, cuando el sol calienta los senderos recorridos y seca las viejas vestiduras de la escabullida.
Este artículo ha sido actualizado el 2 de octubre de 2023.
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