-¿Para qué sirve ese botón?
-Para perder de vista.
-¿Y cómo funciona?
-Eliges a quien te ha cansado, de quien ya no aprendes, quien te da miedo, quien ha cambiado, quien no replica, quien se ha pasado, quien ya no llega, quien no hace gracia, quien demasiado, quien bueno bueno, quien ya no ya no. Lo seleccionas, respiras hondo, lo eliminas.
-¿Desaparece?…
-No del todo. Queda en otro plano donde no vuelve a saber de ti.
-Ni tú de él.
-Claro, esa es la gracia.
-Suena muy limpio.
-Sí, realmente es lo mejor que te puede o le puede pasar.
-No hay más alternativas.
-Las hay, pero exigen paciencia o tiempo, y ni ellos ni yo tenemos tanto.
-¿Y él o ella… sufren?
-No sé. Tampoco importa. Supongo que, a la larga, no tanto como han hecho sufrir.
-Entiendo.
-Prefiero pensar que aprenden. O que viven, puesto que ésto, como todo lo demás, sigue su curso.
-No termino de entenderlo del todo. No desaparecen del todo sino que dejan de verte, pero solo a ti. Por lo tanto siguen aquí.
-Como si no siguieran.
-Vale. Como el niño que cierra los ojos y dice no estoy.
-A ver… Podemos coincidir en el mismo plano de conversación, pero no nos tocamos. Sus palabras y las mías siguen direcciones opuestas, por mucho que participemos de lo mismo.
-Ah…
-Es cosa de acostumbrarse.
-¿Y nunca te has equivocado?
-No es cosa de acierto o fallo.
-¿Y no te sabe mal?
-¿Por qué? Si lo quito es porque ya no sabe bien.
-¿Y el resto de la gente… no nota nada raro?
-Se calla. Miran a otro lado. No es su problema. Aparte que seguro han pasado o pasarán por la misma.
-¿Y es reversible?
-Depende. Es complicado escuchar una disculpa que no se lee.
-¿Y puedo…?
-¿Qué es lo que puedes…?
– Verlo.
-¿Ver como lo hago?
-O hacerlo.
-Claro. ¿Ves la pantalla?
-La veo.
-Pues elige uno de estos dos.
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