Abres los ojos dos segundos antes que el despertador. Te duchas dándole vueltas a algo que hoy no podrá resolverse aunque sí aplazarse. Al afeitarte dejas sin querer dos pendientes de espuma colgados de cada oreja, de cuya existencia no harán el favor de avisarte hasta dentro de una hora. El primer sol te achina los ojos al superar la torre de oficinas y te quemas los dedos con una tostada atascada entre alambres al rojo.
Camino del metro te ofrecen dos seguros, llamadas ilimitadas y darle vida a una perforadora que cava pozos de agua en Gabón. En la primera reunión del día discutes con gente a la que luego das la razón, y en el segundo café recibes una mala noticia que deja poso. Concluyes el cursillo de reciclaje fallando adrede todas las preguntas y víctima de un mal presentimiento, llamas a tu madre para preguntarle como está, y en el interludio recuerdas el tacto de sus manos arrugadas.
Picas algo en el centro comercial y aprovechas para comprarte un antivirus y unos pantalones. Confirmas el WhatsApp de una amiga de la que no sabías hace años y quedáis en alguna terraza del centro. A media tarde te surge un plan mejor pero te da reparo cancelar la cita. Opinas sobre las prejubilaciones. La tarde se desliza tan despacio que la escuchas arrastrarse, y los ojos no pueden con un portfolio más. Descubres que una de las informáticas vive cerca de tu casa y te dejas acercar a ella por ella. Cambias la corbata por vaqueros mientras en la radio invaden Damasco, y vuelves a salir de casa pensando en el olor rancio del último taxi al que subiste.
Tu amiga ya espera sentada junto a una mesita donde solo cabéis tú y otra cerveza. La saludas como si te hubieras despedido de ella ayer. Al cruzaros para daros un beso el reloj retrocede hasta aquel concierto en el que te la presentaron. Te sientas, sonríes. Quieres saber tanto que sin quererlo monopolizas la conversación, pero estás de suerte y tus bobadas caen en gracia al otro lado. Ves pasar la sombra del camarero y te nace pedirle esa cerveza. No aciertas a entender el pasmo repentino en el rostro de ella. Es entonces cuando te giras, y cuando te matan.
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