Catherine Deneuve tiene ya 76 años, y parece dispuesta a morir con los botines puestos. El mundo entero se sobrecogió cuando, hace cosa de mes y medio, saltó la noticia de que había sufrido un, finalmente leve, percance cardiovascular cuando se encontraba rodando, precisamente en un hospital, la película De son vivant, de Emmanuelle Bercot (Mi amor, 2015).
La diva rechaza cualquier homenaje que califica de “intentos de momificación”, pero al mismo tiempo se diría que los cineastas juegan a la ruleta rusa con el mito. Todos podrían albergar el secreto e inconfesable anhelo de ser el último director en haber fotografiado a la máxima estrella del cine galo. En las últimas películas de Deneuve, que conserva su rubia melena, siempre se da algún plano equívoco en el que la cámara trata de captarla como si fuera la estrella de antaño, como si durante un segundo no hubiera pasado el tiempo, y La verdad, en donde aparece con un abrigo de falsa piel de leopardo, no es la excepción, más cuando da vida a una actriz que parece un remedo de ella misma.
Fabienne Dangeville, que así se llama su personaje, ha optado por publicar unas memorias completamente tergiversadas, mientras que Deneuve, más allá de algunos carnets de rodaje y de un libro sobre su hermana —la malograda Françoise Dorléac—, simplemente se ha abstenido de contar su vida.
El último filme de Hirokazu Kore-eda, cineasta que a estas alturas no necesita presentación, se presenta pues como un juego que nos invita a imaginar en qué podría coincidir Deneuve con Fabienne, empezando por la relación con su hija, interpretada en la película por Juliette Binoche, que sería la sucesora de Deneuve como reina del cine francés si Isabelle Huppert no anduviera por ahí en medio.
Chiara Mastroianni, que ha rodado en varias ocasiones con su madre, se siente muy próxima a ella (son vecinas, de hecho), aunque también ha confesado que el vínculo es tan intenso como, a veces, complicado. En la película, Fabienne y Lumir, el personaje de Binoche, viven con un océano de por medio, el Atlántico. Lumir trabaja en Hollywood como guionista y se ha casado con un actor americano fracasado (Ethan Hawke, muy en su línea), con el que ha tenido una hija. Pero vuelven al caserón familiar, para celebrar, es un decir, la publicación de las memorias de la matriarca, a pesar de que las relaciones entre ambas son tan intensas como complicadas, marcadas por el reproche constante.
Las madres, ya se sabe, siempre tienen la culpa de todo. No es, ni de lejos, la mejor película del director de Nadie sabe (2004), pero tiene su gracia como homenaje a clásicos del cine reciente como Un cuento de Navidad (Arnaud Desplechin, 2008) o Las horas del verano (Olivier Assayas, 2008), con los que mantiene no pocas correspondencias, a modo de inequívoco homenaje, edificado desde el respeto.
Como toda película de reencuentro familiar, tiene algo de navideño, aunque tenga lugar en otoño. No en vano se estrena el 25 de diciembre. Con Kore-eda nos encontramos, sin embargo, a finales de verano, en el Festival de San Sebastián, donde, por algún motivo, el cineasta nipón parecía enfadado con la vida. Contestó mecánicamente a nuestras preguntas, sin mirar a la cara del entrevistador, ensimismado en la pequeña pantalla de su móvil, donde pasaban cosas.
La verdad se abre con la entrevista de un periodista a Fabienne, que sirve respuestas fantasiosas. Me preguntaba si usted se había visto obligado a mentir en alguna entrevista.
[Kore-eda se ríe un poquito] Quizás no he mentido de una manera tan descarada, aunque sí es cierto que, a veces, me he visto obligado a ocultar algunas cosas sobre mis películas.
La verdad, o su imposibilidad, es un tema recurrente en su cine. Pero, ¿por qué ha sentido la necesidad de volver a atacar el tema, ya desde el título, en este momento? ¿Alguna conexión con la actualidad internacional, donde la verdad y la mentira también son temas recurrentes?
En El tercer asesinato hablaba de la imposibilidad de llegar a la verdad. Cada uno de los personajes intentaba desenterrar ciertos aspectos de la verdad, para tratar de llegar a una conclusión definitiva, aunque ninguno lo conseguía. En este caso, me preguntaba si para una actriz el hecho de actuar consistía en mentir, o si, por lo contrario actuar es en sí mismo una cierta forma de verdad. La película especula sobre la posibilidad de que una madre y una hija, que se encuentran distanciadas, puedan acomodarse a un nuevo tipo de verdad a través de la actuación.
En el libro que ha escrito el personaje de Catherine Deneuve hay una gran cantidad de mentiras. Pero su hija también se miente a sí misma a través de sus recuerdos. Durante la semana que pasan juntas, la hija, de alguna manera, también reescribe sus recuerdos, y acaba llegando a un nuevo tipo de verdad, en la que se reencuentra con su madre. Pero yo no lo relacionaría con las fake news, ni nada por el estilo.
No puede ser casualidad que haya escogido a un director de fotografía como Éric Gautier, que ha iluminado clásicos como Un cuento de Navidad, en la que intervenía Deneuve, o Las horas de verano, que contaba con Binoche. En ambas también hay caserón y reencuentro familiar, ¿hasta qué punto es un homenaje?
Gautier hizo un trabajo espectacular. Pero, aunque me han gustado mucho las películas que cita, no diría que se trata de un homenaje. La película no transcurre ni en verano, ni en Navidad, sino en otoño, y surge de una propuesta de colaboración por parte de Binoche, que acepté encantado, y el texto es una versión de una obra teatral que escribí hace tiempo.
¿Cómo se explica que un director japonés haya sido el que ha juntado, por primera vez, a dos divas como Juliette Binoche y Catherine Deneuve?
[Kore-eda se ríe otro poquito] Un francés me comentó que un director galo nunca hubiera tenido el valor de hacer algo semejante. Aunque tengo que decir que las dos se llevaron muy bien durante el rodaje, y no dieron ningún problema.
La verdad retoma el título de un clásico de Clouzot, rodado a mayor gloria de la Bardot. ¿El cine francés ha sido desde siempre una influencia en su formación cinéfila?
Durante un tiempo dudamos con el título por la existencia de esta película que, la verdad, todavía no he visto. Pero llegamos a la conclusión de que había pasado suficiente tiempo para que nadie, o muy poca gente, las relacionara. Por otro lado, durante mi juventud vi muchas películas de la Nouvelle Vague, de Truffaut o de Rohmer, y luego también con mi madre veíamos cine francés por la televisión. Imagino que me habrá influido de algún modo, aunque no sabría decirle en qué medida.
La verdad llega justo después de la Palma de Oro obtenida con Un asunto de familia, que de alguna manera era una síntesis perfecta de su cine, o por lo menos de su última etapa, ya que conjugaba los aspectos más graves e inquietantes con los más amables y luminosos. Palma en mano, comentó que iba a abordar una nueva fase de su carrera, ¿La verdad es el principio de esta nueva fase?
Todavía no he decidido cuál será mi nueva película, y todavía no sé qué dirección tomaré a partir de ahora. Podría ser una película japonesa, o rodada en el extranjero, ya que esta primera experiencia en este sentido ha sido muy satisfactoria.
No será en Hollywood, ya que en La verdad ridiculiza bastante el momento que se está viviendo ahí, con el auge de esas series que a muchos espectadores no les deja ver el cine.
Tampoco me importaría rodar en Estados Unidos. Lo que ridiculizo en la película son las series tipo Netflix, y ni siquiera soy yo mismo el que lo hace, sino uno de los personajes. Aunque si tengo que serle sincero, las series sí me parecen un peligro para el cine. De hecho, a mucha gente que antes trabajaba conmigo para hacer estas series como las que se ven en Netflix. A Catherine Deneuve le hizo gracia. Me comentó que en Francia ya nadie se atreve a meterse con Netflix.
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