“En una ocasión, observé a un hombre en un parque. Era algo mayor, sin nada especialmente llamativo. Mientras lo miraba, comencé a construir una narrativa sobre su vida. Más tarde comprendí que, en realidad, estaba proyectando en él mis propias aspiraciones. Incluso llegué a pensar que ese hombre podría ser yo mismo. Me complacía saber que podía hacer todo esto en secreto, pero entonces noté las cámaras de vigilancia a mi alrededor. Me habían estado observando todo el tiempo. Siempre hay alguien mirando.”
Estas palabras del director Siew Hua Yeo sintetizan con precisión el tema central de su intrigante película Stranger Eyes (Mò shì lù), que marca la primera participación de un largometraje de Singapur en la Mostra de Venecia. Después de haber ganado el Pardo de Oro en Locarno en 2018 con su segunda película A Land Imagined, Yeo se adentra en una exploración profunda de un asunto crucial del mundo contemporáneo: la vigilancia, un fenómeno que, desde la pandemia, ha transformado de manera silenciosa la vida de las personas, afectando tanto en Oriente como en Occidente la gestión de la libertad y las responsabilidades sociales.
Wu Chien-Ho en una escena de Stranger Eyes. © Grace Baey. Aganka Film Asia.
¿Qué significa existir solo como una imagen para ser percibida? ¿Realmente vemos a los demás, no como un arquetipo, sino como individuos con agencia, historias y deseos propios? Estas preguntas surgen de forma inevitable al seguir la historia de Darren (interpretado por Wu Chien-Ho), un joven padre cuya hija pequeña desaparece en un parque tras un breve descuido. Después de varias investigaciones, las sospechas recaen sobre su vecino Goh, interpretado magistralmente por Lee Kang-Sheng, quien lleva tiempo filmando a Darren y a su hija, además de intercambiar mensajes con la esposa de Darren. El descubrimiento de la vida secreta de Goh y su pasado, que se revela lentamente en la parte final de la película, enfrenta a Darren con su propia realidad y al espectador con reflexiones sobre la vigilancia. La película aborda cómo algunas personas, aun deseando estar cerca de sus seres queridos, se ven obligadas a espiarlos desde lejos, ocultos en las sombras.
Lee Kang-Sheng en un momento de Stranger Eyes. © Grace Baey. Aganka Film Asia.
Al mismo tiempo, la película de Yeo subraya una realidad particular del pequeño estado insular de Singapur, donde parece que no existe vida fuera de la red. Esta historia personal se convierte en una reflexión más amplia sobre el acto de observar y ser observado, transformándose en un ritual diario.
La relación entre ver y ser visto es central en la obra de Yeo, en un momento donde nuestra sensación de conexión a través de los nuevos canales visuales parece ilimitada, pero también profundamente alienante. A su vez, el director muestra la tensión entre ser observado de manera voluntaria —al afirmar nuestra existencia en las redes sociales— y de manera involuntaria —como una forma de admitir nuestra responsabilidad ética en la seguridad de nosotros mismos y de los demás. Esto nos genera la sensación de estar moldeando nuestra identidad bajo el escrutinio constante de un oscuro espejo.
Una escena de Stranger Eyes. © Grace Baey. Aganka Film Asia.
Stranger Eyes logra transmitir estas inquietudes con gran acierto, gracias a un guion metalingüístico que recuerda en su planteamiento, aunque con un intento evidentemente distinto, a La ventana indiscreta de Hitchcock. Pese a esto y al evidente interés que suscita el tema el largometraje de Yeo consigue una película sin duda lograda pero que a medida que avanza se larga más de lo necesario, afectando de esta manera su equilibrio formal, el cual podría haber sido más preciso y controlado.
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