En Los huérfanos, el escritor Jorge Carrión recupera el viejo terror a la guerra nuclear. Su ciencia-ficción renovadora y cargada de acento diferencial demuestra que una inadecuada gestión del pasado histórico puede conducir a la destrucción múltiple asegurada.
Me permito escribir sobre Los huérfanos (Galaxia Gutenberg), la segunda novela de la trilogía o tetralogía de Jorge Carrión, sin haber leído la primera, Los muertos (Mondadori, 2010), como el que comienza la segunda temporada de una serie televisiva sin haber visionado la primera. Tenemos los “lectoespectadores” actuales el intervalo de atención reducido, y no por casualidad lo fragmentario se ha elevado a categoría estética literaria. En todo caso, en los textos de la sobrecubierta del libro se advierte que ambas novelas pueden leerse de forma independiente, lo cual supone un alivio. La propuesta de Jorge Carrión para la rentrée de este septiembre es, ni más ni menos, el Apocalipsis nuclear; una buena forma de empezar el curso.
La fascinación contradictoria de Los huérfanos se encuentra en la paradoja de un argumento de ciencia-ficción vieja, que se activa y reanima con elementos de indudable actualidad y cercanía. La acción se sitúa en un búnker subterráneo en Pekín en 2048, trece años después de que los hongos nucleares exterminaran la vida en el planeta. La influencia de las series televisivas, y en general de la ficción de consumo anglosajona, se respira en ese planteamiento minimalista de grupo de personajes encerrados en unas instalaciones de alta tecnología. Con la salvedad de que, en el tejido textual de Los huérfanos forcejean los dialectos castellano y argentino. En este tipo de detalles es donde la novela adquiere su identidad y se eleva como relato con acento diferencial.
El planteamiento es tan clásico, tan estereotipado, que puede jugar en contra de la carrera comercial de la novela. La guerra nuclear parece superada como tema para la ficción, y también como eventualidad en un escenario bélico global auténtico, pero su uso narrativo es coherente con el asunto principal de la novela, la llamada reanimación histórica. Carrión fabula un futuro próximo donde la memoria del pasado será sustituida por una nostalgia acrítica, por un afán de ahondar en las diferencias nacionales y políticas, algo así como una antiglobalización que puede conducir a ese conflicto de destrucción mutua asegurada que marcó las ansiedades colectivas de la segunda mitad del siglo XX.
Pero Los huérfanos está trabajada en diferentes niveles, entre la minuciosa reconstrucción de historia-ficción de un futuro que es pasado en la novela y la convivencia claustrofóbica en el búnker de luz amarilla. Marcelo, el argentino, el narrador derrotado y progresivamente delirante, integra en su caótico discurso esa narrativa del pasado previo al acontecimiento nuclear, con su historia personal y con el relato del discurrir de la vida en el espacio acotado del búnker, donde la única esperanza la encarna la adolescente Thei. Entre los pasajes más logrados de la novela, destacan los momentos de intimidad de Marcelo con Mario, un español superviviente en un refugio lejano, con quien se comunica a través de un chat.
A la sensación de que Los huérfanos es una historia de ciencia-ficción renovadora empapada de clasicismo genérico contribuye la creación por parte de Carrión de conceptos como el facing, un tipo de operación facial que permite a los ciudadanos del futuro tener dos rostros a voluntad. Su habilidad para dotar a ese y otros conceptos de profundidad filosófica –las redes sociales Mypain y MemoryBook resultan especialmente irónicas–, no ocultan su voluntad de continuidad y de respeto por la tradición de la ciencia-ficción.
En ese sentido, una objeción que puede plantearse al proyecto de esta trilogía distópica –que posiblemente será una tetralogía, según declaraciones recientes del autor– es el desconcertante interés de Carrión de escribir ciencia-ficción, pero no publicar por los canales habituales de la ciencia-ficción en España, sino en editoriales, digámoslo así, de prestigio. En ese dato, puede intuirse una reticencia o una leve vanidad, pero quizás es una situación puramente coyuntural. En todo caso, Jorge Carrión es un escritor de permanente actualidad, en los últimos meses, tras el éxito y la repercusión mediática de Librerías (finalista del premio Anagrama de Ensayo) y la publicación del conceptual Crónica de viaje (Aristas Martínez).
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