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La Fenice de Venecia clausura temporada con Donizetti y Mozart

En Música 30 octubre, 2022

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

El Teatro la Fenice cerró su temporada 2021-22 con dos títulos muy diferentes a la espera de la nueva la inauguración, prevista el día 18 de noviembre con uno de los títulos más relevantes de la producción verdiana, Falstaff, bajo la dirección de Myung Whun Chung y la puesta en escena del experto shakesperiano Adrian Noble. Mientras sobre las tablas del Teatro Malibran los estudiantes de la Academia de Bellas Artes de Venecia se encargaban de la realización escénica de la primera ópera de un jovencísimo Mozart, en La Fenice se pudo ver y escuchar una obra poco representada en Venecia: la opéra comique La Fille du Régiment de Gaetano Donizetti.

La Fenice

Maria Grazia Schiavo y John Osborn en el primer acto de «La fille du régiment». Photo ©Michele Crosera.

Escrita en 1840 para el Théatre de l’Opéra-Comique de París, la obra de Donizetti tiene un solo precedente en el coliseo veneciano, cuando estrenó la temporada 1975-76 con dos protagonistas de primera fila, como Mirella Freni y Alfredo Kraus. Para entonces la ópera, como era de costumbre, fue representada en su versión italiana (realizada por Calisto Bassi el año siguiente de su estreno) con la sustitución de las partes habladas con partes en recitativo cantado. Hoy en día, cuando estamos en una época donde se intenta volver a las versiones originales de las obras, La Fenice ha optado felizmente para la versión en lengua francesa. Las largas secciones habladas imponen un ritmo diferente en la acción y exigen asimismo a los intérpretes una atención mayor a la actuación. Si se equivoca el tono o si no se enfrenta con seguridad el aspecto lingüístico, el riesgo es caer en el aburrimiento, dejando que se evapore la diversión presente en muchas de las partes de la ópera.

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Maria Grazia Schiavo en el segundo acto de «La fille du régiment». Photo ©Michele Crosera.

Es lo que ha pasado al espectáculo pensado por André Barbe y Renaud Doucet para el coliseo veneciano, pese a la práctica que tienen estos dos directores de escena con el teatro ligero. Distraídos por la idea principal de su puesta en escena, representar el argumento como si fuera el recuerdo de una vieja señora que se materializa en los objetos de su escritorio, Barbe & Doucet no consiguieron trabajar adecuadamente sobre el ritmo escénico, sobre todo en el segundo acto que resultó poco eficaz, así como incapaz de cautivar el espectador como lograron en el primero. El marco escénico resultó ser el aspecto más logrado de la producción, gracias a un decorado cautivante, surreal y casi de juguete y a unos trajes muy llamativos y coloreados.

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Un momento del segundo acto de «La fille du régiment». Photo ©Michele Crosera.

La dirección musical de Stefano Ranzani proporcionó el ritmo adecuado a la partitura dejando entrever como en las notas de Donizetti ya están presentes algunos aspectos musicales y dramatúrgicos que encontraremos algunos años más tarde en las operetas de Jacques Hoffenbach. Pese a un timbre orquestal en algún momento algo áspero, el director consiguió una lectura muy lograda de la obra y un buen equilibrio entre foso y escena. Maria Grazia Schiavo fue una Marie muy eficaz sobre todo en el lado patético del personaje mientras que restó algo de eficacia en las secciones más brillantes. Muy rodado en el papel fue por lo contrario el tenor John Osborn capaz de resolver con soltura las dificultades vocales del papel de Tonio (deslumbrante su capacidad de enfrentar con soltura los famosos nueve dos de pecho que caracterizan el aria “Ah! Mes amis, quel jour de fête”), pese a una presencia escénica y una actuación no siempre adecuadas. Muy logrado fue el Suplice de Armando Noguera así como el Hortensius de Guillaume Andrieux capaz de una verdadera lección de estilo. Buenas las actuaciones de la orquesta y del coro de La Fenice.

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Barbara Massaro en un momento de «Apollo et Hyacinthus» Photo ©Michele Crosera.

La producción de Apollo et Hyacinthus en el Teatro Malibran fue marcada por la juventud. Antes de todo por la obra, compuesta por Mozart a los 11 años para que fuera representada en la corte del arzobispo de Salzburgo durante los descansos de la puesta en escena de un drama religioso. Inspiradas en la Metamorfosis de Ovidio, las arias, los duetos y los tercetos compuestos por el joven compositor –basados sobre un texto en latín escrito por el benedictino Rufinus Widl– dejan entrever ya su genialidad. Sin duda hay en muchas de ellas algo de académico, pero en otras es impresionante ya encontrar la capacidad de Mozart de interpretar de forma original y muy eficaz los sentimientos expresados por el texto, así como la situación dramática presente en escena, como por ejemplo en el magnífico último dúo entre Oebalus y Melia delante del cuerpo sin vida de Hyacintus.

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Raffaele Pe y Barbara Massaro en un momento de «Apollo et Hyacinthus» Photo ©Michele Crosera.

Los jóvenes de la Academia de Bellas Artes de Venecia dirigidos por Cecilia Ligorio consiguieron un espectáculo simple, pero al mismo tiempo fresco y capaz de mirar con eficacia al lenguaje de la Street Art. Ágil fue también la realización musical dejada en las manos del director Andrea Marchiol acompañado por un reparto de jóvenes cantantes expertos en el repertorio barroco y entre los que lucieron sobre todo el Apollo del sopranista Raffaele Pe, la Melia de Barbara Massaro y el Hyacintus del contratenor Kangmin Justin Kim.

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