Escarbar en las raíces, a veces literalmente. Eso es lo que están haciendo artistas del movimiento que se acercan al campo para buscar fuentes de inspiración; o para investigar lo cercanas que están la danza y las tareas agrícolas por tener en el cuerpo su principal herramienta de trabajo.
Sol Picó se pone alpargatas
Agua, tierra, animales, ocho bailarines y una banda de 30 músicos. En la pieza que Sol Picó estrenará el 14 de abril en el teatro Principal de Valencia —una invitación del Institut Valencià de Cultura— habrá todo esto y alguna sorpresa más. Es un acercamiento a sus raíces desde su universo creativo, una relectura contemporánea de la cultura popular valenciana. Para ello, parte de su inspiración es el paisaje rural, los campos de arroz y las acequias, esas venas por las que bombea el agua para los cultivos.
Sin título definitivo ahora mismo, la pieza también revisará desde un lenguaje actual, enérgico, transgresor, tradiciones que recorren la geografía valenciana de norte a sur. Voy a acercarme, a inspirarme, a jugar con la tradición, comenta para EL HYPE. Habrá referencias, sutiles, al Misteri d’Elx, les albaes, las mascletàs, la jota valenciana… Durante su proceso de investigación y acercamiento a lo popular, la artista ha hablado con el historiador Vicent Badal, el experto en folclore Josep V. Frechina o la periodista Amalia Garrigós. Mi infancia fue en Alcoi, mi familia me transmitió la esencia y la identidad de esta tierra y yo quiero reivindicar la fuerza que tiene su cultura; aunque también habrá autocrítica, adelanta.
Para la creación cuenta con la dirección musical de Jesús Salvador “Chapi”, un maravilloso descubrimiento, asegura. La mixtura de músicas de raíz, techno y otros sonidos está garantizada. La escenografía hará un guiño directo al paisaje. La tradición va unida a la identidad y en ella la huerta tiene un papel fundamental junto con esa contribución tan importante de los moriscos que son los acequias. Me preocupan los cosas que están pasando, cómo las carreteras acaban con los campos, concluye, dejando claro que además de disfrutar de su exuberante puesta en escena saldrá, de nuevo, su lado más reivindicativo.
Recogiendo almendras
Marina Fullana y Laura Lliteras son de Mallorca. Después de graduarse en el Institut del Teatre y bailar con diferentes compañías formaron en Barcelona Unaiuna para dar salida a sus inquietudes artísticas. Con humor y buena forma han tratado temas como los desmanes del turismo en All Inclusive, o las relaciones con el otro en Dosis. Ahora están inmersas en Galejar, una pieza que trata sobre la intersección entre campo, trabajo y cuerpo.
Galeig es el canto que los campesinos mallorquines hacían durante las tareas de siembra o recolección para acompañar y acompasar unos movimientos rutinarios, una actividad que ya apenas se practica. Durante su investigación las dos creadoras fueron a recoger almendras y comprobaron lo diferente que es la relación del cuerpo con la tierra en tareas como batear, espigar, segar o moler.
Para su estreno, previsto para el mes de junio, junto a Fullana y Lliteras habrá dos actrices-cantantes, Rosa Serra y Gypsy Nel.lo, que aportarán voz y cuerpo a la escena. La recreación de las vestimentas típicas de las campesinas, la presencia de la tierra, el canto, la danza y un paisaje sonoro con alusiones a la vida actual completan los pilares sobre los que se asienta el proyecto.
Lamajara nos hace labrar a todos
Los tres miembros del colectivo Lamajara han ido más lejos y han creado un lenguaje de entrenamiento y trabajo corporal al que han llamado LABranza. El paisaje del campo llevado a la geografía del cuerpo es la frase que resume la idea de un proyecto que está teniendo una excelente acogida entre el público y los profesionales.
Reinaldo Ribeiro, Daniel Rosado y Paloma Hurtado han encontrado en esa necesidad de contacto con la naturaleza una veta artística de la que han extraído tres propuestas: talleres intergeneracionales que ya han implantado en varias localidades de Cataluña, Baleares o Murcia; una pieza para sala y espacios singulares interpretada por ellos mismos; y un código de movimiento para performers o bailarines bautizado LabraT que trabaja la concentración y atención al entorno a partir de acciones como empujar, agarrar y traccionar.
Tuvieron la idea hace cuatro años. Rodeados de naturaleza pensaron en las similitudes entre los campesinos y los bailarines, ya que ambos colectivos modifican el entorno gracias al movimiento. En los dos casos, además, el trabajo físico es muy duro y exigente. Abriendo surcos en la tierra, arrancando malezas, plantando semillas, regando y recolectando pasaron su periodo de investigación en el Centro Coreográfico de La Gomera; también hablando con los agricultores, con la gente del campo.
En sus “dispositivos” LABranza los participantes trabajan durante unas horas estos conceptos y finalmente exhiben el resultado en algún lugar abierto y natural del entorno. Labranza Kids es la versión para niños, una manera excelente de que experimenten con su cuerpo y con la relación con la naturaleza.
Otras fructíferas conexiones
Cuando se encienden las luces, cuatro botijos cuelgan en la escena. Una silla de enea convive con un sintetizador. Arranca la voz hermosa y fuerte de Joana Gomila para cantarnos sobre el trabajo de los segadores con la paja. Suenan los ecos del campo mallorquín. Lali Ayguadé y Magí Serra ponen la danza (contemporánea, guiños folclóricos incluidos). Es Sa Mateixa, resultado de la invitación del Auditori de Barcelona a Gomila y Ayguadé para que crearan algo juntas. La voz y el movimiento de los intérpretes se entrelazan, la mirada puesta en el pasado y en el presente a un tiempo. En la temática pervive la voluntad de dar valor a la cultura popular, pero siendo conscientes de la sociedad en la que vivimos ahora. Con nostalgia, puede ser, con respeto sobre todo.
A vore se inspira en la herencia de las tradiciones de las tierras del Ebro, en las zonas húmedas del delta, llenas de campos de arroz, de animales y de vida. Es una espectáculo de tradificción que une música electrónica y danza contemporánea con jotas, cantos de labranza, dolçaina y una bailadora. Planteado como una reflexión profunda sobre la identidad contemporánea que pasea por los límites de lo que se considera moderno o tradicional, en A vore encontramos la creatividad de la bailarina y performer Sònia Gómez, cantos y melodías restaurados por Ramón Balagué, la dolçaina polivalente de Pau Puig, el baile folclórico de Carme Balagué y la potencia de Astrio.
Contundente y original, A vore ha obtenido el reconocimiento del público en los Premis Butaca por su desacomplejada fusión, por decirnos que estas relaciones híbridas están plenamente aceptadas y son necesarias para alimentar la escena actual mirando a las raíces y a la tierra.
Imagen de portada: Lamajara, foto de Tristán Pérez-Martín.
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