Desde 1843, no volvía I lombardi alla prima crociata al escenario del Teatro la Fenice de Venecia. Cuarta ópera de Verdi, I lombardi alla prima crociata se estrenó ese mismo año el La Scala de Milán después del gran éxito de Nabucco, abriendo las puertas al éxito italiano e internacional del compositor. De hecho, fue la primera ópera de Verdi estrenada en Nueva York en 1847, mientras el compositor creaba una versión en francés (titulada Jerusalém) para la Opera Le Peletier de París. Pese al éxito inmediato, la ópera perdió fuerza con el tiempo, saliendo del imaginario melodramático más popular, quedando conocido por el gran público, sobre todo, el famoso coro del cuarto acto “O Signore dal tetto natio” que sigue siendo una pieza irrenunciable en las antologías de coros verdianos.
Pese a que el libreto del anterior Nabucco no fuera una obra de arte, éste sin embargo funcionaba perfectamente a nivel dramatúrgico. Algo que no se puede decir del texto de I lombardi alla prima crociata firmado por el mismo libretista Temistocle Solera. El marco histórico es la cruzada que tuvo lugar entre 1097 y 1099, dentro de la que se nos cuenta la atormentada historia familiar del parricida Pagano hermano de Arvino, y de la pareja de amantes Giselda y Oronte, personajes pertenecientes a las dos facciones de cristianos y musulmanes. Oronte muere en el tercer acto, mientras la figura de Pagano nos acompaña hasta el final de la obra en la que muere y se redime por su delito.
Verdi confirma el rechazo hacia los temas frecuentes en el melodrama romántico eligiendo argumentos nuevos, de explícito interés moral, puestos en evidencia por medio de la exageración de los contrastes. Sin embargo, el resultado, en lo que se refiere a la dramaturgia musical, no es totalmente convincente siendo poco lineal y lleno de incongruencias, aunque el joven compositor empiece ya a experimentar con las formas musicales, con la orquesta y las voces anticipando soluciones que pocos años más tarde proporcionarán resultados mucho más conseguidos. Lo que se evidencia es un vigoroso sistema de claro obscuro, una grande fuerza e inmediatez representativas, con fuertes desniveles entre momentos conseguidos y caídas no infrecuentes de la primera producción verdiana.
Frente a un argumento lleno de saltos temporales y bastante retorcido como es el de I lombardi alla prima crociata, sería necesaria una puesta en escena basada en la síntesis, a lo mejor utilizando algunos elementos de actualidad que nunca faltan cuando se habla de cruzadas y del enfrentamiento entre Oriente y Occidente. En la nueva producción del Teatro la Fenice, el director de escena Valentino Villa, en vez quitar, añade, ofreciendo demasiadas referencias a la actualidad y demostrándose incapaz de elegir entre una puesta en escena conceptual y una más tradicional, poniendo los cantantes al frente de la escena y el coro detrás, todos inmóviles. El enfrentamiento entre Oriente y Occidente es excesivamente esquemático con innecesarias citas de la Biblia y del Corán y visualizaciones no muy felices de la historia entre Caín y Abel, que deberían ser el espejo de la tensión entre Pagano y su hermano Arvino. Lo mejor fueron, así, el decorado esencial de Massimo Checcetto y las luces de Fabio Barettin, siempre sugestivas.
Para la vuelta de I lombardi alla prima crociata la Fenice ha estrenado la nueva edición crítica elaborada por David R. B. Kimbell para la University Of Chicago Press y Casa Ricordi, fiel al autógrafo verdiano. Una ocasión única para escuchar finalmente las intenciones musicales originales de Verdi. Lo que caracteriza la dramaturgia musical de esta obra es la sobreexposición expresiva (aunque no falten momentos íntimos y caracterizados por una melodía ya fuertemente verdiana), sin método y sin una profunda reflexión.
Sin embargo, nunca hay vulgaridad y no pocos son los momentos en que Verdi demuestra su refinada escritura musical, sobre todo si se consigue una interpretación que no exagere con las dinámicas, que valore las partes orquestales y que, sobre todo, tenga en cuenta el ritmo teatral, caracterizado por un perfecto equilibrio entre el dinamismo de la acción y las pausas musicales. Algo que el director Sebastiano Rolli consiguió solo parcialmente. Si por un lado su interpretación fue capaz de evidenciar los pasajes más bellos de la partitura, por otro excedió demasiado en los contrastes sonoros siendo además incapaz de imprimir un constante y eficaz dinamismo al desarrollo de la dramaturgia.
Lo mejor de la velada fue sin duda el reparto vocal, sin bien no plenamente equilibrado. Roberta Mantegna fue una buena Griselda pero tuvo evidentes dificultades para dominar completamente un papel que exige no solo una vocalidad extrema, sino también una dicción clara, fundamental para evidenciar la fuerza emotiva del personaje. Michele Pertusi ofreció una interpretación modélica de Pagano gracias a su voz cálida y segura. Lo mismo puede decirse de los tenores Antonio Poli (Oronte) y Antonio Corianò (Arvino), el primero capaz de un cautivante lirismo, el segundo de una indiscutible seguridad vocal y escénica. Adecuado el reparto secundario y excelente el coro de La Fenice dirigido Alfonso Caiani fundamental en los varios momentos corales que caracterizan la obra de Verdi.
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