El cine, visto lo visto, se inventó para ganar dinero. Otra cosa es el alcance transformador del medio, desde cultural a social, pasando por el entretenimiento y la fabricación de mitos. Y, sobre todo, la facultad de regalarnos sensaciones y estimulaciones, tanto cognitivas como emotivas.
El nuevo arte nace y se desarrolla desde los primeros momentos en el París de la Belle Époque, un marco de expansión del imperialismo, fomento del capitalismo y debilitamiento de la aristocracia europea. La burguesía ya muestra músculo y empieza a ser clave en el desarrollo de la política, la ciencia y el arte. Cambian muchas cosas: se ven aviones en los cielos, los barcos navegan a vapor, la gente se traslada en tren y automóvil, empieza la iluminación eléctrica en calles y comercios, se habla por teléfono, se envían telegramas y se escucha música en el gramófono.
Thomas Alva Edison, ya todo un inventor instalado en Nueva York, monta su cuartel general en una granja deshabitada de Menlo Park (Nueva Jersey), de donde saldrían inventos que cambiarían la vida de buena parte de los habitantes del planeta. Funda en 1895 la primera productora, The Biograf Company, que rivaliza con UFA de Alemania, Svensk Filmindustri de Suecia y Pathé de Francia. De esta empresa surgen muchos de los primeros nombres universales del cine estadounidense, como D. W. Griffith, Mary Pickford, Lillian Gish y Lionel Barrymore.
En muy poco tiempo la industria cinematográfica se expande por el mundo, especialmente en los alrededores de un rancho cerca de Los Ángeles que se llama Hollywood y que en poco tiempo será conocido como la meca del cine.
Desde el primer minuto de existencia de las imágenes en movimiento —pasó lo mismo con la pintura y la fotografía analógica—, aparece en escena la ropa interior y, por ende, lo que denominamos de manera muy imprecisa, el componente erótico. Los promotores cinematográficos entienden pronto que si la belleza se encuentra en la mirada del observador, el erotismo se encuentra en su mente, y lo que gobierna nuestras reacciones no es únicamente lo que miramos sino la forma en que lo percibimos.
El primer beso en la boca, sin lengua, pero casi, se ve en una pantalla en 1896, sólo un año después de que los hermanos Lumière estrenasen su primera obra, un conjunto de pequeños cortos, entre ellos La salida de los obreros de la fábrica Lumière (46”), en el Gran Café, en el Boulevard des Capucines 14 (París). La película del beso, The Kiss, es más larga, tiene un minuto de metraje y es llevada a cabo por la empresa de Edison.
Los protagonistas de la película son May Irwin y John C. Rice, los dos protagonistas de un vodevil llamado The Bully Song, que se representaba en Broadway, y donde se daban un prolongado beso en la escena final. Thomas Edison, que presenció la obra, contrató a los artistas para repetir la escena y filmarlos con su cámara. Y esta escena, vista en pantalla, tuvo mucho más impacto y resonancia que la que se reproducía cada noche durante la función teatral. Y desde ese día quedó patente la fuerza del primer plano.
El erotismo avanza tan rápido en el terreno cinematográfico que pronto surge el término films voyeur. El espectador asume el rol de voyeurista, mirón erótico, en aquellos films en donde se ve la escena a través de un agujero de cerradura. En Biograf se hacen varias películas de este estilo como Through the Keyhole in the Door (A través del ojo de la cerradura, 1900) y Peeping Tom in the Dressing Room, (Mirón en el camerino, 1905), y en ellas se plasma por primera vez la idea del mirón, del pícaro que observa lo que no debe.
En esos años despega en Francia el cine con profusión de ropa interior de la mano del propio Georges Méliès con Après le bal (Después del baile), en el que una mujer se desprende de sus refajos y enaguas, y toma un baño con la ayuda de su empleada. Ese mismo año se presenta Le coucher de la mariée (La casada se acuesta), donde se narra con detalles nunca vistos los juegos amorosos de una pareja en su noche de bodas, incluido el estriptis de la mujer que es observado por su esposo agazapado tras un biombo. Voyerismo en estado puro.
En 1900, en la Exposición Universal de París, se crea el llamado Pavillon de l’Elégance, se acuña el término alta costura y el modisto Paul Poiret es el gurú con propuestas que hacen cambiar la relación de la mujer con la moda, haciendo desaparecer el corsé e impulsando las medias transparentes, algo absolutamente revolucionario en esos años.
Es el momento de un español universal que no se ha sido reconocido hasta hace poco: Mariano Fortuny (Granada, 1871) un escultor, pintor, fotógrafo, escenógrafo y uno de los creadores textiles más influyentes de la primera mitad del siglo XX. Inventa un vestido, de nombre Delfos, que se convierte en un emblema de la liberación femenina de los corsés y otros elementos constrictores. También crea el chal Knossos, una pieza de seda plisada con un método secreto que a día de hoy no se ha conseguido descifrar. Sus vestidos fueron lucidos, entre muchas otras, por Isadora Duncan, Peggy Guggenheim, Sarah Bernhardt, Lauren Hutton y Lauren Bacall. Orson Welles utiliza trajes de Fortuny en Otelo (1951).
A principio de siglo XX, igual que hoy, paralelamente al cine comercial, se desarrollaba el cine porno, con sus características naturales: mucha imagen explícita y escasa temática y narrativa, aunque con buenas ganancias debido al bajo coste de las producciones. Se comercializaba también, pero por otros canales: en clubs privados masculinos, en trastiendas de comercios, o cines y teatros a horarios alternativos, con sesiones que, en algunos casos, llegaban a tener 500 espectadores.
La historia de los primeros años del cine está repleta de películas que se mueven entre lo erótico, lo ligeramente pícaro y lo puramente convencional. Las escenas eróticas se entrelazan en la trama, que en muchas ocasiones trata sobre epopeyas, historias épicas, fragmentos bíblicos o clásicos de la literatura.
Muchos de los actrices y actores que salen en las primeras películas de Edison son los propios que tenía en su laboratorio de Nueva Jersey. Pero hay una persona que crea la metodología de hacer una película, incluido el control de sus costos económicos y la producción; es el primero en requerir que, en vez de que una persona se encargue de todo, haya diferentes funciones como director, editor y guionista. Esa persona es Thomas Arper Ince.
Ince rueda la primera película de vaqueros, Bar Z’s New Cook, en 1911 y crea los estudios Inceville, en Santa Mónica; contrata una compañía de circo y monta sus propias películas de genero wéstern con un equipo de 350 personas, incluyendo jinetes, actores, nativos de tribus indias con sus caballadas y demás equipos. War on the Plains (1912), la primera película en que aparecen los indios de Inceville, es un éxito. Rueda Custer’s Last Raid (1912) para la que contrata como extras unos cien miembros de la tribu sioux de la reserva que se agregan a los que ya trabajan habitualmente.
Del mundo del teatro y music-hall salen muchas de las actrices de los primeros años del cine en Estados Unidos. Muchas jóvenes actrices dieron el salto cuando trabajaban de coristas en Ziegfeld Follies, una compañía que actuaba en Broadway, inspirada en el Folies Bergère de París y bajo la batuta de la pareja formada por la actriz Anna Held y el productor teatral Florenz Ziegfeld.
Entre las coristas de la compañía se encuentran futuras actrices, muchas de gran éxito y algunas ganadoras del Oscar: Fanny Brice, Marion Davies, Paulette Goddard, Joan Blondell, Olive Thomas, Jeanne Eagels, Barbara Stanwyck, Billie Dove, Lilian Bond, Louise Brooks, Nita Naldi, Julanne Johnston, Mae Murray, Dorothy Mackaill, Peggy Hopkins, Odette Myrtil, Lilyan Tashman, Claire Dodd, Cecile Arnold, Dolores Costello, Dorothy Sebastian, Juliette Compton, Mary Nolan…
Pero no todas pasan las pruebas de selección. Entre las que suspendieron se encuentran: Norma Shearer (Oscar a la mejor actriz en 1930), Joan Crawford (Oscar a la mejor actriz en 1945, Globos de Oro 1974), Gypsy Rose Lee (Estrella en el Paseo de la Fama), Lucille Ball (Globos de Oro 1979),
Los primeros años del cine tienen características hoy día inimaginables. Los mismos actores y actrices aportan su propio vestuario. Algunas actrices adineradas acuden al plató con sus lujosos vestidos y sus collares de perlas, otras llevan los vestidos que les confeccionan sus madres y otras llevan lo que tienen pues no les alcanza para comprar un vestido para la ocasión. Nos podemos imaginar quien hace el papel de rica y quien de pobre en la película…
Con el tiempo aparecen las vestidoras, encargadas de conseguir en tiendas de disfraces y almacenes de ropa teatral la ropa adecuada, a juicio del director o de los mismos protagonistas.
Los primeros diseñadores de ropa surgen a partir de la inquietud de pioneros como D.W.Griffith y Cecil B.DeMille, que proponen hacer vestuarios únicos para cada película. Y encuentran a la primera diseñadora acreditada en las películas, Clare West, quien comienza sus trabajos con El nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916)de Griffith; con De Mille colaboró en diez películas, entre ellas Macho o hembra (1919), The Affairs of Anatol (1921) y Los diez mandamientos (1923).
Para El nacimiento de una nación, película que promueve abiertamente el racismo, Clare West diseña unos uniformes para los miembros del Ku Klux Klan tan estupendos, que se le atribuye la creación real de la famosa capucha blanca de los violentos segregacionistas.
Al poco tiempo se incorpora Mitchell Leisen, colaboradora de De Mille y la creadora de la recién nacida estrella Gloria Swanson, a quien le diseña el vestuario en Macho y hembra y No cambies de esposo (1919), y a quien DeMille convierte en la mítica personificación de la mujer fatal, exótica y sensual.
Es un arte nuevo con un mensaje arcaico, donde la mujer es cosificada y, con frecuencia, se limita a personificar la tentación y la atracción diabólica. Es la revelación, entre otras, de Theda Bara, la primera vamp introductora de las trasparencias, anillos en los dedos de los pies y pulseras de serpientes enroscadas en brazos y piernas.
Theda Bara protagoniza títulos tan sugestivos como Cleopatra, Salomé y La Diablesa, dónde hace el papel de una seductora campesina española. Tal es su éxito que de 1915 a 1918, protagoniza 40 películas, todas del mismo carácter histórico-fantástico-erótico con títulos que hablan por sí mismo: Pecado, La Mujer Tigre, Madame Du Barry, La Safo eterna, La zorra…
Pola Negri también salta a la fama en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial gracias a una serie de películas dirigidas por Ernst Lubitsch, en las que encarna a famosas vampiresas de la historia (Madame Du Barry, Ana Bolena, Carmen…), en una línea nueva que las dotaba de un erotismo inusitado en la época.
El italiano Rodolfo Valentino, con su estética mediterránea, es el primer mito erótico del cine y el primer personaje público en provocar desmayos e histeria entre sus fans. Eso sí, fue el día de su funeral, fue una estrella fugaz que murió a los 31 años. La industria del cine inventó con Valentino la idea del amante latino, que resultó en realidad una estrategia de publicidad para potenciar su carrera.
En este periodo hay, además de Valentino, un puñado de actores que resaltan en el cine erótico y de amoríos varios; excluimos a los intérpretes del cine de humor, aunque fuera de la pantalla más de uno llevase una vida de escándalo: Buster Keaton, Charles Chaplin, Harold Lloyd, Fatty Arbuckle, Laurel y Hardy…
En el cine de héroes americanos y aventuras, el primero en llegar es el ya nombrado Douglas Fairbanks, que se gana el afecto y la simpatía del público desde el primer momento. Fairbanks, junto a su pareja, Mary Pickford, se asocia en 1919 con Charles Chaplin y D.W. Griffith y forman una nueva compañía que se llama United Artist. Pero la fama del galán del fino bigote declina con la aparición del cine sonoro.
El primer desnudo frontal masculino sale en pantalla en 1911 y fue de la mano de los italianos Francesco Bertolini, Adolfo Padovan y Giuseppe de Liguoro, en una adaptación de La Divina Comedia llamada El infierno, que resulta una de las primeras superproducciones del cine mudo italiano.
La homosexualidad ha estado presente en el cine desde el principio de su historia. Así, en una escena de A Florida Enchantment (Sidney Drew, 1914), se puede ver a dos mujeres que dejan a sus parejas de baile para bailar juntas, lo que provoca que los dos hombres rechazados también bailen juntos.
Durante este periodo se retrataba a los homosexuales de forma estereotipada y grotesca para que un público popular pudiera distinguir sin necesidad de palabras a los personajes gays. En una escena de Behind the Screen (Detrás de la pantalla, 1916), Chaplin besa a una mujer vestida de hombre conociendo su verdadero sexo, mientras otro hombre que lo ve comienza a revolotear alrededor de ellos de forma manifiestamente afeminada, y Chaplin lo aparta de la escena con una patada en el trasero.
Diferente a los demás (1919) de Richard Oswald, es la primera película comercial que presenta la homosexualidad de forma positiva y es un alegato contra las leyes alemanas que convertían la homosexualidad en delito. En la cinta actúa Anita Berber, el gran ícono transgresor de la República de Weimar, en un Berlín que disfrutaba de una vida cultural y nocturna que tuvo en los cabarés su máxima expresión.
Pero hay elementos paradójicos cuando hablamos de erotismo en el cine primitivo del primer decenio del siglo XX. Es evidente que se trata de un marco histórico de auténtica revolución, en el que se resalta el papel de una mujer que despunta cada vez más como valiente y desinhibida. Pero, entre bambalinas, no todo era rebeldía y una exaltación de la femme fatale y las vírgenes locas.
El star system estaba en manos de empresarios ávidos de ganar dinero, y el público reclamaba escenas calientes; escenas que llevaban a cabo, con frecuencia, mujeres vulnerables, de origen humilde y procedentes del entorno de las varietés y espectáculos para adultos. Muchas de ellas inmigrantes y no pocas en edad adolescente. Muchas de las actrices de cine mudo no hablaban inglés y se quedaron sin trabajo al imponerse el cine sonoro.
Con la aparición del #Metoo, en 2017, muchas actrices pudieron hablar por primera vez de los abusos que habían sufrido a lo largo de su carrera artística. Ahora se están imponiendo las coordinadoras de intimidad en los rodajes, para supervisar las escenas de desnudos y sexo, asegurar la seguridad física y emocional de los actores y, sobre todo, de las actrices. ¿Qué contarían hoy, si estuviesen vivas, muchas de aquellas vamps y mujeres fatales?
Pero el cambio de ciclo, la modernidad y la transgresión lúcida, llegaría en la década siguiente, los años 20. Bien llamados los años locos.
(Continuará…)
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!