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Música

En él empieza todo: Bob Marley

En Vidas salvajes, Música jueves, 29 de mayo de 2014

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

Bob Marley nos enseñó a saber y recordar que las imposturas no servían de nada. Él cantaba empuñando una guitarra, pero era, con sólo eso, el más “cool” del planeta. Esos dreadlocks, esa camisa vaquera y esa manera de moverse en el escenario y de proferir esperanza llenaba de luz la música, sin más lisergias que las de sus letras.

El concepto de cool ha hecho mucho daño, casi tanto como el gel fijador o las hombreras. Bob demostró una y otra vez que lo que más engancha es un personaje enigmático sin premeditación, alguien que con su timidez se llevaba a esa chica en la que te habías fijado toda la noche. Pero lo hizo no por ser artista e invitar a coca a todo el mundo, lo hizo por ese poder de atracción y erótica sólo al alcance de unos pocos. Nació dividido sin quererlo, entre la sangre de un soldado raso blanco y mujeriego y una mujer de campo que no pudo hacer nada más que aceptar la situación de ser madre soltera. De ahí nació alguien que se descojonó con su habitual socarronería de quienes pretendían ser relevantes. Clement Coxsonne Dodd aparece en las enciclopedias, Joe Higgs en los libros de reggae, Bob Marley en nuestras almas y nuestra memoria colectiva.

Aunque lo hizo con paciencia, con mucha dedicación y uniéndose a Peter y “Bunny”, con quienes no es que se llevase de perlas para así crear los Wailers. Años después, llegó el ladino Chris Blackwell y puso el dinero encima de la mesa para acrecentar el impacto de un estilo que estaba siguiendo una senda novedosa y nada continuista. Aunque todo partiese de la misma raíz, el reggae roots dejaba atrás el ritmo sincopado del Ska y las versiones del R&B hecho en las grandes urbes norteamericanas y caminaba hacia un sello de identidad sonora muy propio. Mucho tuvo que ver su nueva fe rastafari, la cual no sólo le ayudó a centrarse espiritualmente sino también a llenar de referencias bíblicas y de providencias sus letras.

Bob Marley

Bob Marley

Su vida no fue salvaje por premeditación, sino que lo fue por destino. Estaba convencido no de que trascendería lo que trascendió, sino de que viviría de la música, tras maratonianas sesiones de estudio e íntimos ensayos con su guitarra, la misma que nunca le traicionó. Tal vez por esa máxima tan caribeña de no sólo amar a una mujer, tuvo vástagos de más de media docena de mujeres y ello ha hecho que su simiente siga extendiéndose de forma desigual en la música de nuestro tiempo, aunque siga habiendo ese tufillo a oportunismo en algunos de esos “satélites consaguíneos”.

Mientras, Rita se pasea con camisetas de ella misma hablando de cómo era Bob, considerándose su “ángel de la guarda” y viviendo de ese matrimonio que quizás fuera mentira. El impacto de Bob es cuantitativamente proporcional a los estampados de millones de camisetas en todo el mundo y cualitativamente aloja en cada uno de nosotros la esperanza de quien se dijo a sí mismo que quería cambiar al mundo sólo cantando, aunque fuese habiendo sido disparado la noche anterior. Y todo ello sin necesidad de fotografiarse en pelotas en una cama de un apartamento de Manhattan al lado de su mujer y con gafas de 100 dólares.

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