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“El jardín de Jeannette”, pasividad y miserias vitales

En Cine y Series martes, 3 de octubre de 2017

Inés Calero

Inés Calero

PERFIL

Un año después de La ley del mercado (2015), Stephane Brizé vuelve a la pantalla con El jardín de Jeannette (Une vie, 2016), la delicada historia de Jeanne, una joven adolescente inocente y soñadora que regresa a casa tras sus años de estudio interna en un convento. Su extrema confianza en las relaciones humanas, y las posteriores decepciones, acaban por herir a Jeanne de manera irremediable.

En Normandía, en 1819, Jeanne -interpretada por Judith Chemla– no quiere, no puede o no sabe cómo desarrollar su visión del mundo. Con el tiempo, aprende a generar cierta distancia, a modo de protección, entre su ideal de vivir y la realidad. No obstante, Jeanne no sabe cómo gestionar esa congoja, lo que la convierte en un personaje excepcional.

El film muestra un enfoque algo modernista para su tiempo narrativo, pues los padres de Jeanne se preguntan qué opina ella al respecto cuando deciden casarla, algo nada frecuente en aquella época. No obstante, una vez Jeanne elige que se quiere casar con el vizconde local, Julien de Lamare, Brizé abandona cualquier posible tesis sobre la situación de la mujer en Francia en el s.XIX.

Basada en la novela de Guy de Maupassant, es la segunda adaptación de Brizé después de Mademoiselle Chambon (2009). Su estructura, diferente a la de la obra original, se torna compleja sin despistar nunca al espectador. Proyecciones, retrospecciones y giros dentro de la introspección generan una historia realmente dinámica y muy diferente a la estructura de sus películas anteriores. El presente es salpicado por el pasado y viceversa; del mismo modo que la mente salta de un recuerdo a otro.

Todos los detalles hilan perfectamente con el mundo interior de Jeannette. La naturaleza fluye y se refleja en la psicología de la protagonista así como las estaciones. Rara vez en una historia, el desconsuelo del invierno es tan tormentoso como alentadora es la luz de la primavera. Una intensidad que le ha valido a El jardín de Jeannette –por su traducción al castellano- el Premio Fipresci en el Festival de Venecia y el Premio Louis Delluc a la mejor película.

El jardín de Jeannette

La producción francobelga filma de manera impecable la relación de la protagonista con el mundo, mostrando a una mujer que avanza, hasta quedarse sin fuerzas, frente a la falta de verdad en su mundo. Las traiciones en el amor, la amistad y la familia hacen que Jeanne se dé cabezazos frente a una realidad que no hace más que dañarla.

Pero ella absorbe constantemente sus miserias de forma pasiva. Esta victimización traspasa la pantalla gracias a la cámara en mano con la que está filmada prácticamente toda la obra, donde Brizé expresa todavía más tambaleo, a pulso con la vida interior de Jeanne. La proyección en 1.33 recrea una caja estrecha, ese sino del que es imposible escapar.

Ante tal desdicha, Jeanne sigue esperando. Quizás, la vida nunca sea tan mala o buena como creemos.

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