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Abandonen el edificio

Domatofobia, esta casa me aterra

En Lifestyle, Abandonen el edificio domingo, 20 de junio de 2021

Sandra Jiménez

Sandra Jiménez

PERFIL

La domatofobia es el miedo irracional a las casas y quienes padecen este trastorno tienen pánico a los edificios, terror a quedarse a solas en su interior o simplemente, a entrar en ellos.

La casa en sí misma, como construcción, no da miedo. En realidad, lo que hace que una construcción puede trasmitirnos cierto temor o desasosiego son los espacios vacíos de los que se compone, lugares carentes de vida en los que la soledad y el silencio implícito que esconden hacen que el simple crujido de una puerta, una leve corriente de aire, la oscuridad, el olor a rancio… nos lleven a imaginar que lo que se esconde tras ellos puede no ser bueno.

Domatofobia

El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007).

El mundo está lleno de construcciones abandonadas impresionantes. Muchos de estos edificios, que en su época destacaban por la majestuosidad de sus volúmenes, la belleza de sus fachadas ornamentadas y la riqueza de los materiales empleados en su construcción, en la actualidad presentan un avanzado estado de deterioro como consecuencia del elevado coste de su mantenimiento. Es inevitable pensar cómo el paso de tiempo y la falta de conservación puede provocar graves desperfectos de los edificios, incluso convertirlos en lugares inhóspitos.

Domatofobia

Villa Parres o Palacio de Partaríu en Llanes (Asturias). Arquitecto Valentín Ramón Lavín Casalís.

Algunas de estas mansiones, tan inquietantes como sorprendentes, pueden ser visitadas gracias a la enorme labor de los ayuntamientos, que han apostado por darles una segunda vida. A esta labor también se ha sumado el cine y su poderosa influencia, que ha rescatado del olvido y ha devuelto el prestigio perdido de espectaculares edificios para convertirlos en protagonistas de los rodajes de numerosas películas de terror.

Domatofobia

Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

Hoy hablaré de dos villas, protagonistas de dos películas españolas, dos construcciones que en su época debieron ser realmente bellas pero no aptas para domatofobos. La primera de ellas es Villa Jesusa, una casa señorial de Murgia en el municipio de Zuya (Álava) protagonista de Baby, la última película del director Juanma Bajo Ulloa, estrenada en el pasado festival de cine de terror de Sitges.

Domatofobia

Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

La segunda es Villa Parres o Palacio de Partaríu en Llanes (Asturias) conocida por la película El orfanato, del director Juan Antonio Bayona (2007).

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El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007).

Baby narra la historia de una joven drogadicta interpretada por Rosie Day, quien ante la imposibilidad de cuidar a su bebé recién nacido lo entrega a una siniestra mujer, Harriet Sansom Harris, dedicada al comercio infantil. Días después, en pleno síndrome de abstinencia, la madre primeriza se arrepentirá de dicha decisión e intentará recuperarlo.

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Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

Podríamos decir que Baby es una película muda porque no cuenta con ni una sola línea de diálogo. El silencio de su primera parte y el llanto inconsolable del bebé crean una atmósfera sobrecogedora, angustiosa en la que cualquier mínimo sonido que altere el equilibrio entre el silencio y el llanto es sinónimo de terror. Ese ruido es el presagio de que algo malo puede ocurrir a la joven madre y a su bebé.

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Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

Prácticamente toda la película transcurre en el interior de Villa Jesusa, una casa señorial. Esta tipología también es conocida como casas de campo o casas solariegas y generalmente eran destinadas a residencia principal de los jefes de las familias nobles o de la alta burguesía. En función de la región geográfica de España donde se encuentren, del rango nobiliario de la familia propietaria, el tamaño de la casa y/o el uso que la familia les dé pueden recibir diversos nombres: pazo, caserío, palacio, casonas, caserón, etc.

Las imágenes del interior de la casa se mezclan con las de la naturaleza y la vida animal: buitres que devoran a sus presas, ciervos en libertad, arañas que tejen sus redes en las que quedan atrapados insectos, ratoncillos en trampas, y escarabajos pataleando por intentar recuperar su posición. Estas imágenes poseen una poderosa estética visual, que logra extraer belleza de la crueldad y son el símil perfecto para mostrar la parte animal que los humanos desarrollamos en nuestro intento de sobrevivir, movidos por un instinto de conservación y de protección que no entiende de especies.

Domatofobia

Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

Algo parecido ocurre con la casa, que nos seduce y atrae a la vez, que se mimetiza con nuestras protagonistas. Sus grietas y fisuras son las de mujeres, todas ellas angustiadas, abandonadas a su suerte, a veces incluso olvidadas por la sociedad y que arrastran una historia personal de vivencias como la casa que habitan.

Domatofobia

Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

Los espacios cerrados son reflejo de su confinamiento tanto espacial como mental. La casa ha sido devorada por la naturaleza, los helechos, plantas y raíces reptan y están por todas partes concediéndoles ese aspecto tan orgánico, donde el dormitorio de las protagonistas es una prolongación del bosque que las cerca y aísla. La decoración de la casa, con muebles y objetos de los años 40, antiguos y atemporales, pesan y asfixian los espacios transmitiéndonos la angustia y el terror de nuestra protagonista en su intento de rescatar a su hijo.

Domatofobia

Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020).

Otra casa, no apta para domatófobos, que comparte aspecto exterior y materiales aunque no su volumetría, programa y distribución es la Villa Parres en Llanes (Asturias). El caserón en el que se rodó El orfanato fue construido en 1898 por arquitecto santanderino Valentín Ramón Lavín Casalís.

Domatofobia

El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007).

Una anécdota para aumentar la domatofobia de los más sensibles: cuentan en el pueblo que José Parrés, conocido benefactor de la población, mandó construir esta casona pero falleció justo antes de que terminara su construcción. La leyenda dice que no salió de allí y que aún continua deambulando por los pasillos.

Domatofobia

El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007).

Esta casa es un ejemplo de arquitectura indiana aunque no perteneciera a un indiano. Se llamaban indianos a los grandes empresarios tabaqueros, textiles, dueños de ultramarinos y banqueros afincados en el Oriente de Asturias,  tras hacer fortuna en América durante el siglo XIX y la primera mitad del XX.

Estos grandes triunfadores llaniscos emigraban primero a Cuba, años más tarde a México y, en menor medida a Argentina. Posteriormente fueron a Venezuela para terminar, en los años 50 y 60, en Suiza y Alemania. Muchos de ellos fracasaron y la historia se olvidó de ellos, pero aquellos que regresaron trajeron consigo ideas y elementos arquitectónicos propios de esa arquitectura indiana, que rápidamente incorporaron a sus hermosos palacios y casonas.

Arquitectura indiana

Archivo de Indianos y Museo de la Emigración en Colombres, Rivadeva (Asturias).

Estas casonas, más bien residencias de vacaciones, son el reflejo de una arquitectura cosmopolita que se introdujo de forma llamativa entre la arquitectura tradicional como símbolo del triunfo y el éxito de estos empresarios en tierras americanas. Algunas de la características más destacadas de esta tipología eran sus dimensiones, la torre que preside su fachada principal, sus amplios ventanales, la altura libre de sus estancias, la distribución de los espacios con amplios salones divididos por usos (zona de comedor y sala de estar), su programa de necesidades (bibliotecas, despensas, áreas y dependencias para el servicio doméstico…) y sus jardines tropicales con palmeras, magnolios, camelias y buganvillas.

Arquitectura indiana

Arquitectura Indiana, Villa en Torazu, Cabranes (Asturias).

En el caso de Villa Parres, el equipo de Juan Antonio Bayona transformó el antiguo palacio en un orfanato, en el lugar en que pasó su infancia Laura interpretada por Belén Rueda y al que regresa con la idea de abrir una residencia para niños discapacitados. A diferencia de Baby, en el orfanato sí que hay diálogos, pero poco a poco el silencio y la soledad de los espacios cerrados se va apoderando de la casa y de la imaginación de su hijo, quien comienza a inventar unos extraños juegos cada vez más inquietantes que despertarán la domatofobia de Laura ante una desconocida presencia que amenaza sus vidas.

Domatofobia

El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007).

Sin llegar a ser domatofobos, con motivo de la pandemia nos hemos visto obligados a permanecer confinados en nuestras casas mucho tiempo y, en algunos casos, a la gente no le ha gustado lo que ha visto, ha descubierto que en su casa no es feliz. Prueba de ello son las numerosas reformas que se están llevando a cabo en muchos hogares. Las construcciones, en general, y las viviendas, en particular, precisan de un mantenimiento, de un estar muy encima de ellas. Con un mantenimiento adecuado, con una mínima atención y cuidado, podemos conseguir hacer más habitables, agradables y confortables nuestros hogares y estaremos más lejos de la temida domatofobia.

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