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Corten!, zombies sin retranca

En Cine y Series 2 noviembre, 2022

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

La película de Michel Hazanavicius Corten! (Coupez!, 2022), fue la elegida para inaugurar el 75 Festival de Cannes, donde llegó precedida por el hype que creó el cambio de su título anterior (Z), para no parecer alinearse con los ocupantes de Ucrania. Precisamente, esa mirada fija sobre los demás y la búsqueda del crowdpleaser han dirigido la filmografía del director francés, con mayor o menor fortuna, saliendo a veces airoso por los pelos y otras, como en este caso, tocado y hundido. Parodiar cualquier género cinematográfico o estilo, no solo requiere imitación más exageración o puesta al día, pues si así fuera se conseguiría un trabajo escolar, más (OSS 117) o menos aplicado, como es el caso de Corten!

Trabajar la serie Z con los medios y las intenciones (sobre todo) de un filme que pretende arrasar en taquilla complaciendo al mayor común denominador es en sí mismo un proyecto que nace muerto. Basándose en la película japonesa Out Cut of the Dead (2017), el director de El artista (2011) filma un rodaje dentro de un rodaje, con sorpresas y falsos planos secuencia, que divide en dos partes, la primera es un gancho y la segunda es el making of, donde lo que vimos se descubre que no es lo que creíamos.

Corten!

El entusiasmo de dos valores seguros como son Romain Duris y Bérenice Bejo no bastan para levantar un filme cuya aportación es prescindible. Si revisitas un género que encuentra su razón de ser en las premisas que lo originan, estás disfrazándote de otro sin entender su esencia, sobre todo si no haces que tu incursión haya valido la pena y no dé algo que lo engrandezca en cualquier dirección, más allá de cuatro risas epidérmicas de nivel escatológico. Y es inevitable citar aquí Los muertos no mueren, que inauguró Cannes en 2019 y donde Jim Jarmusch demostró haber digerido y regurgitado el cine de zombies para hacernos gozar de un filme de autor, divertido, paródico y que empezaba por no tomarse en serio a sí mismo, en un ejercicio de humildad. O traigamos a cuento el visceral amor por el Grindhouse de un director tan original como Quentin Tarantino, que lo borda en el gore, aunque patinara en su edulcorada recreación de Hollywood.

En Corten! solo hay espectáculo —para quien se conforme con este desbordamiento de hemoglobina de atrezzo—, sustos y sorpresas, todo tan plano y blando como el protagonista, que por cumplir otro de los requisitos de una tvmovie tiene una hija que lo rechaza y a quien reconquista a través de la colaboración en el trabajo. Por otra parte, y demasiado evidentemente, toda la corrección política —si era eso— que se mostró con la retirada del título con la letra cuyo símbolo han regalado al megalómano invasor se ha ignorado en la tipificación de los dos personajes racializados. Por una parte, el compositor-improvisador de la banda sonora, que es negro y bonachón, divertido y un poco lento; y, por otra, la productora del filme una japonesa en miniatura de aspecto bizarro que muestra sus emociones de un modo característico y forzadamente risible. Los matices no se llevan bien con el trash, porque estamos a otras cosas, pero si nos proponemos jugar a eso con las cartas marcadas, al menos debemos dejar una huella más duradera que un reguero de pintura roja.

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