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Contagio emocional

En Sin miedo, Juan, Lifestyle 11 enero, 2016

Juan Solbes

Juan Solbes

PERFIL

Si te das cuenta de que, de repente, piensas, sientes y te comportas como las personas que están cerca de ti, a pesar de tus diferencias con ellas, no te preocupes, es muy normal y se llama efecto camaleón.

En el mundo en el que vivimos, donde la conexión entre las personas es cada día mayor, incluso a través de las redes informáticas, se favorece un contagio muy especial, que puede hacernos vivir sentimientos súper intensos: Es el efecto camaleón y todos somos susceptibles de padecerlo.

Hace tiempo leía a Goleman, en su libro Inteligencia Emocional, que la capacidad de un líder o de un orador se mide por su capacidad para movilizar las emociones de la audiencia. Y no deja de sorprenderme la facilidad que tenemos los humanos de contagiar y de ser contagiados emocionalmente en menor o mayor grado. Gráficamente se podría ilustrar con la famosa campana de Gaus, situando a los extremos a los hipersensibles emocionalmente y en el otro a los herméticos e impermeables. En el medio, evidentemente todos nosotros.

Esa tendencia a sentir e interiorizar emociones similares a las que observamos es la que, de alguna manera, hace que la concurrencia se sienta alegre, optimista, entusiasmada, enfadada o frustrada en función de aquellos con mayor poder de contagio. Eso explicaría aquello del refranero de que el que se acuesta con un cojo, al año, cojea o renquea, o aquello de que dos que se acuestan en el mismo colchón se vuelven de la misma condición.

Lo que está claro es que, como los camaleones, nos adaptamos a cualquier entorno adoptando ideas, pensamientos, sentimientos, emociones, expresiones y hasta acentos y tonos según las circunstancias… y es un comportamiento totalmente inconsciente del cual no nos percatamos fácilmente.

Desde mi punto de vista, existen dos conclusiones claras ante este fantástico efecto espejo interpersonal. Por una parte, la capacidad de manipular de algunas personas, que son capaces, de forma consciente, de provocar alteraciones emociones y de comportamiento en sus semejantes. Ante eso, la información de la existencia nos previene de dichos sujetos activos.

Por otra parte, y siento que es una de las mejores aplicaciones de este contagio emocional, es el bienestar que podemos conseguir en nuestro día a día influyéndonos emocional y corporalmente a nosotros mismos. Es decir, el que emite señales se ve influido por las señales igualmente. Si quiero estar alegre solo tengo que reírme, aunque sea sin ganas. Si quiero deprimirme, solo tengo que llorar, aunque sea sin ganas. Un comportamiento, por ende, me llevará al otro. Es genial el mundo que se abre aprovechando estos efectos innatos en nuestro cuerpo.

¡Animo! Y a probar a ver qué sucede.

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