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Carmen es nombre de barrio #3: al caer el Sol

En Lifestyle domingo, 26 de octubre de 2014

Edu Reptil

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PERFIL

Hay tantas rutas de ocio posibles como vecinos viven en el Barrio del Carmen; esta es una de ellas, y se puede recorrer una y otra vez.

Por lo que me cuenta Jerónimo, los habitantes del Barrio del Carmen son animales de costumbres, cada cual tiene su tour particular a nivel de ocio y es muy difícil que modifiquen la ruta. Si les preguntas dónde se puede cenar, tomar una cerveza o una copa, les estás solicitando realmente un análisis rápido de tu persona, la elaboración de un perfil en base al cual poder mandarte a un sitio o a otro bien distinto. Porque en este barrio hay oferta para (casi) todos los gustos, aunque el desconocimiento de las profundidades de la zona pueda hacer pensar lo contrario. Se acusa mucho al Carmen de estar planteado para el turismo, pero no es cierto. Mientras me dice esto apuramos unos quintos en el Bigornia; al levantarnos de la terraza echamos un vistazo a la programación musical, que incluye una jam session de jazz todos los miércoles ya célebre en la agenda de muchos. A la próxima venimos, ¿eh?. Sí, sí.

Es casi la hora de cenar pero no nos apetece sentarnos, así que nos ponemos en camino hacia Los Picapiedra, un bar legendario que hay que conocer, por la simpatía de quienes lo regentan y por los montaditos que sirven junto a las cervezas y que te sacan de más de un apuro. La barra en el exterior nos permite hincar un codo y reclinarnos ligeramente -que es la mejor postura para compartir reflexiones, grandes máximas de la existencia y revelaciones-; allí vemos transcurrir el otoño y allí compruebo que Jerónimo tiene información espinosa sobre más de una situación de vodevil que se ha producido recientemente. Algo de unas obras y unos cimientos que dejaremos para otro momento. Una pareja se nos acerca mirándonos de una forma que en otro contexto resultaría muy incómoda e invasiva: vienen de frente hacia nosotros, murmuran entre ellos y en los últimos metros nos sonríen y nos llaman ‘chicos’. Son relaciones públicas de un local de Ruzafa; parecen agradables y también parecen cansados. La población de relaciones públicas en el barrio ha crecido tanto que muchas veces, especialmente en lunes y martes de poca actividad, superan en número a los transeúntes en la calle Cavallers o en la Plaza del Tossal. Desde que los restaurantes se apuntaron a esta maniobra de publicidad directa, son legión. La promoción no es mala pero tenemos otros planes.

Pedro, en el Bigornia Café

Pedro, en el Bigornia Café

Queremos ver cómo está el ambiente rock’n’roll de la zona, por eso saludamos a Víctor en el Monterey y nos tomamos uno de sus famosos vermús aunque un poco a deshoras; después entramos en un local cuyo nombre no podemos mencionar porque parece ir un paso por delante de la legalidad. He visto entradas a madrigueras más cómodas que el acceso a este bucólico lugar de garrafón, vasos de plástico y habitaciones misteriosas. Terminamos en El Víbora, tenemos paisanos ahí dentro; es de agradecer ver crestas, botas, tupés auténticos y camisetas desgarradas en un pub. Hasta su inauguración no había ningún espacio de estas características en el barrio, hecho bastante traumático para muchos de los que aquí viven, cabe destacar.

Salimos cuando bajan la persiana y decidimos que es un buen punto de la noche para retirarse. Nuestra velada concluye cuando queda ya poco por hacer. Jerónimo se aleja estirando el brazo para despedirse, me parece que ha perdido estabilidad con el paso de las horas. Puede que yo también la haya perdido. Últimamente he perdido muchas cosas. La última etapa del tour siempre es la que más nos cuesta.

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