Hace unos días comencé a ver la serie noruega de ciencia ficción Beforeigners, una producción de HBO Europa, creada y escrita por Anne Bjørnstad y Eilif Skodvin y dirigida por Jens Lien. Su título es una combinación de las palabras inglesas before y foreigners, que podría traducirse como “extranjeros de antes” o “extranjeros del pasado”.
Lo que me animó a verla fue su temática, un thriller policíaco con viajes en el tiempo, cuya acción se desarrolla principalmente en Oslo (Noruega). Su estética y trama me recordaron un poco a su antecesora, la serie escandinava El Puente (Bron/Bröen), protagonizada dos policías: uno de Suecia y otro de Dinamarca, que investigaban la aparición de un cadáver en el punto del puente que marca la frontera entre ambos países. Si a nivel de arquitectura lo más destacado de esta última era el famoso Puente de Øresund, que conecta Copenhague (Dinamarca) con Malmö (Suecia), la que nos ocupa es una verdadera maravilla para los amantes de la arquitectura contemporánea, porque nos muestra las últimas obras de la ciudad de Oslo.
El primer episodio comienza con una noche cualquiera en Oslo, en la que vemos a unos jóvenes divirtiéndose en el puerto, al tiempo que una pareja está decidiendo si alquilar un lujoso y moderno apartamento con vistas al fiordo. De repente, en el mar comienzan a aparecer unos destellos de una intensa y fluorescente luz verde y, tras ellos, empiezan a emerger personas vestidas con un ropaje antiguo y hablando una lengua desconocida. No saben cómo han llegado hasta allí y ni en qué época están. Son los primeros visitantes que proceden de cuatro épocas: la Edad de Piedra, la época vikinga y los siglos XVIII y XIX. Con la llegada de la policía al lugar del suceso, y ante el estupor de la misma, se dan las premisas de lo que va a suceder a partir de ese momento.
El primer edificio que aparece en la pantalla en esa enigmática noche es la Ópera de Oslo, diseñado por el estudio de arquitectos noruegos Snøhetta.
Un gran volumen prismático en hormigón blanco y cristal que, como nuestros atemorizados visitantes, parece surgir del agua y en el que destacan unas enormes ventanas que nos permite ver el interior del mismo, realizado con madera de roble.
Esta construcción se compone de un vestíbulo con forma de herradura, dos auditorios y un estudio, cuyo techo, al igual que el foyer también se utiliza para conciertos.
La unión entre el entorno y el edificio se realiza a través del inmenso espacio público generado por la plaza inclinada que sirve de acceso al mismo, conectando con las cubiertas transitables del edificio y extendiéndose como un paseo que permite recorrer completamente el edificio hasta llegar a una gran plaza en altura, desde donde se puede contemplar una impresionante panorámica de la ciudad y el fiordo.
Fundido a negro, nos encontramos cuatro años después y comienza la intro de la serie, a través de cuyas imágenes vamos haciéndonos una ligera idea de lo que ha podido suceder en ese período de tiempo. El capítulo 1 empieza con la presentación ante el Departamento de policía de Alfhildr Enginsdottir (Krista Kosonen), una vikinga que se incorpora al cuerpo, como un claro ejemplo de la integración de los visitantes en la sociedad actual. Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, aparece en la orilla del fiordo el cadáver de una mujer de la Prehistoria.
La acción no se hace esperar y el caso será asignado a un inspector de la actualidad, Lars Haaland (Nicolai Cleve Broch), un tipo reservado que no pasa por su mejor momento y, por supuesto, a Alfhildr. A medida que se van sucediendo los episodios, vemos que la trama resulta más compleja e interesante de lo que parecía en un principio, ya que la convivencia entre personas de cuatro periodos históricos distintos en pleno siglo XXI planteará muchas cuestiones de actualidad, como el rechazo y tratamiento que sufren estos visitantes. Este hecho guarda cierta analogía con la situación que estamos viviendo en Europa con los refugiados y los inmigrantes que llegan en embarcaciones a nuestras costas. En más de un episodio visitaremos los campamentos donde se alojan los recién llegados hasta que pueden asignarles un hogar y un empleo.
El proceso de integración de los visitantes del siglo XIX es, en mi opinión, uno de los grandes aciertos de Beforeigners, ya que los que se han adaptado al siglo XXI conservan su vestuario y costumbres. Aunque también se da la situación inversa porque algunas personas de la época actual han decidido adoptar las formas de vida de los visitantes del pasado, con todo lo que ello conlleva y dando lugar a situaciones muy divertidas e interesantes.
El ejemplo más claro de esto que comento es el personaje de Alfhildr quien, a pesar de los conflictos que puedan surgir a raíz de sus acciones y comentarios como mujer vikinga frente a las libertades y obligaciones como mujer en la actualidad, es una de las visitantes que mejor ha sabido integrarse, adaptarse y sobre todo moverse de una manera más o menos integrada entre la gente del siglo XX.
Por otra parte, a lo largo de la investigación de nuestros protagonistas, Lars y Alfhildr, descubriremos la zona de Bjørvika y conoceremos el barrio del Barcode (el código de barras).
Un barrio compuesto por 12 edificios abiertos al fiordo, largos y estrechos, de diferentes alturas, anchuras y con elementos arquitectónicos muy específicos, lo que les proporciona ese aspecto de código de barras, y entre los cuales se han construido espacios que albergan oficinas, apartamentos, locales culturales, restaurantes y tiendas. Todos ellos han sido diseñados por el estudio MVRDV de Rotterdam y los estudios de arquitectura noruegos DARK Architects y A_LAB y su silueta ha redefinido radicalmente el perfil de una ciudad que se caracterizaba por su escasa altura.
Entre el grupo de edificios destaca aquel en el que vive nuestro protagonista, The Wedge, diseñado por A_LAB y situado en el extremo este del conjunto. Su fantástico diseño, así como la adaptación a una parcela de difícil y complicada geometría, en forma de cuña, cuyo ancho varía desde los 5 hasta los 10 metros a lo largo de toda su longitud, lo convierten sencillamente en espectacular.
El edificio consta de once plantas de oficinas totalmente diáfanas para facilitar el uso al que vayan a ser destinadas. Todas disponen de espacios de trabajo comunes en una única planta, salas de reunión ubicadas en las plantas superiores del edificio, un restaurante de negocios, un salón y una terraza en la cubierta, con vistas panorámicas a la ciudad y al fiordo.
Pero lo que realmente hace especial y singular a este edificio es su fachada principal, de la que emergen unos grandes volúmenes cúbicos donde se ubican las salas de reunión, así como su infinita escalera de emergencia y, por último, el ladrillo rojo que contrasta con los otros edificios del Barcode.
A pesar de que en la mini serie de seis capítulos no ha aparecido ninguno de los dos edificios que comento a continuación, opino que merecen una mención especial.
El primero de ellos es el puente peatonal de acero y vidrio Akrobaten (acróbata, en noruego), diseñado por el estudio de arquitectura L2 Architects, que tiene 206 metros de longitud y que une las vías de la estación central de Oslo y las zonas de Grønland y Bjørvika y desde el cual pueden verse los nuevos edificios altos de la ciudad y el Barcode.
Y tampoco quiero pasar por alto el museo Astrup Fearnley, obra del arquitecto italiano Renzo Piano: un edificio formado por una secuencia de tres volúmenes diferentes alojados bajo una cubierta que los unifica; dos de los edificios corresponden al museo de arte y, el tercero, a exposiciones y oficinas administrativas.
Todos ellos están revestidos en madera, rematados superiormente por una espectacular cubierta de doble vidrio curvado con forma de vela de barco sostenida por finas columnas y cables de acero que, emulan a los mástiles de los veleros del cercano puerto.
La serie Beforeigners podría ser un buen ejemplo de cómo la arquitectura debe ser capaz de adaptarse a los tiempos cambiantes, a las nuevas maneras de vivir, a las nuevas costumbres y necesidades espaciales. No todas las sociedades han sido iguales y no todas han vivido de la misma manera. Así lo entiende la nueva arquitectura noruega, capaz de dar soluciones habitacionales a individuos de culturas, costumbres y épocas diferentes sin entrar en conflicto.
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