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Cultura

Arquitectura lorquiana

En Abandonen el edificio, Cultura domingo, 24 de junio de 2018

Sandra Jiménez

Sandra Jiménez

PERFIL

A lo largo de la historia de la arquitectura, lo provisional y lo efímero han jugado un papel muy importante en el diseño de las construcciones; podríamos distinguir dos tipos: las que fueron concebidas para un uso temporal y, por otro, aquellas que, pese a ser ejecutadas pensando en su durabilidad, eran caducas debido a las propiedades de sus materiales (adobe, madera, cañizo y textiles) y al escaso conocimiento de sistemas y técnicas de construcción válidos para ese tipo de materiales.

Tradicionalmente, el campo de actuación de la arquitectura efímera quedaba relegado a celebraciones, fiestas y representaciones de todo tipo. Consistía en escenografías o decorados que se construían para un acto concreto y que se desmontaban una vez finalizado.

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La novia (Paula Ortiz, 2016).

En la actualidad, lo efímero sigue cumpliendo estas mismas funciones lúdicas y experimentales y, en la mayoría de las ocasiones, representa una alternativa económica muy viable para la materialización de nuevos proyectos, al tiempo que permite abrir nuevas vías para el desarrollo de la profesión. A día de hoy, muchos arquitectos se han reconvertido en escenógrafos, artistas falleros, museógrafos, etc, que, en su búsqueda de creación de nuevas formas de habitar y componer espacios, han tratado de materializar todos estos conceptos dotando de contenidos arquitectónicos a muchas obras.

Desde el punto de vista arquitectónico, estas construcciones efímeras son consideradas minimalistas y conceptuales, ya que tienden a representar o expresar una idea con el menor número de elementos y materiales posibles. Si trasladamos estos tres elementos (arquitectura efímera, minimalismo y concepto) al mundo de las artes escénicas observaremos el papel tan importante que juegan a la hora de representar cualquier texto y música.

Rodaje de La Novia (Paula Ortiz, 2016). © Fotografía Jorge Fuembuena.

Rodaje de La novia (Paula Ortiz, 2016). © Fotografía Jorge Fuembuena.

En cine y en teatro existen muchos ejemplos de ello, pero me centraré en una obra y su adaptación al cine: Bodas de sangre del escritor y poeta español Federico García Lorca. Se trata de una tragedia escrita en verso y en prosa en el año 1931 inspirada en un suceso real, el crimen de Níjar (Almería) que ocurrió en la Andalucía rural de 1928. Es una obra intensa que destaca por su fuerza, su carácter visceral, por la pasión que despierta en cada una de las líneas que componen sus versos. Su argumento trata de temas universales como el amor, el desamor, la muerte, la infancia, la denuncia social y todo ello a través de una simbología muy identificativa de Lorca: la luna, el agua, la sangre, los metales y el fuego.

Cortijo El Fraile, Níjar (Almería).

Cortijo El Fraile, Níjar (Almería).

Entre sus múltiples adaptaciones, mi favorita es la película La novia dirigida por Paula Ortiz en 2016. Una versión libre, poética, visualmente muy potente y ganadora del Goya a la mejor fotografía. La película se centra en la tragedia de Níjar y su triángulo amoroso está protagonizado por Inma Cuesta (La novia), Alex García (Leonardo) y Asier Etxandía (El novio), destacando como secundaria Luisa Gavasa, como la madre del novio.

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

Imagino que llevar al cine la obra de Lorca sin caer en el exceso no debió resultar nada fácil para Paula Ortiz, porque ¿cómo representar arquitectónicamente todo este universo lorquiano, pero sin que la obra perdiese un ápice de nervio o de fuerza?

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La novia (Paula Ortiz, 2016).

En primer lugar, la directora eligió unas localizaciones que se ajustaban al paisaje andaluz imaginado por Lorca. Su Andalucía era tradicional, rural y estaba formada por retales viejos y nuevos, fruto de la época que le tocó vivir, pero mantenía cierto componente trágico que la hacía perfectamente adaptable a cualquier época, a modo de tragedia épica. En Bodas de Sangre, Paula recrea un escenario yermo en el que la tierra es inmisericorde. El paisaje se convierte en un territorio estéril que tendrá unos efectos descomunales en los personajes. Para conseguirlo, la directora se trasladó a la Capadocia (Turquía), algunos paisajes de Huesca y el desierto monegrino, donde rodó la mayor parte de las escenas.

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

Una vez elegido el escenario, faltaban los elementos arquitectónicos, el mobiliario y los objetos. Y aquí es donde entra en juego la arquitectura efímera que se convierte en el escenario perfecto para la obra de Lorca. La mayoría de las escenas importantes como el casamiento, las conversaciones entre el padre de la novia y la madre del novio, el encuentro de los novios y la boda transcurren en el exterior.

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

Un exterior a medio construir, devastado, abandonado que sirve de refugio y cobijo para nuestros personajes. Los restos de un viejo cortijo, donde viven la novia y su padre, son pura poesía y de una belleza exquisita. Sus muros medio deconstruidos de ladrillo macizo, esconden pasiones y secretos, son restos de un volumen edificado en una tierra árida, quemada por el sol, que han perdido parte de su revestimiento; un enfoscado con mortero de cemento que ha olvidado su color. La ausencia de la carpintería de madera (únicamente se han conservado los marcos) enmarca y evidencia el pacto infecundo que está a punto de realizarse. Estos huecos en los muros del edificio van generando una secuencia de postales, por las que van desfilando la pasión, el desamor, los celos, la soledad, la infidelidad, el desasosiego y, sin apenas darnos cuenta, nos introducen en la historia sin necesidad de utilizar grandes artificios.

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

En la cubierta del cortijo ha desaparecido parte de la techumbre, se pueden observar las cerchas de madera, que alguna vez compusieron los faldones del tejado, como esqueletos despojados de su abrigo, el material de cobertura (ladrillos macizos, cabirones y las tejas cerámicas). Su estructura desnuda y expuesta a la intemperie es testigo de la desgracia que se avecina y en silencio espera la fatalidad de los acontecimientos, así como su propia desdicha a causa del sol, el viento y la lluvia. El aspecto desgastado de la madera, del ladrillo y cemento contribuye a reforzar la idea expuesta al principio del artículo sobre la durabilidad y el empleo de ciertos materiales no aptos para estar expuestos a determinadas condiciones climatológicas.

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

Sin embargo, en aquellas escenas de La novia que transcurren en el interior, la arquitectura se convierte en minimalista, ofreciéndonos escasos elementos de decoración. En la habitación de la novia solo aparece un simple tocador, una bañera, un espejo, como símbolos del cuidado y de la belleza femenina. En la casa del novio, apenas aparece nada relevante. Su madre, la futura suegra y su vecina conversan sentadas en estancias de escasa relevancia. El taller del padre de la novia, un lugar sin techumbre, se nos revela como un espacio repleto de objetos con un fuerte significado en el universo de Lorca: el cristal, el fuego los metales, formas de belleza perfecta, moldeables. Un lugar ideal donde esconderse, sentirse a salvo y encomendarse a la luna y a las estrellas.

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

Y, por último, el especial cuidado en la elección de los colores de cada uno de los fotogramas: el rojo sangre como símbolo de una fuerte pasión, la magia del azul marino de la noche estrellada, la valentía y osadía representada en un caballo negro (un pura sangre). El tono dorado de la tierra y sus paisajes, un amarillo ocre que se vuelve gris como la ceniza una vez ha ardido la pasión. Colores que hacen que el conjunto resulte espléndido y funcione transportándonos a ese universo tan característico y carismático de Lorca, en el que, tras la catástrofe vendrán el perdón, la calma y la paz.

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La novia (Paula Ortiz, 2016).

¡Porque yo me fui con el otro, me fui! Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; Pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua fría y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien! ; Yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos!

La Novia (Paula Ortiz, 2016).

La novia (Paula Ortiz, 2016).

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