En esta ocasión, no me centraré exclusivamente en la figura del arquitecto sino que hablaré de los propietarios. ¿Os imagináis haber recibido el encargo de proyectar la casa de dos de los artistas plásticos más importantes del siglo XX: Frida Kahlo y Diego Rivera?
Un encargo nada fácil, teniendo en cuenta su enérgica personalidad, su gran pasión por el arte y una larga y complicada historia de amor llena de encuentros y desencuentros por culpa de sus numerosas infidelidades.
La arquitectura es vida, emoción y también razón. Aúna la parte racional de la inteligencia asociada a la lógica y al coeficiente intelectual con la emocional, capaz de provocar y de reconocer las emociones en las personas. Las personas racionales son pensantes y analíticas, mientras que las emocionales son más impulsivas y pocas veces piensan después de haber hecho algo.
Si tenemos en cuenta esto, a la hora de proyectar un edificio o vivienda, podemos observar que muchas de las grandes obras son el fiel reflejo de su autor. Sin embargo, en otras podemos apreciar que han sido concebidas y diseñadas a imagen y semejanza de sus propietarios.
En la época en la que Frida y Diego se conocieron, dos nombres empezaban a destacar en la arquitectura mexicana. El primero de ellos era Luis Ramiro Barragán Morfín (1902-1988) y el segundo, Juan O’Gorman (1905-1982). Ambos eran amigos y conocidos de la pareja, lo que dificultaba un poco más, si cabe, la elección, a la hora de construir su casa. Pero seguramente lo que llevó al matrimonio a decantarse por éste último, fue el hecho de que además de arquitecto fuese también pintor muralista, un hombre cuya naturaleza artística era tan impetuosa y arrolladora como la de nuestros protagonistas. Los tres compartían esa pasión y amor por la pintura. Pero, al mismo tiempo, O’Gorman vivía con la obsesión de agrupar sus dos pasiones (la pintura y la arquitectura) en una misma creación.
¿Cómo materializar las ideas de tres personajes en un proyecto de casa-estudio?
Por un lado, estaba la arquitectura de Juan O’Gorman, gran admirador de los arquitectos funcionalistas europeos, especialmente de Walter Gropius y de Le Corbusier. Y por otro teníamos a dos artistas, dos pintores, Frida y Diego, viscerales, impulsivos y soñadores que exprimían la vida: Él, inteligente y encantador. Ella sensible y pasional. Dos almas libres, dos pensamientos con un mismo corazón. Un corazón que los acercaba y los alejaba, que se rompía en mil dolorosos pedazos, para más tarde unirse y formar uno solo, el suyo. Sus rupturas y reconciliaciones, con el tiempo, se transformaron en costumbre y ambos aprendieron a convivir con ellas y a aceptar las relaciones del otro sabiendo que entre sí se necesitaban.
Así pues, la Casa estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo no dejaría indiferente a nadie, porque en apariencia serían dos pero nunca dejaron de ser una, convirtiéndose en uno de los hitos culturales más importantes y uno de los primeros ejemplos de la Arquitectura funcionalista en México.
Para Juan O’Gorman, la arquitectura y el urbanismo eran una adaptación a las exigencias sociales, económicas y técnicas del siglo XX. Los espacios y los materiales debían ser funcionales, es decir, adecuarse y adaptarse a las actividades que se realizaban dentro de ellos. Consciente de la tradición de su país, siendo además, conocedor de su producción artística, decidió que combinaría la arquitectura orgánica mexicana y el muralismo de sus obras con el funcionalismo.
En un principio, estas ideas resultaron innovadoras y un poco radicales, pero con el paso del tiempo y la obra de arquitectos posteriores, como el propio Luis Barragán o Ricardo Legorreta, se convertirían en todo un referente para las futuras generaciones tanto en aspectos visuales como conceptuales.
Las obras de O’Gorman se distinguían esencialmente por el empleo del hormigón armado, los exteriores asimétricos y una constante búsqueda de aire y luz. Estaban basadas en los cinco principios fundamentales de la arquitectura de Le Corbusier: la casa sobre pilotes, plantas y fachadas libres, terraza jardín y ventanas alargadas. Conocedor de las condiciones de vida en México, intentó resolver los problemas de vivienda con el mínimo coste. Para ello, empleó materiales como el cristal y el acero, mantuvo como elemento expresivo dentro del lenguaje de la modernidad las instalaciones vistas. Todo ello combinado con otros autóctonos, típicos de las construcciones mexicanas, como el barro cocido en cubierta, los colores fuertes y las texturas naturales. Como vegetación empleó un muro de cactus como vínculo entre las casas y el entorno.
La casa ubicada en la tradicional Colonia San Ángel de la Ciudad de México se diseñó exclusivamente para la pareja. La primera particularidad de esta vivienda, estriba en que no era una, sino dos. Una robusta estructura compuesta por dos bloques prismáticos de hormigón para fabricar y vivir el arte.
El bloque rojo y blanco representaba a Diego: en él tenía su estudio y sus habitaciones; Y el de color azul, a Frida: allí tenía ella sus habitaciones y diferentes estancias. El cuerpo más alto, el rojo y blanco, disponía de una escalera de caracol en uno de sus laterales y su techo-terraza, con forma diente de sierra, alojaba en su interior un gigantesco volumen a doble altura, necesario para los enormes murales de Diego. La iluminación natural, constante y uniforme en el interior de los dos volúmenes se consiguió con la ayuda de unos tragaluces situados en el techo.
Las azoteas de ambos bloques se comunicaban por medio de una pasarela, un elemento constructivo muy importante como símbolo de la unión y del hondo sentimiento de admiración y de devoción mutua que se profesaban Frida y Diego. La presencia de uno era vital para el otro y viceversa.
El conjunto, a su vez, establece cierto paralelismo entre ellos; por un lado, el hormigón está considerado como material resistente, compacto, atractivo y elegante; por otro, están ellos, dos personalidades férreas, cautivadoras, creativas, independientes, opuestas pero complementarias.
Aun siendo compañeros de profesión, el final de sus carreras fue muy diferente: Juan O’Gorman sufrió una fuerte depresión, tras el fallecimiento de su amiga de la adolescencia Frida, y terminó suicidándose en 1982. Sin embargo, Luis Barragán se convirtió en uno de los arquitectos mexicanos más importantes del siglo XX llegando a ser el único de su nacionalidad en conseguir en 1980 el premio Pritzker (el nobel de la arquitectura).
Una de sus obras más característica es su Casa-estudio emplazada en la Ciudad de México (1947), cuya fachada principal, de expresión austera, mantiene el color, la frialdad y dureza naturales del hormigón y que pasa inadvertida, de no ser porque su escala contrasta con las demás edificaciones de la calle. A diferencia de la proyectada por Juan O’Gorman, Luis Barragán opta por el uso del color en el interior, porque quiere pasar desapercibido. Aunque también intentó integrar la arquitectura tradicional mexicana con la arquitectura moderna y lo hizo utilizando materiales como, la madera, piedra y muros encalados.
Uno de sus discípulos, Ricardo Legorreta, mantendría en su obra algunos de los elementos de la arquitectura tradicional mexicana, como el color intenso y la utilización de pocos materiales, combinándolos con otros basados en el manejo de las proporciones y la imponente presencia de elementos estructurales y arquitectónicos de gran escala.
Para terminar, os recomiendo una película y un libro. La película es Frida, dirigida por Julie Taymor (2002), basada en el libro de Hayden Herrera y protagonizada por Salma Hayek y Alfred Molina. En ella, se nos muestra qué momentos e impresiones de su vida quedan reflejadas en sus obras, acercándonos a la mente y corazón de una artista que podía ser dura como el acero y fina como las alas de una mariposa. Y algunas de sus relaciones más importantes, entre ellas el affaire que mantuvo con el filósofo León Trotski y su amistad con la cantante, Chavela Vargas.
Y como libro, el de la ilustradora sevillana Maria Hesse, Frida Kahlo, una biografía. Las ilustraciones son estupendas.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!