La identidad de la arquitectura viene marcada por factores como el emplazamiento, las condiciones climáticas, la cultura, la forma de vida y las costumbres de sus habitantes. Aunque a simple vista parece que la identidad sea algo que nos define y todos tenemos claro quiénes somos y quiénes son los otros, en ocasiones, cuando contemplamos determinadas ciudades comprobamos que ante la diversidad y disparidad de estilos arquitectónicos es difícil asociarlas a un rasgo o característica propios.
Recientemente, volví a ver Enemy, la película dirigida por Denis Villeneuve (2013) que adapta libremente la novela El hombre duplicado (2002), del escritor y premio Nobel portugués José Saramago. Me llamó mucho la atención la elección de la ciudad canadiense de Toronto, para una película cuya trama, al igual que ocurre en el libro, plantea una importante reflexión sobre el significado de la individualidad, las relaciones sociales y lo más importante: la identidad.
Si recordáis su argumento, la película cuenta la historia de Adam (Jake Gyllenhaal), un profesor universitario de Historia, casado con Helen (Sarah Gadon), que está a punto de ser padre. El protagonista es un hombre que vive angustiado y hastiado de su monótona vida, reducida a un limitado entorno que contribuye a acentuar la crisis existencial que padece.
Su día a día transcurre entre el barrio en el que vive, St. James Town, un aséptico polígono residencial que parece vacío, cuya composición y geometría perfectamente organizadas en una cuadrícula adolece de identidad propia; la universidad donde trabaja, Toronto-Scarborough, obra del arquitecto John Andrews (1964), un magnífico ejemplo de arquitectura brutalista, con el hormigón como único protagonista; y las inquietantes e insinuantes Torres Absolute World de Mississauga (by Burka Architects & MAD Studio).
Un día, por casualidad, viendo una película, descubre a un actor, Anthony Clair (el mismo Gyllenhaal), que físicamente es idéntico a él, tiene el mismo tono de voz, vive en la misma ciudad y también está casado con Mary (Mélanie Laurent).
A partir de ese descubrimiento y comprobar que, en principio, parece que no exista vínculo alguno de consanguinidad, Adam empieza a obsesionarse con la idea de que tiene un doble y de que su vida en apariencia es mucho más excitante que la suya, incluso su mujer es más atractiva.
Y es aquí donde surge el conflicto, porque, ¿cómo se encuentra uno a sí mismo en una ciudad sin identidad? La obsesión de Adam por la búsqueda de la suya propia no ha hecho más que empezar y la ciudad de Toronto se convertirá en su infierno particular. La película comienza con la siguiente cita: El caos es orden aún sin descifrar.
Toronto es caos, pero también es orden. Para explicarlo, el director se vale de numerosos y magníficos planos de vistas áreas de la ciudad, combinadas con otras a pie de calle que muestran un entramado urbano frío y deshumanizado, tejido como una meticulosa tela de araña de la que es difícil escapar.
Para contribuir a crear una atmósfera más opresiva y asfixiante, Denis emplea dos colores. El primero de ellos, un constante y tenue color sepia en exteriores, combinado con un segundo más amarillento que utiliza en los interiores del apartamento, y que potencia ese sentimiento de opresión y orden en el que viven los protagonistas.
Toronto es una ciudad que en apariencia posee una arquitectura única. Esto no se debe a una identidad propia sino más bien a la amalgama de estilos que confluyen en la ciudad y que abarcan desde la arquitectura georgiana del siglo XIX hasta la arquitectura posmoderna del siglo XXI.
Me resultaría muy difícil destacar un estilo o rasgo característico, porque la mezcla cultural de arquitectura industrial y victoriana es tan extensa y variada que podemos encontrarnos desde almacenes reconvertidos que se transforman en galerías de arte y diseño, estudios de artistas, cafés, centros culturales y museos, pasando por edificios de estilo gótico, Art Déco hasta llegar a impresionantes rascacielos.
Si bien entre las localizaciones en las que se mueven nuestros protagonistas Adam/Antonhy no aparecen algunos de los edificios que voy a comentar, creo que su inclusión en la película hubiera contribuido aún más si cabe a acentuar la obsesión enfermiza de nuestro protagonista en su búsqueda del yo.
Entre ellos, la Ampliación del Royal Museum of Ontario (2007) obra del arquitecto Daniel Libeskind, el mismo que diseñó el Museo Judío de Berlín. Una estructura dinámica y agresiva compuesta por pirámides de vigas de acero, vidrio y aluminio que atraviesa al histórico inmueble de estilo neo-romanesco con fachada de ladrillo y piedra labrada sede del Museo desde 1912. Un proyecto constructivamente muy complejo, porque la inserción de esas pirámides de acero en el edificio original tenía que encajar e integrarse con lo ya existente pero respetando su uso.
El solo hecho de contemplar la imagen compuesta por estos poderosos y afilados vértices atravesando el edificio, hubiese dado como resultado un fuerte impacto en la estructura emocional de Adam, que habría hecho tambalear aún más si cabe los cimientos de su débil y triste existencia.
Un volumen rectangular elevado, una especie de caja flotante pixelada, descansa sobre doce columnas de acero inclinadas de diferentes colores que compone y da forma al Colegio de Arte y Diseño, obra del arquitecto inglés Will Alsop y el estudio Robbie/Young + Wright Architects.
Esta construcción es la metáfora perfecta de los episodios borrosos de su vida que no quiere recordar y que su madre le traerá a la memoria. El soporte familiar le ayudará a comprender esa parte de la realidad que es incapaz de ver por sí mismo y que es la base de su historia.
He de añadir que esa sensación de confusión y el no saber muy bien qué está pasando todavía es más patente en el libro, ya que Saramago únicamente utiliza como signos de puntuación los puntos y las comas, tanto en los largos párrafos que ocupan un página entera como en las conversaciones de los protagonistas que no van señaladas con guiones, lo que hace que al leerlo uno dude de quien está hablando, si Tertuliano Máximo Alfonso, así se llama el protagonista en el libro, o su doble Antonio Claro. Aunque a medida que avanza la lectura del libro, a diferencia de la película, estas anotaciones sí que ayudan y facilitan la comprensión de la historia.
En la película, la intervención de la madre de Adam, interpretada por la actriz Isabella Rossellini, es la clave para entender lo que está pasando y la única capaz de poner algo de orden en medio de este caos de historia, en la que arquitectura e identidad se confunden.
La serenidad, elegancia y belleza de Isabella, que tenía sesenta años cuando se rodó la película, es comparable a la de un buen edificio, cuyo diseño no ha perdido ni un ápice de su prestancia a lo largo del tiempo, como es el caso del ayuntamiento de Toronto, obra del arquitecto finlandés Viljo Rivell (1958).
Dos torres asimétricas de oficinas, de trazado curvo, realizadas en hormigón y acero protegen y abrazan la gran sala del consistorio de planta circular y sección lenticular, cuyo aspecto recuerda a un platillo volante. Las tres edificaciones se levantan del nivel de la plaza mediante un basamento continuo y unitario, abierto y accesible desde el espacio público cambiando su punto de vista.
Hay veces que uno no es capaz de cambiar el punto de vista o la perspectiva de las cosas y necesita un poco de ayuda exterior, como ocurre con la madre de Adam quien recuerda a su hijo su pasado y cómo ha llegado hasta ahí, porque en la vida, cuando nos ofuscamos y no vemos la salida, es necesario que se nos recuerde nuestra historia, nuestros orígenes, para ver dónde estamos y saber a dónde queremos llegar.
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