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Al “spoiler” lo carga el diablo

En Cine y Series lunes, 7 de noviembre de 2016

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Sin el actual auge de las series de televisión es difícil entender la penetración masiva en el imaginario popular de la palabra spoiler. Esto de chafar finales, sin embargo, no es nada nuevo: Alfred Hitchcock ya exigía a sus espectadores que no explicaran el final de sus películas a nadie.

Lo que ocurre es que las series televisivas antes de Perdidos solían ser muy poco spoileables: nunca he conocido a nadie a quien le hiciera ninguna ilusión reventar el final de un episodio de La hora de Bill Cosby, por poner un ejemplo. La excepción seguramente fue Twin Peaks, pero cuando el maldito David Lynch por fin soltó que ¡Ojo cuidado! ¡Alerta spoiler! el asesino de Laura Palmer era su padre Leland (¿o no?), a casi todo el mundo dejó de importarle lo que ocurriera después.

Twin Peaks: el spoiler prehistórico.

Twin Peaks: el spoiler prehistórico.

La vigilancia estricta de la revelación malasombra, que con Perdidos no pasaba de la mera anécdota, se ha vuelto hoy en día tan molesta como un grano en el culo. El asunto ha adquirido visos de histeria colectiva: en los foros de Internet, en los grupos del WhatsApp, en todas partes donde se hable de series te encuentras con los talibanes del spoiler. Ojo con lo que dices, ojo con lo que escribes, ojo con lo que revelas. Ojo, ojo, ojo…

La pregunta es: ¿cuánto tiempo ha de pasar para que un destripe deje de serlo? Es decir: entiendo que si hablo de El sexto sentido no es necesario que coloque el cartelito de ¡Alerta spoiler! antes de decir que Bruce Willis está muerto desde que le disparan al principio de la película. Han pasado 16 años desde eso y Willis ha perdido el poco pelo que ya por entonces le quedaba (y también el criterio a la hora de escoger papeles, por cierto).

Mucho menos he de advertir con lo de ¡Ojo cuidado! si, hablando de Sospechosos habituales, deslizo el dato de que todo lo que cuenta Kevin Spacey es una invención suya y que, por lo tanto, lo que explica la película en realidad nunca ha ocurrido. Hace 21 años de aquello.

Si te cuentan el final de Sospechosos Habituales te arruinan la vida

Si te cuentan el final de Sospechosos Habituales te arruinan la vida

Pero pongamos que hablo de ese gran actor que es Sean Bean y de su (¡Alerta spoiler!) curiosa apetencia por personajes que son asesinados prematuramente y entonces comento lo hecho polvo que me dejó (¡Alerta spoiler!) ver su cabeza rodando al final de la primera temporada de Juego de tronos. ¿Ha pasado el suficiente tiempo desde que (¡Alerta spoiler!) a Ned Stark le rebanaron el cuello? ¿He de colocar el cartelito de ¡Alerta spoiler! antes de decir que (¡Alerta spoiler!) Ned Stark está muerto?

Foto-"spoiler" de "Juego de tronos"...

Foto-“spoiler” de “Juego de tronos”…

Cito Juego de tronos porque es seguramente la serie más popular del momento: exceptuando a mi vecina, que tiene 94 años y una televisión que mide 60 centímetros de fondo, no conozco a nadie que no la siga. Abrir una conversación con los amigos acerca de esta serie es casi tan complicado como resolver una matriz cuántica.

Primero, hay que averiguar hasta qué capítulo ha visto cada uno de los presentes, y luego se tiene que ir con un cuidado exquisito, casi sobrenatural: es muy fácil empezar hablando de lo guay que es el vestuario o de cómo molan las playas de Islandia donde rodaron algunas escenas, y de repente (¡Alerta spoiler!) se te calienta la boca y sin quererlo mentas a la madre que parió al showrunner de la serie por cargarse a Jon Snow en los últimos 20 segundos del último episodio de la temporada cinco…. y en ese momento alguien con la cara lívida y desencajada te mira y te dice: Ah, ¿es que Jon Snow muere?.

Todo esto viene a cuento ahora porque el domingo 24 de octubre se emitió en Estados Unidos el primer episodio de la séptima temporada de The Walking Dead, y el miedo al destripe se ha extendido entre los fans de la serie casi tan rápido como la mediocridad se extiende en la discografía de Justin Bieber.

La cosa es más seria de lo que parece: en el último episodio de la sexta temporada aparecía un malo malísimo, Negan, con un bate de béisbol envuelto en alambre de espino, y en los últimos 10 segundos del capítulo (¡Alerta spoiler!) le reventaba la cabeza a uno de los protagonistas de la serie. Pero no nos decían a quién. Pedazo de cliffhanger que no se ha resuelto hasta ahora. Medio año aguantando la respiración y evitando entrar en foros o en páginas sobre la serie para no enterarnos.

En España la situación ha sido de esperpento. Los fans de la serie la ven el lunes por la noche, porque es cuando se emite aquí (o también porque es el primer momento que tienen después de descargarla). Casi 24 horas de intervalo respecto a la emisión en USA. Así que los que no querían correr el riesgo de enterarse de lo que no deseaban no han tenido más remedio que someterse a un voluntario aislamiento tecnológico: nada de mirar páginas relacionadas con la serie, nada de Facebook, nada de Twitter, nada de atender los grupos del WhatsApp hasta no haber visto el episodio.

Un autismo que se extiende en cierta medida al mundo real: puedes quedar conmigo, podemos hablar de lo que quieras, pero como se te escape el nombre del infortunado al que Negan le revienta la cabeza te aseguro que, como cantaban Los Planetas, esta noche saldré en el Telediario.

El show de Negan no ha hecho más que empezar...

El show de Negan no ha hecho más que empezar…

El spoiler está aquí, entre nosotros, y ha llegado para quedarse. Lo peor de todo es que ya no solo afecta al consumo, sino que empieza a contaminar a la propia producción de contenidos audiovisuales, series sobre todo. Es ahí donde el discurso narrativo clásico está cada vez más condicionado por esos cliffhangers, se abusa de ellos para generar enganche en la audiencia y también para despertar el runrún en redes sociales, que es la guarida donde anida el spoiler. Pero su uso, cada vez más estandarizado, corre parejo en muchas ocasiones a una alarmante debilidad estructural de la propia narración.

La citada muerte de (¡Alerta spoiler!) Jon Snow, por ejemplo, se produjo al final de la quinta temporada, la peor y más aburrida de todas las que llevamos, y la resolución de aquel cliffhanger con (¡Alerta spoiler!) la resurrección del personaje tuvo lugar al principio de la sexta temporada, no tan lamentable como la quinta, pero muy lejos de los mejores momentos de la serie.

Y el show de Negan en The Walking Dead, reventando (¡Alerta spoiler!) no una sino dos cabezas, ha sido de una violencia gratuita tan over the top que ha revelado al fin el agotamiento narrativo de la serie, sumida en un bucle infinito desde hace ya tres o incluso cuatro temporadas: su mensaje de desesperanza y deshumanización es el mismo y apenas ha habido novedades en el subtexto que inviten a seguir enganchado a una vulgar repetición de escenarios, situaciones y emociones.

The Walking Dead en bucle infinito...

The Walking Dead en bucle infinito…

De momento, el recurso al impacto spoileable no ha llegado de manera tan decisiva al cine: es complicado mantener un cliffhanger durante una semana en una sala de cine a menos que detengas la proyección y le pidas a la gente que vuelva la semana que viene.

Bastante cuesta ya que vayan un día como para pedirles que vengan dos. Pero el destripe amenaza ya desde hace años el género fantástico, y especialmente el de terror, en forma de giros argumentales sorprendentes, preferentemente hacia el final del metraje, aunque cada vez son más habituales también los que interfieren a mitad de proyección. Son la versión resumida de los cliffhangers televisivos: el spoiler cinematográfico reside en desvelar un giro que dura un instante en vez de una semana. La narración resulta cada vez más fragmentada: las historias han de tener cuantos más giros mejor para pillar desprevenido al espectador cuantas más veces mejor.

El shock, el golpe en el estómago, construido como elemento cohesionador de la película, deja en no pocas ocasiones que la pura y simple narrativa clásica quede ahogada en un segundo plano.

Lo que los ejecutivos de Hollywood no han pillado es que la eficacia de los giros finales de El sexto sentido y de Sospechosos habituales se basaba, precisamente, en una impecable progresión narrativa previa, una coherencia interna que la sorpresa final no hacía más que perfeccionar en vez de arruinar, que es a lo que desgraciadamente nos tiene acostumbrados el género de terror en la actualidad.

Esto sí que lo ha entendido perfectamente James Wan, director que es muy aficionado a la sorpresa final en sus películas: el giro al final de Saw es de los que le desencajan a uno la mandíbula, y los últimos 15 minutos de Expediente Warren: El caso Enfield son de infarto. Pero Wan usa estos efectismos sin renunciar a un guion sólido y trabajado donde todos los elementos encajan de manera armónica.

Por esto sobre todo, pero por muchos otros motivos también que ya son materia para otro texto, James Wan es lo mejor que le ha ocurrido al género de terror en los últimos 20 años.

James Wan y su payaso favorito...

James Wan y su payaso favorito…

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