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El patio

Akelarre, un funk vasco

En Música, El patio 8 diciembre, 2021

Óscar Carrera

Óscar Carrera

PERFIL

Todavía hay quien se acuerda en Euskadi de una antigua banda verbenera llamada Akelarre. Pero de esa, la otra, hablaremos otro día.

William S. Fischer nació en el delta del Misisipi en 1935. Teclista y saxofonista, trabajó para Herbie Mann y Wilson Pickett, y dicen que su álbum avant-fusion Circles (1970) anda hoy muy valorado por los coleccionistas. Pero se trata decididamente de una figura menor, y también para nosotros sería menor de no ser por su más bizarra producción.

No está del todo claro qué llevó al señor Fischer a patearse las Vascongadas a principios de los setenta, aunque sea fácil comprender su enamoramiento. Prendado, les hizo un homenaje como solo él sabía: formando una banda local y revistiendo melodías tradicionales de funk, wah-wah, moog. Otros contradicen que fue la disquera vasca Herri Gogoa la que viajó a Nueva York para contratar los servicios del afroamericano. Explicación más probable para el disco que vería el mundo en 1972.

akelarre

Los títulos ya nos sitúan en el cancionero vasco: «Gurea Da» (Es nuestro), «Euskaldunak Gara» (Somos vascos), «Pello Joxepe»… Un ramillete (Sorta) de canciones reconocibles, convertidas en oportunidad para solear en un contexto mayormente instrumental, en clave de funk (el gran Cabrón de este aquelarre). Sería la banda sonora perfecta para una película vasqueploitation, si tal género existiera. Fernando Unsain, cantante, es señalado en las notas como el principal responsable de adaptar la canción vasca «al frenético ritmo actual».

El álbum que pudo haber puesto a media Euskal Herria a mover el esqueleto acabó en el cajón de las rarezas, aunque disfrutó de una reedición, con una portada más contracultural, en 1973, y de otra de unos 500 ejemplares en 2005.

Tampoco parecía un proyecto con vistas de continuidad. Los vascos del momento se empezaban a abandonar al rock progresivo, enemigo jurado de lo pachanguero. Después, cuando el rock radikal redescubra la identidad euskalduna, no la empleará precisamente para unos bailecitos. Y sin embargo, las sleeve notes del original, cuyo autor permanece anónimo, dan para inspirar una carrera entera… Fernando Sánchez Dragó preparaba entonces su Historia mágica de España y el verbo flotaba en el aire. Las citaremos en cierta extensión:

«Satanólogos, brujólogos, especialistas en diversas formas de palingenesia, talmudistas de fama, y otros estudiosos en Sorgiñología, están de acuerdo en afirmar la identidad entre ambiente y música en los viejos akelarres. Quemadas algunas de nuestras brujas por la Inquisición romana, las demás se refugiaron en sus habitáculos subterráneos.

Un fantástico mundo se formó entonces. Sorgiñas y brujos vascos perseguidos por los hisopazos de Pierre de Lancre, aliado con un viejo gnomo judío —que se decía primo de Spinoza—, contactaron con los espíritus subterrestres de algunos negros, cimarrones escapados de las brutales razzias que nuestros antepasados europeos, en nombre de la civilización, realizaban por África.

De tiempo en tiempo, gracias a mágicas fórmulas y ungüentos, surgían a la superficie…

Akelarre

Una feliz conjunción de esfuerzos subterrestres provocó la caída de la Bastilla… Y del viejo Aviraneta, se dijo que estaba mezclado en prácticas sospechosas.

Al mismo Chaho le vieron, varias veces, de noche, con un kapusai negro, un saco, una escuadra y un mapamundi, en un desfiladero próximo a Itxasu, donde existía una falla tectónica sumamente propicia, tratando de tomar contacto con los cripto-sorgiñes… Tres figuras fosforescentes en forma de búho le precedían… y un docto autor integrista afirma seriamente que de esa extraña coyunda salió el pacto satánico que provocó la creación de una secta carbonaria especialmente malvada a la que pertenecieron Garibaldi, Rawachol, el Brujo de Bargota y un ruso misterioso con barba y sombrero hongo.

¡Por algo la reacción hablaba de contubernios y de fuerzas ocultas!

Hoy no nos cabe duda de que la música psicodélica es sumamente propicia a los viejos trasgos y que…

Bueno, oigan Vds. el disco. Y por favor, no carguen en nuestra cuenta los posibles defectos. A última hora, la pobre María Zozaya, bruja vascónica quemada en el siglo XVIII, pero rediviva el año 1968 gracias a las últimas técnicas palingenésicas de Mr. Lovecraft enimschol-kai-takos… —y no decimos más por si a alguien se le ocurre resucitar al general Espartero—, escapó, abandonando el proyecto, ante las noticias, ciertamente escalofriantes, que llegaban a su subterránea morada sobre cierto crítico local, no sabemos si donostiarra o sansebastianense. Y es que, con palingenesia o sin ella, también las brujas llegan a la menopausia.

Rogamos nos dispensen«.

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