Una conversación cara a cara con la escultora Laura Salguero acerca de la nueva nostalgia: la experiencia de reencantar el mundo a través de los gabinetes de maravillas.
Sobre el banco de trabajo hay un orbe que tiene por piel un sinfín de alas verdes de escarabajo; la superficie de aspecto metalizado de estos apéndices genera reflejos en las paredes que convierten la estancia en un paisaje anómalo. En la pared descansan para siempre una mariposa de Filipinas y bien cerca de ella una escolopendra, y también hay en los alrededores un par de retratos que alguien olvidó en una caja, dientes humanos -creo- suspendidos en una placa de Petri, una masa descuidada de cabello encerrada en una urna que parece palpitar, un esqueleto tallado en madera que conjura el espacio, un cráneo de perro, una vitrina rebosante de instrumentos médicos de otra época.
En el epicentro de este laboratorio se encuentra Laura Salguero, originaria de León, arraigada en Valencia; una artista joven con unos ojos que te escrutan en silencio, sin agresiones. ‘Ahora mismo, todo es como un inmenso collage -dice mientras repasa un anillo con forma de tentáculo-, el desarrollo de la perspectiva hace que el mundo cambie. Internet nos propone un gran meta-relato: hay una infinidad de elementos que contemplar que configuran un todo a nuestro alcance. Genera la misma fascinación que un gabinete de maravillas. Es una muestra enorme de realidades en su mayoría desconocidas para el individuo. Puede que esta sea la razón por la que ahora hay un discreto retorno al misticismo, tal vez sea demasiada información, puede que nos abrume’. Le pregunto qué es lo que la gente busca en su obra. ‘La gente vive en un mundo virtual gran parte del día que en realidad no consigue entender, sentimos la necesidad de tener algo tangible entre nuestras manos, un objeto especial con esa carga emocional, ese retrogusto mítico que tenían antes de la producción en serie masiva. Las joyas, por ejemplo, evocaban otras sensaciones en el pasado. Tenían una historia detrás. Esta es una de las causas principales de la actual afición a lo vintage’.
No lo había pensado, pero tiene razón. Existe una nueva nostalgia, una que nos hace desear vivir en un mundo cuyos detalles más esenciales nos puedan todavía sorprender, donde queden por descubrir tierras a un océano de distancia que alberguen expediciones y mantengan viva la curiosidad y el asombro. ‘En cierta manera, aspiramos a un reencantamiento de nuestro mundo’.
Sus ojos parecen todavía más grandes al otro lado de la lupa de pie.
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