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“Bootlegger”, el contrabando de la identidad

En Cine y Series domingo, 29 de enero de 2023

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Bootlegger, dirigida por Caroline Monnet y escrita junto a Daniel Watchorn, toma el título de la palabra que designa a los contrabandistas de licor, en este caso en una reserva canadiense de indios Algonquin, first nation, cuyo acceso al alcohol históricamente ha implicado la aceptación de su sometimiento a la colonización. La película, que puede verse en My French Film Festival, aborda la problemática situación de un colectivo que representa la de otros indígenas cuyas condiciones de vida siguen marcadas, más de doscientos años después, por los invasores provenientes de Europa. 

La dificultad del acceso a las bebidas alcohólicas y el consiguiente tráfico clandestino para surtir a los consumidores son puestos en cuestión en Bootlegger por la joven Mani (Devery Jacobs), que vuelve a su lugar de origen mientras prepara su postgrado. Lejos de su pueblo, ha vivido en la gran ciudad donde se ha formado para regresar junto a sus abuelos e intentar adaptarse a las limitaciones de la vida en duras condiciones, pero su participación en la sociedad despierta su activismo, enfrentándose con valentía a una causa que abrirá viejas heridas. A las dificultades de recordar su propia lengua y costumbres (utiliza el francés como lengua principal), se sumará el recuerdo doloroso de una pérdida cuyas consecuencias todavía son motivo de rencor hacia ella, frente a lo que se siente impotente y también, de algún modo, amenazada.

Bootlegger

Su propuesta de realizar un referéndum para decidir si los habitantes de la reserva desean cambiar las cosas, encontrará oponentes en la contrabandista Laura (Pascale Bussières) y, en un primer momento, en la jefa del consejo local que se beneficia también del tráfico, a través de las “mordidas” que permiten recibir fondos para el presupuesto de la comunidad. Ese statu quo establecido secularmente no será fácil de cambiar y Monnet no lo muestra con especial sutileza, aunque su relato es fluido y verosímil. Las historias del pasado se acaban desvelando catárticamente y los habitantes de la reserva aceptan tomar las decisiones en su propia mano, ya que aceptar el referéndum, simplemente, ya significaría un paso, un cambio de actitud en la impotencia justificada por la preservación de su cultura. Si el debate de la prohibición de cualquier sustancia que es objeto de tráfico ilegal ya concita reacciones virulentas, en el caso de que implique un cuestionamiento de la identidad colectiva adquiere una dimensión mucho más compleja.

La joven Devery Jacobs interpreta con solvencia y cierta frialdad a su personaje, casi tanto como los paisajes helados del invierno quebequense de las reservas Kitigqan Zibi, Tiohtiake/Mooniyang que fotografía Nicolas Canniccioni, con planos aéreos que amplifican la sensación de aislamiento. La película Bootlegger ilustra correctamente un conflicto en el que películas como War Pony ahondaron con una perspectiva más ambiciosa y lograda.

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