Lo adelantábamos en ese pequeño avance publicado en enero como preliminar de las series con más posibilidades de despuntar a lo largo del actual curso. Llegados casi al ecuador, uno de los seriales señalados en ese informe encabeza los rankings de entusiasmo y celebración entre los televidentes que lo han recibido como lo que es: uno de los productos de ficción más sugerentes y sorprendentes de la cosecha reciente.
Partiendo de una irresistible premisa de contornos distópicos, Separación presenta a un grupo de cuatro trabajadores sumidos a la disciplina poco ortodoxa de una empresa, que ha inventado un novedoso programa mediante el cual los empleados se convierten en activos, sin apenas equipaje emocional. ¿Cómo lo consiguen? Mediante una pequeña intervención quirúrgica en el cerebro consiguen separar la vida laboral de la privada y personal. O sea, una vez abandonan sus puestos de trabajo, no recuerdan nada de su rol en la empresa, y a la inversa. Este procedimiento entra en crisis cuando Mark Scout (Adam Scott), el personaje sobre el que toma partida la narración de la serie, empieza a cuestionar la verdadera naturaleza de su entorno laboral.
Gestada por Dan Erickson, quien también participa en la escritura de los guiones, y dirigida en buena parte por el también actor Ben Stiller, la serie disponible en Apple TV+ parte de un estimulante punto de partida, para tejer una intriga conspirativa y distópica, muy al gusto de Charlie Booker y su mirada de un futuro displicente y amenazante en la línea dispuesta en sus entregas de Black Mirror. Aquí la trama se desenvuelve a través del drama psicológico que afecta a los cuatro trabajadores que comparten uno de los departamentos de esta peculiar compañía de pasillos inexpresivos, colores rebajados y un diseño laberíntico con zonas que permanecen prohibidas al personal. Un esterilizado diseño del espacio que no hace sino recordar al de una maqueta de laboratorio dispuesta para el experimento de turno con ratones.
Separación es uno de los productos de ficción más sugerentes y sorprendentes de la cosecha reciente.
El interés de Erickson se descubre así como una visión satírica y de cierta carga crítica hacia el estado laboral y las condiciones de esclavitud y servilismo que esconden muchas empresas actuales situadas en la avanzadilla tecnológica. Una mirada mordaz, rellenada con las suficientes dosis de misterio, para que cada vuelco y final de episodio agarre al espectador hacía la siguiente dosis, que no deja de manifestar cierta preocupación hacia esta asumida normalidad de humanos abducidos por el trabajo, hasta el punto de ver desconfigurada su identidad, siendo esta la principal temática que aborda la ficción de Apple Tv+.
Con enseñanzas asumidas del mentado Booker, pero también de Kafka, Orwell, la película Brazil o referencias más cercanas como Charlie Kaufman o el genial videojuego The Stanley Parable, el serial recrudece, en su desarrollo trepidante, los contornos de un futuro cercano que, como buena trama distópica, no dejar de ser un reflejo preocupante de nuestro presente. Y lo hace imbuido por esa carga conspiranoide tan propia del cine estadounidense de los años 70 y que reflotó de manera acusada otra obra serial de interés: Homecoming.
Una serie que sobresale sobre el resto, también mediante su apartado estético y el excelente nivel actoral aportado por un reparto trufado de rostros contrastados. John Turturro, Christopher Walken y Patricia Arquette aportan el pedigrí a un elenco que encabeza con solvencia Adam Scott en la piel del angustiado héroe y Britt Lower en uno de los personajes femeninos más relevantes de la trama.
El mismo producto empaquetado con destreza —y ahí entra en labor el papel de Ben Stiller, quien ya se salió con nota en Fuga en Dannemora— plasmando ese universo de diseño pulcro, simetría inquietante, colores neutros, y toda esa atmosfera tan ajustada y controlada que ya insinúa la incipiente revelación de una naturaleza perturbadora y oscura; una fachada complaciente para ocultar una verdad turbia y vergonzosa. Esa arquitectura formal tan bien planificada y estilizada, con planos que escenifican, en todo momento, esa dualidad que atormenta a los personajes, posicionándolos en divisiones constantes a través de sus perfiles dibujados sobre fondos y cubículos laborales diseñados para no alterar, ni molestar, ni posibilitar las automutilaciones o las fugas.
Separación tiene una puesta en escena intencionada que busca siempre enfatizar esos renglones de la arquitectura laboral que separan a los personajes de sí mismos, de los demás, y de la verdad. Una hoja visual membretada que dota al conjunto de expresión genuina y de ese sentido claustrofóbico que atraganta a los personajes a lo ancho de los nueve capítulos de una serie redondeada con un final que consigue dar las respuestas necesarias como para ahuyentar el fantasma de la decepción, tan característica en materiales que dejan un reguero de interrogantes. Y por si fuera poco, lo rubrica con una conclusión satisfactoria y sorprendente que deja el pasillo principal de estas turbadoras oficinas enfocado hacia una segunda temporada ya confirmada por Apple Tv+. Seguiremos fichando a la entrada…y a la salida, si es que nos dejan…
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